Mi relación con Inti empezó apenas me gradué como secretaria comercial del Lincoln Institute, en La Paz, en noviembre de 1976. La gente del instituto me avisó que había una vacancia en esta empresa.
Ingresé a Droguería Inti en 1976, tenía 22 años y acababa de casarme. El hermano de mi papá conocía al Sr. Otto Gronemann, gerente de la agencia de Inti en ese entonces, y me recomendó para que me tomaran.
Nací el 14 de mayo de 1943 en Praga, Checoslovaquia, en plena Segunda Guerra Mundial. Al terminar la guerra y antes que el país sea parte del bloque soviético, mis padres decidieron emigrar como refugiados a Alemania, por Baviera.
Mi relación con Droguería Inti empezó cuando tenía 24 años. Una mañana vi un aviso en el periódico que decía: “Se necesitan visitadores médicos, con o sin experiencia, mandar carta manuscrita”. Al principio no le di mucha importancia.
Este es un cuento sobre el camino a la felicidad. Si eres paceño, entenderás de lo que se trata. Si no eres paceño pero has vivido en esa ciudad, también.
Mi nombre es Cleto. Trabajo aquí en El Prado como lustrabotas desde la mañana hasta las siete de la noche. El trabajo para nosotros es muy sufrido, porque la gente no quiere aceptar que estemos con nuestras capuchas, tapándonos la cara.
Recuerdo que estaba en la cama del hospital, muy ansiosa esperando que mi marido vuelva de hablar con el pediatra. El día anterior había dado a luz a mi tercer hijo. Percibí, desde el primer momento, que el bebé tenía algo diferente.
Con este relato quiero dejar viva la memoria de mi abuelo, Adalberto Terceros Mendivil. Asimismo, quiero resaltar la personalidad de mi abuela, Josefina Bánzer Aliaga, una mujer de temple ante las dificultades de la vida.
Este tercer viaje empezó con muchas dudas. No había una necesidad de ir y, sin embargo, algo me llamaba. Al llegar a Santiago supe la razón: encontré la fe en mí mismo, en mis propias capacidades. Fue un regalo divino el que recibí.
Tengo ahora treinta y un años. Cuando pienso en todas las cosas por las que he pasado, la gente que he conocido y las emociones que he vivido, a veces me es difícil creer que todo sea cierto.
Nací el 11 de junio de 1962 en la comunidad de Challa, que está justo al medio de la isla del Sol, en el lado boliviano del lago Titicaca, cerca de Copacabana. Soy la quinta de siete hermanos y la menor de las mujeres.
Mi abuela era negra, descendiente de los esclavos que llegaron a Bolivia y que solo viven en la parte de los Yungas. Se casó con mi abuelo, quien era blanco. Su primera hija nació blanca como mi abuelo y fue muy bien recibida por él.
La fe Bahá’í es una religión independiente que actualmente cuenta con más de siete millones de seguidores y está presente en todos los países y territorios del mundo. Es la segunda religión más expandida después del cristianismo.
Yo creo que las pasiones son un camino. No son el fin, no es lo único que tú haces, sino es aquello en lo que te metes, te zambulles. Es algo en lo que pones amor, cariño, dedicación y a lo que diriges tus pensamientos.
Desde que empecé a jugar tenis competitivo, siempre me esforcé por salir primero. Era un jugador dedicado y disciplinado en los entrenamientos, pero no tan talentoso como otros. Eso sí, tenía la fuerza de voluntad por ser mejor cada día.
Me gusta cantar. Siempre lo hice, desde que era una niña en el colegio. Me “descubrieron” en un concurso interno, donde recuerdo que canté con muchos errores, pero a la gente que me escuchó le gustó.
Contaré sobre tres casos médicos que conocí como pediatra especializada en Cardiología en La Paz. Las situaciones son reales, solo cambié los nombres de las personas. Aquí describo algunas realidades de nuestra población.
La idea de escribir historias de vida nació en este viaje. En esos días experimenté un sentido de comunidad que nunca había percibido antes. Ya no sentí esa separación entre el “yo aquí” y el “tú allá”. Algo se abrió en mí.