PRÓLOGO
Esta historia relata la llegada de mis padres a Bolivia como inmigrantes italianos. Este hermoso país les ofreció tiempos de alegría e ilusiones. Aquí vieron nacer una vida nueva juntos, dejando un legado de honestidad, integridad y mucho trabajo. Bolivia fue todo para ellos, la amaron y respetaron, llevando siempre el apellido Orrico con dignidad.
Recordando el hogar que tuvimos, me pregunto: ¿Qué es el amor? La respuesta viene del ejemplo que recibí de ellos: ¡El amor es juntar dos almas, dos corazones para siempre!
A continuación, les presento la historia de mi familia. Espero que disfruten la lectura.
TRECCHINA
Iniciaré este relato describiendo dónde se encuentra nuestro pueblo de origen, Trecchina.




LOS HERMANOS ORRICO
Los primeros emigrantes de nuestro grupo familiar fueron Biagio y Giuseppe Orrico. Biagio nació en 1865 y Giuseppe en 1875. Ambos tenían el oficio de orfebres, es decir, trabajaban piezas artísticas en oro o plata. Su especialidad eran los ornamentos para las iglesias, como los cálices que se usan para poner el vino de la eucaristía.

Por el año 1901, ambos viajaron a la ciudad de La Rochelle, sobre la costa atlántica en Francia, para vender algunos de sus trabajos de orfebrería. Se quedaron en esa ciudad una corta temporada.
En el viaje no estaban solos. Los acompañó Fortunata Pesce, esposa de Biagio, y Rossina, la hija de ambos. Rossina había nacido en Trecchina el 19 de mayo de 1900, así que era una bebé todavía. Fortunata era trece años menor que Biagio y de la misma fecha de cumpleaños, el 5 de diciembre.
Después de trabajar en Francia, por alguna razón que desconozco, decidieron viajar a Sudamérica. En esos años había una fuerte emigración italiana hacia el nuevo continente; se escuchaban muchas historias de personas que habían hecho fortuna. Así que, siguiendo el movimiento de la época, el grupo de la familia Orrico también decidió partir.
Alguna vez pregunté a mi papá cómo fue que los Orrico llegaron a Bolivia, porque bien podían haber escogido otro país de la región. Me respondió que la situación en Argentina y Perú no estaba bien y que decidieron permanecer en este país.
Se establecieron en La Paz. Les fue bien con la novedad y calidad de su trabajo, razón por la que se quedaron allí muchos años. Para adaptarse mejor al ambiente, los hermanos tuvieron que castellanizar sus nombres, cambiando Giuseppe por José, Biagio por Blás y, además, la hija de éste, Rossina, pasó a llamarse Rosa.

Rossina entró al colegio católico Sagrados Corazones, que se encontraba sobre la actual avenida Mariscal Santa Cruz, en la ciudad de La Paz. Con el tiempo se sumaron tres niños a la familia: Francesco (se pronuncia Franchesco) nació el 8 de septiembre de 1909; Michele (se pronuncia Mikele) el 25 de noviembre de 1910; y Amedeo, el menor, el 4 de febrero de 1912. Todos nacidos en La Paz.
Francesco, o Franco de cariño, fue mi papá.

Antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, por el año 1914, Biagio, Fortunata y tres de los cuatro hijos (Rossina, Francesco y Michele) volvieron a Trecchina. Amedeo, que solo tenía dos años, se quedó en La Paz bajo el cuidado de su tío Giuseppe.
Biagio y Fortunata nunca más regresaron a Bolivia. El dinero que lograron ahorrar en los años de estadía en Bolivia lo invirtieron en la compra de terrenos en Trecchina. Compraron grandes extensiones. Mi mamá recuerda que los Orrico eran una familia muy acomodada, no sufrieron necesidades.
Giuseppe, por su lado, contrajo matrimonio en Sucre con una señorita de nombre María Dolores Valda, cariñosamente llamada tía Lola. Ella era la hija de una familia muy distinguida de la ciudad.
MATRIMONIO DE RAFFAELE GRISI Y ROSSINA ORRICO
Después de finalizada la Primera Guerra Mundial, por el año 1920, Rossina se casó en Trecchina con Raffaele Grisi, un joven de 22 años de una familia conocida del pueblo. Raffaele fue soldado en el conflicto, enfrentando a los austríacos. Después de finalizada la contienda, estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Nápoles.
En ese matrimonio estuvieron presentes los padres de Rossina, Biagio y Fortunata, y la madre de Raffaele, María Niela. El primer hijo de la pareja nació el 30 de septiembre de 1922. Lo llamaron Angelo, como su abuelo paterno. Dos años después, el 24 de junio de 1924, nació el segundo hijo al que llamaron Biagio, como su abuelo materno.
En esa época Italia estaba pasando por un período económico muy difícil. Raffaele obtuvo un puesto de catedrático en la Universidad de Nápoles, pero su sueldo no era suficiente para cubrir los costos de mantenimiento de la familia. Entonces, decidieron emigrar a Sudamérica. La primera opción que tenían era Bolivia, donde Rossina había vivido en su juventud y sus padres habían hecho fortuna. Además, el hermano de su padre, Giuseppe, todavía vivía allí y les podría ayudar a establecerse.
VIAJE A BOLIVIA
Giuseppe, o —como le decía mi papá—, “el tío José”, vivía en Sucre con su esposa, Lola Valda. No sé si él administraba o era dueño de un hotel, pero sí sé que el establecimiento funcionaba en el Palacio de la Glorieta. No tengo referencias sobre si tuvieron hijos.
Haciendo seguimiento a las fechas, sabemos que Amedeo se quedó doce años en Bolivia, lo cual quiere decir que aproximadamente en 1923 o 1924 volvió a Italia. Lo más probable es que el tío José lo haya llevado hasta allá.
Por otro lado, sabemos que, cuando Raffaele y Rossina emigraron a Bolivia, el hijo menor, Biagio, era un bebé de tres meses. Eso significa que debieron realizar el viaje por el mes de octubre de 1924.
Atando cabos, es muy posible entonces que, cuando el tío José llevó a Amedeo de vuelta a Italia, aprovechó el viaje de regreso para traer a su sobrina Rossina —y a la familia de ésta— a Bolivia.
A ese viaje se sumó mi papá, quien para entonces tenía dieciséis años. Nunca le pregunté porqué decidió también trasladarse a Bolivia. El grupo que viajó, entonces, se componía de seis personas: el tío José, Raffaele Grisi, Rossina Orrico de Grisi, Ángelo Grisi Orrico (de dos años), Biagio Grisi Orrico (de tres meses) y Francesco Orrico.
CAMBIOS PARA BIAGIO Y FORTUNATA
Mis abuelos Biagio y Fortunata Orrico sufrieron cambios significativos en sus vidas en el espacio de solo seis meses. En el segundo semestre de 1924 llegó Giuseppe a Italia trayendo a Amedeo, quien ya era un muchacho de doce años que hablaba más español que italiano. Poco después se embarcaron rumbo a Bolivia la hija mayor, Rossina, junto con toda su familia. Y, además, se sumó a ese viaje Franco, el segundo de sus hijos. Es así que en Trecchina se quedaron solamente los dos hijos menores: Amedeo y Michele.
De ahí sucedió un evento trágico. El 14 de enero de 1925 murió Michele, el tercer hijo, a la edad de quince años. Según se sabe, estaba en su colegio en la ciudad de Salerno cuando tuvo un ataque de gastroenteritis y no lo pudieron salvar.
Amedeo vivió una serie de emociones fuertes en muy poco tiempo. Unos meses antes había estado al otro lado del mundo viviendo con su tío, prácticamente sin conocer a nadie de su familia. Al poco de llegar, dos de sus hermanos mayores se van y el único hermano mayor que quedaba, muere súbitamente.
Fue así que Biagio, Fortunata y Amedeo se quedaron solos en Trecchina.
AMEDEO
Recuerdo a mi tío Amedeo: era una persona excelente, muy agradable de trato y, además, guapo. Se casó con Nina Schettini, el 26 de diciembre de 1938, y tuvo tres hijos: Fortunata (Tina), Gilda y Biagio.

EL HOTEL EN EL PALACIO DE LA GLORIETA
El grupo de seis personas que partió de Trecchina llegó a la ciudad de Sucre sin pasar por La Paz. Desembarcaron en Arica, tomaron el tren a Oruro y alcanzaron su destino final vía Potosí.
Los primeros meses han debido ser difíciles para todos. El único que podía ofrecer trabajo inmediato era el tío José, en el hotel que él administraba. Cuando faltaba personal, Rossina y Raffaele ayudaban a hacer las camas y a barrer. Francesco, además de trabajar en el hotel, se encargaba del cuidado de los dos niños.
En el nuevo país, todos tuvieron que castellanizar sus nombres: Raffaele a Rafael, Francesco a Francisco, Rossina a Rosa, Angelo a Ángel y Biagio a Blás. Así es como me referiré a ellos en adelante.
Poco a poco se fueron estabilizando. Mi papá entró al colegio Sagrado Corazón de Jesús en Sucre. Alguna vez me contó que, en sus épocas de estudiante, se sentaba en la recepción del hotel, ubicada en el hall principal del Palacio de la Glorieta, para hacer sus tareas.
Trabajaba mucho en el hotel, haciendo todo tipo de tareas y mandados. En el establecimiento había una sala de juegos a donde llegaba gente desde la Argentina. Los huéspedes se quedaban por largas temporadas en el hotel. Jugaban póker hasta altas horas de la noche y continuaban varios días seguidos, sin salir.
Una de las tareas que el tío José encomendó a mi papá, por ejemplo, era ir a recoger dinero a las casas de los jugadores para que ellos sigan jugando sin interrupción. Incluso tuvo que alcanzar poblados ubicados en la cercanía de la frontera con Argentina para cumplir con la orden. También se encargaba de servir bebidas a los huéspedes. Gracias a esta experiencia, él sabía preparar deliciosos cócteles que, años después, degustamos en familia.
LOS AÑOS EN SUCRE
Tío José era una persona muy carismática, tenía buenas relaciones con gente de la ciudad. Gracias a sus contactos, ayudó a Rafael a conseguir un puesto de profesor en la Universidad San Francisco Xavier. Sin embargo, había aspectos de su personalidad que hacían difícil la relación entre ambos. El ambiente de juegos de azar —que a Rafael no le gustaba— motivó roces entre ambos.
Sé que hubo una discusión muy acalorada entre los dos sobre algún tema, lo cual produjo un quiebre de la relación. Luego de ese altercado, Rafael y Rosa decidieron tomar distancia del tío José y abrieron su propio negocio, una tienda de telas importadas.
En esa época mi papá continuaba haciendo los mandados del tío José y, además, ayudaba a su cuñado y hermana en la tienda de telas. Cuando se graduó de colegio, en 1928, quiso entrar a la universidad para estudiar Administración de Empresas. Como casi no tenía tiempo, Rafael consiguió, a través de sus contactos, que sus colegas catedráticos le dieran clases particulares de las materias.
El 14 de agosto de 1928 nació Mario, el tercer hijo, y en 1930 nació Aldo, el cuarto. Por el año 1932 toda la familia se trasladó a La Paz buscando nuevas oportunidades de negocio, ya que Sucre era una ciudad chica y el centro económico del país se encontraba en La Paz. Además, acababa de estallar la Guerra del Chaco, lo cual perjudicaría cualquier negocio cerca del teatro de operaciones. Mi papá abandonó sus estudios y acompañó a su hermana y cuñado al nuevo destino.
En cuanto al tío José, no se supo más de él.
TRASLADO A LA PAZ
Una vez establecidos en la nueva ciudad, Rafael abrió una tienda de casimires sobre la calle Comercio, en pleno centro de la ciudad. En la tienda vendían sombreros borsalinos, pañoletas y guantes, todos artículos muy finos importados de Europa. Mi padre se hizo socio de la tienda, a la que se llamó Grisi y Orrico. En adelante, ambos se dedicaron de lleno al comercio.
En 1937 se presentó a Rafael una oportunidad de negocios a través de un coterráneo italiano residente en La Paz, Alceste Venturini, quien había establecido una marmolería frente al Cementerio General y necesitaba capital fresco para impulsar su empresa. En un proceso que duró cinco años, Rafael se hizo dueño de ese negocio, el cual resultó muy rentable. Mi papá lo acompañó para ayudar a organizarlo, ya que tenía estudios en Administración de Empresas.

AÑOS MOVIDOS
Los años cuarenta fueron de mucha prosperidad. La fábrica de mármol resultó una buena adquisición, tenían muchos pedidos por toda la ciudad e hicieron buenos negocios.
Por ese tiempo mi papá conoció a su primera esposa, con quien se casó en enero de 1941. De esta unión nacieron dos hijos, Amparo y Mario. No mucho tiempo después el matrimonio se disolvió. Cuando Amparo tenía siete años y Mario cinco, fueron enviados a un internado por los problemas que había entre los padres.
Esa época fue un poco complicada para mi padre porque, además de los conflictos en su vida personal, el negocio de la marmolería le exigía mucho tiempo. Los mármoles importados de Italia debían ser recibidos en Arica y traídos a La Paz, así que entre él y Rafael se turnaban las tareas.
RETORNO A ITALIA
En cuanto a la familia de Rafael, los hijos fueron creciendo. Ángel se casó con Lina Elsner en 1950 y Blás con Teresa Salmón en 1951.

Rafael decidió volver a Italia en 1953. Tenía varias razones. Por un lado, al parecer nunca se sintió cómodo con ser un extranjero en Bolivia, extrañaba mucho su país. Por otro lado, tenía muy mala digestión en la altura de La Paz, lo cual le generaba frecuentes dolores de estómago.
Hizo fortuna en Bolivia, sus dos hijos mayores estaban formando sus respectivas familias y uno de ellos, Blás, estaría a cargo de llevar adelante el negocio junto con su cuñado Franco. El único que le tenía preocupado era Mario, el hijo menor, que tenía veinticuatro años y no estaba asentado todavía.
A Rosa le fue difícil aceptar la decisión de irse de Bolivia. Ella quería quedarse, ver crecer a sus nietos, disfrutar de la casa que tenían. Al final se impuso la voluntad de Rafael y volvieron a Trecchina en octubre de 1953.
Ya de vuelta en su pueblo natal, Rafael y Rosa conocieron a mi madre, Giuseppina Papaleo Miraglia. La historia sobre cómo sucedieron estos eventos la contaré más adelante.
GIUSEPPINA PAPALEO MIRAGLIA
A continuación, relato lo que mi madre cuenta de su propia familia:
Mi papá se llamaba Biagio Papaleo, nació en octubre de 1899. Era hijo de inmigrantes griegos. Mi abuelo paterno, Giacomo Antonio Papaleo, se casó con Teresa Francolini con quien tuvo seis hijos: Francesca, Giacomina, Biagio (mi padre), Antonio, Giuseppe y Carmelo. Todos ellos provienen de Lauria, un pueblo muy lindo cerca de Trecchina. Mi papá nació en 1899.
Mi madre se llamaba María Flora Miraglia Grisi, nació en 1904. Mi abuelo materno, Biagio Miraglia, se casó con María Teresa Grisi (pariente de Rafael) con quien tuvo siete hijos: Giuseppina (que murió a los 20 años en el parto en el Brasil), Domenico, Michele, Rosalía, Giuseppe, Mafalda y María Flora (mi madre).
Mis padres se casaron en 1924, cuando mi padre tenía 25 años y mi madre 19 años. Tuvieron tres hijas: Teresa, que nació el 25 de abril de 1926; Giuseppina (yo), el 14 de septiembre de 1927; y Carmelina, el 20 de marzo de 1929.
Mi papá, Biagio Papaleo, y mi mamá, Flora Miraglia Grisi.
Me llamo Giuseppina gracias a mis tíos maternos: una se llamaba Giuseppina y otro, Giuseppe. La traducción al español de Giuseppina es Josefina. En Italia hay la costumbre de acortar los nombres y dividirlos, por eso me llaman Giusy.
A la edad de treinta y un años, mi padre falleció con cáncer y dejó a mi madre viuda con tres niñas. Ellos estuvieron casados solo seis años.
LOS MIRAGLIA
Continúa contando mi madre:
La familia de mi madre tiene una historia interesante. Mi abuelo materno, Biagio Miraglia, emigró al noreste brasilero, a la zona de Bahía, a finales del siglo XIX. Allá trabajó, no sé si como dueño o administrador, en una fazenda (hacienda) que producía café, azúcar y cacao, los cuales eran exportados a Europa. En los años que tuvo esa actividad, mi abuelo hizo mucho dinero.
Él venía a Italia tres veces al año porque mi abuela nunca quiso salir de Trecchina. Cuando llegaba, traía con el barco una cantidad de café tan grande que llenaba un depósito entero y así aprovechaba para regalar café a varios amigos. La familia Miraglia tuvo muchos recursos, era una familia acomodada que no ha pasado necesidad.
De los siete hijos de mi abuelo materno, cuatro de ellos (Giuseppina, Domenico, Giuseppe y Michele) fueron también a Brasil a ayudar con las labores de la fazenda. Allí se quedaron un tiempo. Mi tía Giuseppina murió a los veinte años de un trabajo de parto, mientras que Giuseppe se enfermó del corazón y decidió volver a Italia. Domenico y Michele volvieron a Italia en 1930.
NIÑEZ Y JUVENTUD
Sigue mi madre:
Recuerdo que tuve una niñez hermosa y una bella familia. Estudié en el colegio Sacro Cuore di Lagonegro, en un pueblo cerca de Trecchina. Fui una excelente nadadora, como también lo fue mi madre. Ella se dedicó tanto a este deporte que incluso salvó vidas en la playa.
Yo me metía mucho al mar, he jugado mucho allí. De tanto estar en las playas estaba morenita, mis dientes eran blancos. Era bonita. He sido muy cortejada.

1951: EL AÑO QUE MAMÁ CONOCIÓ A PAPÁ
Cuenta mamá:
En el verano de 1951 pasamos unas vacaciones muy divertidas con mis hermanas. En ese entonces Carmelina, mi hermana menor, ya tenía seis años de casada. Se casó muy joven, de dieciséis años.
Fue entonces cuando conocí a Franco, en junio de ese año. Se enamoró locamente de mí. Tengo una historia muy linda. Me dio una serenata debajo del balcón de mi casa, me cantaba ese bolero que decía: “Quizás, quizás, quizás”. Cantó la canción en persona, tenía una linda voz.
Franco me propuso varias veces que me case con él, pero no acepté. No lo amaba «perdutamente» (perdidamente), pero le tenía simpatía, lo quería, era buena gente. Él siempre ha sido un gentleman, no era uno del montón.
Mi mamá no quería que me involucre con él. Yo tenía veintitrés años y él cuarenta y dos, era una diferencia de casi veinte años. Tampoco le gustaba que me vaya a vivir a otro país. Además, estaba el problema que Franco era divorciado en Bolivia y con dos hijos. En esa época el divorcio no estaba aprobado todavía en Italia, así que era todo un lío.
Un día mi mamá se puso nerviosa y me dijo:
Io non voglio che ti sposi con Franco. Tu sai perche? Lui puo essere una buona persona, pero dove andrai tu se io a Bolivia non la trovo nella carta geografica? Io deventeró pazza per trovarla!
(No quiero que te cases con él. ¿Sabes por qué? Él puede ser una buena persona, pero, ¿dónde irás tú si yo no puedo encontrar a Bolivia en el mapamundi? ¡Me volveré loca en encontrarla!)
Franco decía a sus amigos, a mi cuñada, a mis hermanas y a mí también: “O la morena (es decir, yo) o el avión.” Y bueno, tuvo que tomar el avión porque la morena se quedó. No me convenció.
1952: NINO
Un año después de que Franco volviera a Bolivia, en el verano de 1952, conocí a Nino Calabria, el hijo de un gran industrial de la ciudad de Padova, en el norte de Italia. La familia Calabria era originalmente del sur, pero habían emigrado al norte a vivir. Nino venía a Trecchina solamente tres veces al año: para Navidad, en agosto cuando todas las fábricas se cierran y en los cumpleaños.
Los padres de Nino tenían dos grandes fábricas y muchas movilidades en las que llevaban la mercadería. La familia de mi padre, los Papaleo, por otro lado, también eran comerciantes. Entre ambas familias hicieron negocios y fue así como llegué a conocer a Nino.
Él era un hombre muy simpático, era maravilloso. Tenía siete años más que yo. Enamoramos un año y nos comprometimos para casarnos el 13 de diciembre de 1953. Me regaló un anillo de compromiso con brillante. Todo lo teníamos preparado para el matrimonio. Mi mamá estaba contenta por cómo marchaban las cosas.
Todo iba bien, hasta que la madre de Nino se entrometió demasiado en la relación. Empezó a poner condiciones, como que iba a vivir con nosotros, que yo tenía que hacer una cosa y otra. Era demasiado intrusa y no la aguanté. En agosto de 1953, cuatro meses antes de la ceremonia, dije basta, no quise saber más de casarme con Nino (¡y con su mamá!) y cancelé la boda.
Una de mis características es que, cuando tomo decisiones, las tomo con mucha firmeza. La mamá de Nino llegó al punto de pedir, a través de un tío mío, que debería devolver el anillo de compromiso. No solamente devolví el anillo, sino todas las cartas que Nino me había escrito, era un rompimiento total. Esperaba que él me devolviera las mías, pero nunca lo hizo.
RETORNO DE RAFFAELE Y ROSSINA A ITALIA
Dos meses después del rompimiento con Nino, en octubre de 1953, Raffaele y Rosa llegaron a Trecchina, después de casi treinta años de ausencia. Mi mamá no los conocía personalmente, pero había oído hablar de ellos, tanto por comentarios de mi papá como por la amistad que había en el pueblo entre los Orrico Pesce y los Miraglia Grisi.
Cuenta mamá:
En una de las visitas a zia (tía) Erminia, que estaba casada con Domenico Pesce, hermano de Fortunata Pesce (madre de Franco), coincidí con Rosa en la misma casa y nos presentamos. Después Rosa me presentó ante Raffaele. Él sabía de mí porque Franco le había comentado sobre cómo me conoció.
Raffaele me preguntó sobre cómo estaba y le conté que acababa de romper un compromiso de matrimonio que tenía. Cuando él se informó que yo estaba libre, escribió una carta a Franco para decirle que me había conocido, que era una «bella ragazza» (linda muchacha) y que no me había casado. Rafaelle me hizo leer la carta antes de enviarla.
A fines de 1953 recibí la primera carta de Franco y, así, empezamos un idilio por correspondencia.
CARTAS DE ENAMORAMIENTO
Cuenta mamá:
Tengo unas cartas divinas de Franco, él escribía muy bien. Eso sí, yo tenía problemas para entenderlas porque él escribía en español. Entendía la mayor parte de lo que me decía, pero a veces tenía que ir donde Raffaele para pedirle que me traduzca.
Fue en esos meses que hice una amistad muy linda con Raffaele y Rossina. Ellos siempre me recibieron con los brazos abiertos en su casa. Los quería mucho. Además, toda la correspondencia se hacía gracias a la ayuda de Raffaele porque él se encargaba de recibir las cartas de Franco para entregármelas y de enviar las mías.
Aquí una de las cartas que recibí, del 24 de enero de 1956:
La Paz, 24 enero de 1956
Querida Giuseppina:
Nunca he dudado de nuestro amor, siempre he tenido fe en tu respuesta, la que ha llenado mi espíritu de gran alegría. Por primera vez en mi vida la emoción me embarga y no deja coordinar mis ideas; de todos modos, tratare de hilvanar estas líneas de la mejor forma posible.
Estoy convencido de nuestra felicidad y tus anunciados propósitos para lograrla reflejan tu bondad y sinceridad, sentimientos que aprecié y me cautivaron desde el primer momento. En mí encontrarás al esposo afectuoso y comprensivo cuyo único oficio será quererte con toda su alma y de por vida, ofreciéndote a cambio de todas tus virtudes, cariño y afecto, lo único que tengo y que desde ya son tuyos sin límite ni restricción alguna.
Efectivamente en el aspecto sentimental la suerte me fue adversa, pero estoy convencido, y tal como me lo prometes, compensarás con creces la felicidad que el destino se empeñó en arrebatarme.
Mucho te agradezco por tus oraciones. Quiera el Altísimo colmarnos de dicha y felicidad pues, nunca como ahora, necesitamos de sus bendiciones para conjurar y resolver los problemas que el cotidiano vivir nos presenta.
Desde mi infancia he estado a cargo de mi hermana y cuñado, ellos velaron por mí y a sus consejos y ejemplo debo lo que soy. Afecto sin límites me prodigaron y siempre estuvieron a mi lado en las buenas y en las malas, por eso ahora son los primeros en alegrarse de mi felicidad. Solo así puedes explicarte el empeño que pusieron para que nuestros sueños se realicen.
He visto por conveniente que nuestra boda se efectúe en Trecchina, o sea, remitiré a mi cuñado un poder para que me represente en la ceremonia civil. Posteriormente te embarcaras en Nápoles rumbo a tierras americanas y en el puerto de Arica, Chile, estaré esperándote para proseguir a La Paz. Esta me parece la mejor solución y creo que tú piensas de la misma forma. La fecha y los demás detalles es cosa tuya, y cualquier determinación que tomes estaré de acuerdo.
Escribo también a mi cuñado, el me dará su opinión y me pedirá todos los documentos necesarios. Supongo que todos los trámites y tus arreglos no demorarán ni requerirán de mucho tiempo.
Desearía que me envíes tu fotografía, desde ya yo te remito la mía que despache hace algunos días. Con ella estaré contento mientras llegue el día en que te tendré a mi lado.
No tardes en contestar, tus cartas aminoran un tanto las ansias que tengo de abrazarte.
Con saludos para tu mamá, hermanas y Zia Erminia, recibe un fuerte pero muy fuerte abrazo.
Francesco
P.D. Si nuestras cartas demoran no debe alarmarte, ya que el servicio postal es el culpable.
Esta es mi carta de respuesta del 7 de marzo de 1956:
Trecchina 7/3/1956
Franco carissimo,
La tua lettera giuntami ieri ha recato al mio cuore una nota soave di gioia e di felicita.
I giorni di attesa mi son sembrati interminabili, li ho trascorsi pensandoti ed ho vissuto con solo caro ricordo, il tuo.
Ti ho risposto súbito perche voglio dirti una gran bella cosa, Indovina?
Prima di ragguingerti non poso dirtela da vicino e quindi un bisogno imperioso mi spinge a comunicártela. Son tre parole, una piu bella dell’altra. «Ti voglio bene!».
Non puoi inmaginare che cosa e racchiuso in queste tre belle parole!
Tutta l’ anima mia, tutto cio che di piu bello, di piu santo, di piu grande é nel mio cuore.
Ti voglio bene perche son sicura che anche tu me ne vuoi e sarai capace di comprendermi e di farmi felice.
Ho affidato il mio cuore a te con dedizione e devozione, a amarti eternamente, dimostrarti continuamente tutto il mio affetto che sara immenso.
Ti sapro dare tanto amore, tanta tenerezza che da la gioia di essere felici di quella felicita che da ogni sorriso.Mi e dispiaciuto mollto la morte della tua cara mamma, con tutto il cuore ti invio le miei piu vive e sentite condoglianze. Il Signore l’abbia voluto accogliere in paradiso.
I mie tutti ricambiano carissimi saluti come pure la zia Erminia.
Con il desiderio di presto leggerti, abbiti da me tutti i palpiti del mio cuore!
Giusy
(TRADUCCIÓN AL ESPAÑOL)
Trecchina, 7 de marzo, 1956
Franco querido,
Tu carta que me llegó ayer, trajo a mi corazón un suave sentimiento de felicidad. Los días de espera me parecieron interminables, los pasé pensando en ti y solo traté de vivir con tu recuerdo.
Te respondo rápido porque quiero decirte una bella cosa. ¿Adivinas?
No te la puedo decir de cerca y por lo tanto tengo una necesidad imperiosa que me empuja a comunicártela. Son tres palabras, una más linda que la otra: ¡Te quiero tanto!
¡No te puedes imaginar qué cosa encierran estas palabras! Toda mi alma, todo aquello que es bello, lo más santo, ¡lo más grande está en mi corazón!
Te quiero porque estoy segura que tú también me quieres y serás capaz de comprenderme y de hacerme feliz. Te entrego mi corazón con dedicación y devoción. Amarte eternamente, demostrarte continuamente todo mi cariño, que será inmenso.
Te daré tanto amor, tanta ternura que la alegría de ser felices será como la felicidad de cada sonrisa.
Me dio mucha pena la muerte de tu mamá, con todo el corazón te envío mis más sentidas condolencias. El Señor la llevo al paraíso.
Con el deseo de leer tus cartas rápido, ¡te envío todos los pálpitos de mi corazón!
Giusy
MATRIMONIO
Mis papás estuvieron unos años en una relación solo por cartas. Finalmente acordaron casarse el 2 de marzo de 1957, pero bajo las leyes bolivianas, ya que en Bolivia se aceptaba el divorcio mientras que en Italia no era permitido. Para esa fecha, ella tenía veintinueve años y él, cuarenta y ocho.
Para casarse por las leyes bolivianas, tuvieron que hacerlo con un poder, ya que mi papá no podía viajar a Italia por razones de trabajo. Se tramitaron muchos documentos y se verificó el acto a través de la embajada boliviana en Roma. Raffaele representó a mi papá en el acto oficial.
LA TRAVESÍA DE BARCO
Franco no pudo venir a Italia a recogerme, por tanto trabajo que tenían en la fábrica de mármol. Entonces acordamos que, tan pronto estuviesen los papeles del matrimonio listos y firmados, yo tomaría un barco que me llevaría hasta Arica, donde él me recogería.
Tomé el barco desde el puerto de Nápoles el 20 de mayo de 1957. Fue uno de los viajes más hermosos que tuve, era la adulada de los pasajeros y la tripulación. Paramos en varios puertos, tales como Génova y Barcelona.

En la travesía fui nombrada Reina del Mar, lo cual me lleno de alegría. Fue muy emocionante verme coronada, compartir con el Rey Neptuno, y bailar el primer vals con el Comandante de abordo.

Llegamos a Arica el 16 de junio de 1957. Para despedirme, se presentaron los doce oficiales que había a bordo, me invitaron champagne y pusieron por los altoparlantes una canción muy conocida en Italia: Addio, mia bella signora. Me habían dado tantas atenciones que quería comprarles algo. Con el último dinero que tenía les compré una caja de chocolates Baci Perugina, la abrí para ofrecerlos a los oficiales. Fue un momento muy bello de mi vida.
ENCUENTRO CON FRANCO
Sigue contando mi madre:
El puerto de Arica no tenía la suficiente profundidad para que el barco pueda acercarse al muelle, así que una lancha vino a buscarme. Era una lancha toda vieja y rota. Sobre la cubierta estaba Franco, sus dos hijos Amparo y Mario (de 18 y 16 años respectivamente), Mario (el hijo menor de Rafaelle) y su esposa, Anita Reyes Ortiz de Grisi.
Estaba vestida muy elegante, con un traje sastre que me sirvió muy bien en los otros puertos. Pero una cosa era desembarcar del barco directo al muelle, con todas las comodidades, y otra era bajarme por una escalera lateral del barco a una lanchita desvencijada que se movía en el mar. ¡Y mi falda apretada! Era un poco incómodo.
Tiempo después, Anita me contó que, cuando me vio la primera vez, se dijo: “¡Esa no puede ser la esposa del tío Paco!”. Esa noche nos alojamos en un hotel desastroso, con unos almohadones de arena. No había restaurantes donde comer. Esperamos cuatro días hasta tomar el próximo avión a La Paz.

Y POR LOS SIGUIENTES AÑOS…
Pasaron muchas cosas desde que mis padres se casaron. Para resumir, lo contaré mejor en fotos:







ROSA, DE VUELTA A LA PAZ
Rafael murió en 1975. Un año después, en 1976, llegó Rosa para estar acompañada de sus hijos. Ella se vino a vivir primero con nosotros a la casa. Todos la queríamos mucho. Después se trasladó a un departamento independiente. Murió el 8 de mayo de 1981.
EL FATAL ACCIDENTE
Dos años después del fallecimiento de Rosa, mi papá tuvo un serio accidente de tránsito. El 12 de marzo de 1982 estaba cruzando el Prado a la altura del Cine 16 de Julio cuando una vagoneta, que subía por la calle Batallón Colorados, giró súbitamente hacia la derecha, atropellándolo en el camino. Quedó en muy mal estado y lo tuvimos que llevar a la clínica de inmediato.
A pesar de que le realizaron dos operaciones, su situación cada vez empeoraba más. Anita, la esposa de Mario Grisi, le donó sangre.
Nos quedamos a su lado todo el tiempo. No lo dejamos solo en ningún momento. Él también nos pedía que no nos alejemos. Así pasaron dieciocho días. Falleció el 29 de marzo de 1982. Tenía setenta y tres años. Lo enterramos al siguiente día, que era justo mi cumpleaños.
Mis papás compartieron veintiséis años de matrimonio.
LA VIDA CONTINÚA







ALGUNAS PALABRAS PARA TERMINAR
Estas son palabras de mi madre, cuando contó su historia. Aquí las reproduzco:
He tenido momentos muy bonitos en mi vida, me siento contenta y satisfecha. Pasé por momentos difíciles que me hicieron pensar y decidir. He tomado decisiones firmes: “No, tal cosa no la voy a hacer, voy a hacer tal otra, porque esto me parece mejor”.
Creo que he sabido escoger. Voy a decir estas palabras con todo mi corazón: “Franco é stato il mio compagno sognato, il amico, l’amante perfeto per me, il sposo affettuoso, il confidente sincero”. He sido feliz con él. Él me ha querido un mundo, nunca me ha ocultado nada, yo tampoco a él.
La nuestra ha sido una unión muy bonita, muy sincera. Había una diferencia de edad, pero esto no lo he notado nunca. No hay día que no recuerde a Franco, no hay noche antes de dormir que mi pensamiento no vaya donde él. Franco era una persona que se merecía cariño, respeto, atención. Era maravilloso.
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GALERÍA DE FOTOS





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Nota del editor: Esta historia se basa en entrevistas y posteriores revisiones con Giusy y Patty Orrico realizadas en marzo de 2019 y mayo de 2020, con datos aportados por algunos familiares. La redacción y edición son de Marcos Grisi Reyes Ortiz.