Patty Áñez: mi canto al Señor y el niño vestido de blanco

Tiempo de lectura: 8 minutos

Me gusta cantar. Siempre lo hice, desde que era una niña en el colegio. Me “descubrieron” en un concurso interno, donde recuerdo que canté con muchos errores, pero a la gente que me escuchó le gustó.

Me escogían para cantar en la celebración del día del padre, de la madre y otros actos que se presentaban. Incluso participé en concursos intercolegiales, donde representaba a mi colegio, el Saint George de Santa Cruz, y competía contra el colegio Alemán, el Franco, La Salle, o el Americano. Siempre ganaba, menos un año en el que salí segunda.

Había también concursos en la tele como Punto Joven, que también ganaba. Canté en el coro del colegio, lo que ayudó a identificar mi nota, mi timbre y mi registro. Por último, en esa etapa, canté para el acto de la promo de mi curso, el año 2001.

Después de que salí del colegio, ya no volví a cantar tanto. A veces lo hacía como pasatiempo, por pasarlo bien, por algún concurso, o en karaokes. Una vez hasta gané un viaje a Buenos Aires.

LA VIDA DESPUÉS DE COLEGIO

Cuando tienes el don para el canto, eres joven y quieres pasarlo bien, pues inevitablemente te rodeas de ciertas situaciones y conoces todo tipo de personas, algunas no muy buenas. Mientras estaba en la universidad —y en los trabajos que tuve después—, entré de lleno a ese torbellino de gente, vida nocturna, karaokes, premios… y mi vida se hizo muy desordenada.

Tuve varias experiencias, que no viene al caso contarlas, que me generaron inestabilidad emocional. Pasé por situaciones muy fuertes, a extremos de peligrar mi vida. Algunas se generaron por mi propia personalidad, que no era muy sólida en ese entonces, y otras por el entorno en el que me movía. Cometí algunos errores y pido disculpas si es que herí a alguien en el camino. Creo que fue parte de lo que tenía que vivir.

MI ENCUENTRO CON EL SEÑOR

En algún momento, a mis veintiséis años o por ahí, después de tantas noches de fiesta continua, sentí que ya no había nada más. Experimenté un vacío por tanta cosa que pasaba en mi vida. Cuando llegaba a casa en las noches, sucedía algo extraño: me parecía escuchar un silencio dentro mio que no me gustaba. Necesitaba un cambio, pero no sabía qué era lo que quería.

Por ese entonces también ocurrió la muerte de mi padrastro, a quien yo quería mucho. Entré en pánico, me dio miedo que alguien más se muera. Todo se fue combinando para guiarme a mi encuentro con el Señor.

Una amiga del ballet me invitó a un grupo de oración. La acompañé y la verdad es que me gustó, el ambiente era de paz y, poco a poco, me fui sintiendo cada vez más cómoda, como si estuviera en casa. Entrar a este grupo de oración me ayudó mucho a enfrentar lo que pasó después con mi bebé, que fue muy intenso y desgarrador.

MI BEBÉ

Esta experiencia la tuve el año 2016. Recibí la noticia de que sería mamá por tercera vez y fue para mí una noticia maravillosa y bendecida, ya que esta vez mi vida personal estaba muy estable, como nunca antes. Estaba con dos hijos maravillosos y mi esposo y yo muy encaminados en la Palabra del Señor.

El nacimiento de mis primeros hijos estuvo rodeado de mucha dificultad e inestabilidad personal, pero ahora las cosas estaban en el lugar donde debían estar. Este embarazo fue una oportunidad que me estaba dando la vida para recibir a mi hijo con más orden y tranquilidad.

Pasó el tiempo. En los exámenes rutinarios de las ecografías, los médicos me dijeron que mi bebé tenía una enfermedad llamada ascitis, que es la presencia de líquido en el estómago. Fue muy fuerte recibir esta noticia a pesar de las creencias que tengo, como una prueba muy grande de fe hacia el Señor. No sabía si mi hijo viviría y, si vivía, cómo saldría, si sano o con malformaciones de por vida.

No fue fácil. Toda mi carga, frustración y enojo por la situación la descargaba contra mi esposo y contra mis hijos, mi familia y todo alrededor. Mis hijos, que veían cómo recibía esta información, eran los más vulnerables y los más afectados.

Me enteré de la enfermedad de mi bebé cuando él tenía seis meses de gestación. Los doctores diagnosticaron que no iba a tener más tiempo de vida dentro de mi vientre, dieron dos semanas como máximo. Entonces entré en un período muy intenso de oración, con mi iglesia, mi esposo y mis hijos. Pedía al Señor, en principio, que lo sane, que haga un milagro con mi bebé.

Las dos semanas que diagnosticaron se convirtieron en dos meses. En ese tiempo dediqué a confiar, a tener paciencia y tratar de entender cuál era el propósito de todo lo que me estaba ocurriendo.

Finalmente, a los ocho meses, sin poder esperar más, se programó una cesárea para el 10 de noviembre. Oré mucho y decidí dejar las cosas en manos del Señor, que se haga su voluntad y que tome control de la cirugía.

LA VISIÓN

La noche anterior, el 9 de noviembre, me encontraba sola en mi habitación, semirrecostada porque, por el volumen de mi barriga, no podía estar cómoda en ninguna posición. Mi peso normal es de 49 kilos y estaba pesando casi 70 kilos, me sentía superhinchada.

En ese momento, estando yo perfectamente consciente y despierta, vi a un niño vestido de blanco con un cinto rojo entrar por la puerta. No era ninguno de mis hijos.

Recuerdo que el niño, de unos ocho a nueve años de edad, de quien no pude ver el rostro, entró con los brazos estirados en dirección como para agarrar mi vientre. No podía moverme. Me asusté, no porque estubiera presenciando algo malo o sobrenatural, sino porque no sabía qué era lo que esto significaba. Pensé que tal vez este niño había venido para hacer un milagro, a bendecir a mi hijo y a mí para que las cosas salgan bien al día siguiente. Cerré mis ojos en oración y, cuando los abrí, el niño ya no estaba ahí. No sentí nada más después.

Al día siguiente, ya en la clínica, el doctor me dijo que no escuchaba los latidos del corazón del bebé. Hicieron más análisis y confirmaron que había fallecido en mi vientre.

Tal vez el niño, que pudo haber sido un ángel mensajero, se lo llevó.

LO QUE SIGNIFICA HABER PERDIDO A MI BEBÉ

Perder a mi bebé fue algo inesperado. A pesar de la oración y la fe que tenía, entré a una etapa de depresión muy profunda. Quería rendirme ante tanta presión, pero entendí que había otros seres que estaban bajo mi responsabilidad y que me necesitaban. No podía levantar las manos.

Pienso que el propósito de este bebé no era nacer, sino su propósito era otro, tal vez hacerme crecer espiritualmente. Fue un milagro que Dios utilizó para algo muy grande en mi vida.

Desde que esto sucedió, siento que el Señor me ha llenado de más entendimiento y de más discernimiento hacia las situaciones que me toca vivir. Ahora puedo ayudar a más personas y captar con mayor sensibilidad los problemas que pueden tener algunas de ellas.

EL CANTO PARA MÍ AHORA

Ahora, por alguna razón, experimento el canto como algo muy diferente. Puede que sea por lo que me sucedió, no lo sé con certeza. Cada vez que canto siento la presencia de Dios en mí mucho más intensamente que antes. Es como si yo estuviera en el cielo cantándole a Él directamente. Me olvido completamente de las personas que tengo al frente o alrededor.

Cuando canto, siento su fuego, su calor, siento su cercanía, es algo maravilloso e inexplicable. Es un sentimiento tan intenso que llego hasta a quebrantarte, a llorar de la emoción de sentir Su presencia.

Muchas personas, sin conocer mi testimonio, se acercan emocionadas y dicen que ven algo especial en mí, cuentan que llegan a sentir una presencia increíble, inexplicable, un toque. Es algo que yo sé que viene de la mano de Dios, que usa mi vida como canal de bendición para muchas personas.

Historias de vida - Patty Añez

MIS CANCIONES FAVORITAS

Tengo tres canciones que son mis favoritas y las canto en la iglesia. Son:

Al final, de Lily Goodman (https://www.youtube.com/watch?v=sesss3X4a1w)
Un viaje largo, de Marcela Gándara (https://www.youtube.com/watch?v=vj9dWwT2MGk)
Soberano, de Hillsong (https://www.youtube.com/watch?v=Gotct3BEDig).

La iglesia donde me congrego se llama Centro de Vida Cristiana El Faro.

Ese es el testimonio que puedo dar y que quiero compartir. Espero que sirva a quien lo quiera recibir.

*****

Nota del editor: Esta historia se basa en una entrevista y posteriores revisiones con Patty Añez realizada entre agosto y octubre de 2017. La redacción y edición son de Marcos Grisi Reyes Ortiz.

¿Te gustó la historia? ¡Deja un comentario a continuación!

Suscríbete aquí para recibir nuestro boletín de noticias.

El contenido también está disponible en Facebook, Twitter, Instagram, Pinterest y LinkedIn.

*****

Escrito por

Cada historia que escucho es como si fuera mi propia historia. Y en cierta forma, es la tuya también. Al leerlas, espero que lo sientas así.

2 comentarios en “Patty Áñez: mi canto al Señor y el niño vestido de blanco

  1. Querida Guisela me alegra mucho saber que mi historia y testimonio fueron de su agrado, para mi será un honor recibirla en la Iglesia donde me congrego, cuando guste me puede escribir al 79876562, le mando un fuerte abrazo y muchas bendiciones🙌😘

  2. Qué hermoso tu testimonio. Me despertó el interés de escucharte y conocerte para disfrutar tus alabanzas que das a Dios y compartir el derramamiento y las bendiciones que descienden cuando alabas al Señor con el DON que te regalo.

Deja un comentario