La fe Bahá’í es una religión independiente que actualmente cuenta con más de siete millones de seguidores y está presente en todos los países y territorios del mundo. Es la segunda religión más expandida después del cristianismo.
Nosotros creemos que sólo hay un Dios único y verdadero y que todas las religiones (cristianismo, hinduismo, budismo, islam, judaísmo) deben ser amadas, estudiadas y respetadas. Todas ellas forman parte del mismo mensaje divino, sin importar el lugar geográfico o el tiempo en que se dieron. A esto lo llamamos “unidad de la religión”.
También creemos que todas las religiones fueron fundadas por mensajeros divinos, a quienes llamamos Manifestaciones de Dios. La secuencia de las Manifestaciones de Dios a través de los tiempos la llamamos “Revelación Progresiva”.
LA REVELACIÓN PROGRESIVA
En la Revelación Progresiva cada uno de los mensajeros de Dios cumplió un rol y dejó un claro mensaje, de acuerdo al lugar y a los tiempos en los que le tocó vivir.
El punto cero, o inicio de la Revelación Progresiva, es Adán, del libro de Génesis. En la fe Bahá’í, Adán no es considerado como el primer hombre sobre la tierra, sino como el primer hombre evolucionado. Fue el primero que se preguntó por el sentido de la vida, que tomó conciencia de que era un ser sobre la tierra y que había algo superior quien lo había creado, por eso es nuestro referente.
Después de Adán, como punto de inicio, vino el primer mensajero, Krishna (entre 3200 y 3000 AC), que nos trajo el concepto del amor.
El segundo mensajero fue Abraham (entre 3000 a 2000 AC), quien nos enseñó la unicidad de Dios.
El tercer mensajero fue Moisés (entre 1500 a 1330 AC), quien nos trajo la ley.
El cuarto mensajero fue Zoroastro (entre 900 a 700 AC), quien nos trajo la pureza.
El quinto mensajero fue Buda (entre 500 y 560 AC), quien nos enseñó el desprendimiento.
El sexto mensajero fue Jesucristo (año 0 a 33 DC), quien nos renovó en el amor y nos enseñó la humildad.
El séptimo mensajero fue Muhammad (570 a 622 DC), quien nos enseñó el sacrificio.
El octavo mensajero fue el Báb (1844 DC), quien nos trajo la regeneración del espíritu humano.
El noveno mensajero fue Bahá’u’lláh (1863 D.C.), quien nos trajo el concepto de la unidad de Dios, de la humanidad y de la religión.
En la fe Bahá’í tenemos constancia de que estas nueve Manifestaciones de Dios existieron. Sin embargo, el hecho de que haya habido otras religiones nos da un indicio de que sí hubo otras manifestaciones pero que no dejaron rastros o se han perdido en la memoria. Es posible que otros mensajeros hayan vivido en tiempos muy precarios o en civilizaciones donde todo se ha quemado o destruido, entonces no existe constancia de ellos.
En nuestra fe, así como reconocemos a los mensajeros hacia atrás, reconocemos también que vendrán en el futuro muchos mensajeros más. De eso se trata la Revelación Progresiva y por ende, la unidad de la religión. Dios nos envía un guía, un médico, de tiempo en tiempo, para que lidie con las enfermedades del mundo, cumpliendo la promesa que le hizo a Abraham (el pacto de Dios con el hombre), tal como lo explica Bahá’u’lláh.
EL BÁB, EL OCTAVO MENSAJERO DE DIOS
El octavo Mensajero es el Báb. Su nombre de nacimiento es Siyyid ‘Alí-Muhammad, nació en Persia (Irán actual) en 1819 y fue martirizado y muerto en 1850 a sus treinta años por las autoridades, tal como anunciaron las profecías. Se le conoce como “El Báb”, porque Báb en árabe significa “La Puerta”, la puerta por la cual pasará el Mensajero de Dios que unirá a la humanidad.
Cuando el Báb tenía veinticuatro años, tuvo la visión de que él era la persona elegida para iniciar una nueva era en la humanidad, de acuerdo a lo que indican las escrituras sagradas del Corán. Él inició una nueva religión, llamada Babismo, que postula que todas las religiones reveladas por Dios a la humanidad forman parte de una sola religión. Él también postula la igualdad entre hombres y mujeres y la eliminación de prejuicios de cualquier clase.
El babismo fue una religión independiente del Islam, por eso los musulmanes nunca la reconocieron y por eso lo martirizaron. Es más, el Báb fue fusilado por presión del clero islámico. Sin embargo, ello no quiere decir que debemos guardar resentimientos. Recordemos que hablamos de personas, no de la fe de Dios. Para nosotros el Islam, así como cualquier otra religión, es muy respetada. De hecho, Su Santidad Muhammad, tiene el mismo rango que todos los demás Mensajeros de Dios, todos son iguales en condición.
La misión del Báb fue prepararnos para la llegada de la nueva Manifestación de Dios, que llegaría con un nuevo mensaje, el de la unidad de la humanidad. Es por eso que él tomó el nombre de La Puerta, porque fue el antecesor de Bahá’u’lláh (La Gloria de Dios). Comparado con la historia en la Biblia, se podría decir que el Báb tuvo una misión similar a la de Juan el Bautista, quien preparó la llegada de Jesús, ya que el Báb preparó la llegada de Bahá´u´lláh. Sin embargo, San Juan Bautista tiene el rango de profeta menor, mientras que nosotros consideramos al Báb como una Manifestación de Dios.
El Bab y Bahá’u’lláh fueron contemporáneos. Ambos son Manifestaciones de Dios simultáneas, pero se los reconoce de manera separada, ya que cada uno tenía una misión particular, un trabajo puntual y un mensaje concreto que desarrollar con y para la humanidad. En la fe Bahá’í, reconocemos este milagro único, que lo llamamos “Las Manifestaciones Gemelas”.
BAHÁ’U’LLÁH, EL NOVENO MENSAJERO DE DIOS
El noveno Mensajero de Dios es Bahá’u’lláh. Su nombre de nacimiento es Mirza Hussein-‘Alí Nurí, nació en Teherán (Irán) el año 1817 y murió en 1892. Tomó el nombre de Bahá’u’lláh que significa “La Gloria de Dios”.
Bahá’u’lláh nació musulmán y estudió el Corán. Tuvo inicialmente una vida acomodada, ya que su padre era un respetado noble que ocupaba un cargo de ministro, lo que le aseguraba por herencia una posición acomodada en la sociedad persa de aquel entonces. Cuando el Báb lo invitó a ser Babi, él lo reconoció al momento y se conviertió al Babismo. Eso le empezó a generar problemas con las autoridades, por lo cual, al final, cayó preso por sus creencias religiosas.
Ahí, cuando estuvo preso en el Pozo Negro, en una celda donde se suponía que no iba a durar, se le manifiestó la visión que él era el mensajero esperado de todas las épocas y por todas las religiones, por lo que tiene que llevar adelante su misión. Le costó once años asumir que él era verdaderamente El Elegido. Tuvo que prepararse para ese reto y no le fue tan sencillo. Eso pasa con los Mensajeros de Dios, se toman su tiempo, porque ellos no dejan de tener una condición humana, por más que tengan ese saber divino.
Cuando El Báb fue fusilado en 1850, a sus treinta años, Bahá’u’lláh tenía treinta y tres. Los Babis quedaron dispersos y sin guía. Bahá’u’lláh decidió reunificarlos y seguir con ellos. Hay una profecía que dice que el Mensajero de Dios, el que va a hablar claro, el que va a unificar al mundo, vendrá de oriente a occidente y no viene por su voluntad.
Como Bah’u’lláh nació en la nobleza, las autoridades no podían simplemente matarlo, lo único que podían hacer era exilarlo o meterlo preso. Entonces, para liberarse de él, lo enviaron de Teherán a Bagdad (Irak), de Bagdad a Adrianápolis (Turquía), y de Adrianápolis a Akká (Tierra Santa), que actualmente es el puerto israelita de Haifa. En ese entonces, era el confín del Imperio Otomano, lo más inhóspito y putrefacto que había. Desde ahí, él declaró su misión.
Bahá’u’lláh se atrevió, como Manifestación de Dios, a enviar cartas a Napoleón III de Francia, a la Reina Victoria de Inglaterra, al Zar de Rusia, al Káiser de Alemania, en fin, a todos los monarcas del mundo de esa época, para abogar por la paz mundial y la unidad de la humanidad.
Sobre las respuestas que obtuvo, la Reina María de Rumanía se hizo Bahá’í y dicen que gracias a ella ese linaje pudo mantenerse. La Reina Victoria, le contestó que si eso venía de Dios, así sería y al final, es el único reino que todavía persiste en el tiempo. Napoleón III le respondió amenazante. Bahá’u’lláh recibió el apoyo del Zar de Rusia. El Embajador de Rusia en Persia quería darle toda su riqueza, pero él se negó.
Bahá’u’lláh murió a los setenta y cinco años. Él dejó escritos para los próximos mil años (periodo conocido como la Dispensación de Bahá’u’lláh), que fueron seguidos y cuidados posteriormente por su hijo Abdu’l-Bahá y luego por su nieto, Shoghi Effendi. Actualmente, sus enseñanzas están al resguardo de la Casa Universal de Justicia, que está en Haifa, Israel, compuesta por nueve miembros elegidos a nivel mundial.
LOS SALTOS EVOLUTIVOS
Personalmente, me gusta mucho el hecho de pensar y sentir que cada vez que viene un Mensajero de Dios, independientemente del gran salto evolutivo y el florecimiento cultural que tenemos como civilización, podemos tener la dicha de contar con un nuevo Atributo o Nombre de Dios. Lo que ellos hacen, su sacrificio y lo que cada uno de ellos nos trae, se queda en nuestro progreso del alma para siempre.
Cuando una persona evoluciona, su entorno o su área de influencia también evoluciona. Si una persona puede hacerlo, ¿cómo no lo puede hacer un mensajero de Dios? Ellos traen toda la luz a la Tierra. Cuando vino Muhammad (Mahoma está mal dicho, porque es despectivo para un musulmán, los ingleses le pusieron ese nombre) a la Tierra, la cultura árabe floreció. De pronto, las artes, la ciencia, las matemáticas (álgebra, geometría, aritmética y trigonometría), la astronomía, la botánica, la medicina y la farmacología progresaron. A ellos les debemos el avance de esas ciencias.
Las Manifestaciones de Dios son los espejos por los cuales podemos mirar a Dios. Es así de sencillo: al sol no se le puede mirar directo porque nos podemos quedar ciegos. Tiene que haber un filtro o un canal para poder verlo. Los Mensajeros son ese canal, por el cual baja el conocimiento directamente de Dios y ellos nos lo transmiten con un lenguaje más entendible y más simple.
CARACTERÍSTICAS DE LOS MENSAJEROS DE DIOS
Los Mensajeros de Dios son divinos, son seres superiores a nosotros, adaptan la forma humana pero en realidad tienen condición divina. Pero, a la vez, todos sin excepción, en algún momento, pidieron a Dios que les quite esa carga de encima, porque no dejan de seguir teniendo su condición humana. Todos han sufrido muchísimo por ese motivo.
Hasta que los Mensajeros tomen consciencia de su condición divina y se manifiesten, puede pasar un tiempo. Bahá’u’lláh por ejemplo, tomó consciencia cuando estaba en la cárcel, a los veinticinco años. Buda lo hizo a sus treinta y cinco. Y no es que hayan sido mientras tanto seres humanos comunes y corrientes. Nacen especiales y siempre se caracterizan por ser doctores o conocedores de algo sin haber estudiado. Y la gente no les entiende.
LAS LEYES DIVINAS (ETERNAS) Y LAS LEYES SOCIALES (TEMPORALES) DE LOS MENSAJEROS DE DIOS
Nosotros en la fe Bahá’í creemos que cada Mensajero de Dios trae dos tipos de leyes. Por un lado, está la ley divina, que es la ley eterna y es exactamente la misma desde Abraham hasta Bahá’u’lláh. Y, por el otro lado, está la ley social, que es temporal y que cambia según los tiempos y los lugares donde nacieron y vivieron los mensajeros. Las demandas y necesidades no son las mismas de un lugar a otro, de un mensajero a otro, de un tiempo a otro. Es por ello que quedan obsoletas en el tiempo. La religión no debería quedar ajena a ello, pues es evolutiva, igual que la ciencia.
Tiene sentido que la ley temporal cambie, pues cada mensajero tuvo que adaptarla de acuerdo al lugar donde le tocó vivir y tuvo que hacerlo de manera suave y progresiva, evitando así crear reacción o resistencia. Por ejemplo, si a Bahá’u’lláh le tocó vivir en Persia en un determinado momento, debió de adaptar las leyes de Persia según como vio conveniente hacerlo. Si la ley del lugar permitía que el hombre tenga varias mujeres, entonces él se limitaba a decir que “si las podía mantener, podía tener más de una” y en la práctica, como no les era factible, poco a poco comprendieron que sólo podían tener una. Pero ello llevó su tiempo y se hizo el tránsito. Lo mismo con lo dicho por Jesús, “al César lo que es del César”, se adaptó a la cultura de su tiempo.
AMPLIAR LOS CONOCIMIENTOS Y EL ESTUDIO DE LA FE
Los principios Bahá’ís incluyen la libre investigación de la verdad de todas las ciencias. Con una persona Bahá’í se puede conversar sobre todo tipo de temas, ya que nosotros no hacemos separación entre ciencia y religión; porque, si ves las cosas solo desde el punto de vista religioso, te vuelves fanático y si las ves sólo desde el punto de vista científico, te vuelves materialista. Es por eso que, para nosotros, la ciencia y la religión siempre van unidas. Creemos en todo lo que la ciencia compruebe, así como en todo lo que la religión de Dios nos enseña.
Como fundamento, para conseguir esa sabiduría, se debe ampliar los conocimientos y el estudio de la fe. Nosotros entendemos que la rivalidad entre religiones se da justamente por ese desconocimiento y, se entiende, no se puede amar lo que no se conoce. Por ello la gente no tiene tolerancia y no acepta a las otras religiones o, peor, se pelean entre ramas de una misma religión. Ese entendimiento entre diferentes fes se tiene que dar, es lo que toca en esta época. Sino la venida de Bahá’u’lláh, no tendría sentido. Según su dispensación, tenemos mil años para conseguirlo.
LOS PRINCIPIOS BAHÁ’ÍS
Yo creo firmemente en los Principios Bahá’ís. Gracias a ellos es que acepté la fe.
Estos principios son:
- La libre investigación de la verdad.
- La unidad de la humanidad.
- La religión como causa de unión y armonía.
- La igualdad de derechos y oportunidades para el hombre y la mujer.
- La armonía entre la ciencia y la religión.
- La eliminación de todo tipo de prejuicios (raciales, religiosos, sociales y nacionales).
- La educación universal.
- La abolición de los extremos de riqueza y pobreza.
- Un tribunal internacional de justicia.
- El establecimiento de un idioma auxiliar universal.
- La paz universal.
- El trabajo en espíritu de oración, como adoración a Dios.
Estos principios ahora parecen obvios, pero hace ciento setenta y cuatro años atrás, cuando El Báb primero. y Bahá’u’lláh después, los postularon, no eran tan obvios. Hablar en términos de igualdad entre hombres y mujeres en un país musulmán en esa época (e inclusive ahora), no era lo más normal. Hablar en igualdad de la ciencia y la religión, la eliminación de prejuicios, principalmente de los religiosos… Es muy llamativo que esos mensajes vengan de oriente hacia occidente.
Uno de los mandatos Bahá’ís más importantes, es el concepto del servicio a los demás, a la comunidad donde vives, a la humanidad. Es decir, mientras más sirves a los demás, más te olvidas de ti mismo y eliminas el falso yo. Ese es el sentido de la vida, vinimos para servir. Porque cuando servimos a los demás, recién nos manifestamos como seres de luz.
El autoconocimiento también es muy importante para un bahá’í, pues cuando nos conocemos a nosotros mismos conocemos a Dios y viceversa, cuando conocemos a Dios, nos conocemos a nosotros mismos. Las dos caras de una misma moneda.
Como Bahá’ís, también cumplimos los mandamientos, que son los mismos en todas las religiones (no mentir, no matar, no robar…). Nuestro libro más sagrado es el Kitáb-i-Aqdas, que es el equivalente a la Biblia Cristiana, ahí se nos indica qué debemos hacer y qué no.

EL CALENDARIO QUE SEGUIMOS EN LA FE BAHÁ´Í
Para nosotros, la Era Adánica (de Adán, del libro del Génesis) terminó con la Declaración del Báb. A partir de ahí empieza otra era, la Era Bahá’í y nos regimos con otro calendario en esta nueva era, el calendario Badí.
El calendario Badí tiene 19 meses de 19 días cada uno. Suman 361 días. Los 4 que sobran (5 en años bisiestos) se llaman Días Intercalares.
En el último mes, “Alá” (Sublimidad), tenemos el ayuno. Durante esos 19 días de ayuno, no comemos ni bebemos nada desde la salida del sol hasta la puesta del sol. Sé que puede parecer extremo, pero si se piensa que como buen cristiano se debería ayunar los 40 días de la cuaresma y los musulmanes ayunan en el Ramadan que son 30 días, entonces, el ayuno Bahá’í, se queda corto.
Nuestro ayuno tiene dos connotaciones: a nivel personal/corporal, nos ayuda a depurarnos y a limpiarnos para empezar el nuevo año. Y, a nivel espiritual, nos ayuda a prepararnos y a estar en armonía con Dios. Es una ofrenda y al mismo tiempo es una contribución personal para conseguir el bienestar de la humanidad. Es nuestro sacrificio por la unidad de la humanidad.
Hacemos esto en todo el mundo, somos siete millones de personas haciendo lo mismo y al mismo tiempo. Esto tiene que tener una trascendencia espiritual y seguro que ayuda en la evolución de la humanidad.
La fe Bahá’í, como toda religión, tiene sus feriados por sus fechas sagradas. Nosotros tomamos como feriado nuestro Año Nuevo, la Declaración y la Ascensión de Bahá’u’lláh y el Nacimiento y el Martirio del Báb, entre otras.
LA VIDA DE UN BAHÁ´Í
Un Bahá’í nunca agarraría un arma, no podría tomar una porque no creemos en ese tipo de defensa, no aprobamos la violencia. Aunque en ciertas ocasiones, esté permitido el término “en defensa propia”, sé que un Bahá’í preferiría entregar su vida.
Sobre el alcohol o las drogas, nosotros no podemos tomar nada que haga daño a nuestro cuerpo físico o a nuestra mente, o que altere nuestra consciencia o nuestra capacidad de tomar decisiones. En la fe Bahá’í no existe eso de que “estaba borracho y no me di cuenta”.
Nosotros siempre tenemos que estar conscientes, pues somos los responsables de nuestros actos. El alcohol y las drogas alteran nuestra capacidad de estar conscientes.
El fumar no se aconseja, pero no está prohibido.
Sobre la comida, por ejemplo, Abdu´l-Bahá dice que nuestras mandíbulas no están desarrolladas para rasgar la carne, más bien están hechas para moler granos, por lo que se podría recomendar el vegetarianismo. Sin embargo, el comer carne no está prohibido. Considero que no se puede pedir a la gente que de golpe deje de comer carne o de fumar, todo dependerá de su grado de evolución, de dónde se encuentre y de las costumbres que rijan el lugar. Los cambios se dan, pero necesitan tiempo.
LAS CASAS DE ADORACIÓN BAHÁ´Í
A nuestras Casas de Adoración o Templos Bahá’ís, los llamamos por su nombre original: Mašriqu-l-‘aḏkār, que en árabe significa: “Punto de Amanecer del Recuerdo de Dios”. Los templos tienen nueve entradas que representan a cada uno de los Mensajeros y de sus religiones, para que todos entremos a alabar a Dios.
Nuestros templos solo tienen asientos, no hay imágenes, y en la entrada se encuentran los libros sagrados de cada una de las religiones. Ahí un judío puede tomar la Torá y empezar a orar, o un musulmán puede tomar el Corán y empezar a recitar.
Cuando se está en el templo, cualquier persona de cualquier religión puede sentir y conectarse con Dios, con la fuerza, la fuente y la energía, según lo que crea. Así todos estamos en paz y armonía y podemos adorar a Dios.
Uno de los símbolos Bahá’ís, es la estrella de nueve puntas, donde cada punta representa a una de las Manifestaciones de Dios. Es normal encontrar una de ellas en los templos, generalmente en el medio del techo, a manera de cúpula o como tragaluz. Está ahí para recordarnos al Espíritu Santo, en calidad de intermediario entre Dios y nosotros.
No tiene sentido para nosotros que digan, como alguna vez me dijeron, que nos vamos al infierno por no creer en Cristo. Como Bahá’í, no solo creo en Cristo, sino que lo amo, así como a cada una de las Manifestaciones de Dios. De hecho, ahora que soy Bahá’í, entiendo más a Cristo y lo que enseña la Biblia que antes, cuando era católica.
Hay que entender que cada una de las religiones tuvo un Mensajero Divino o Manifestación de Dios y que cada uno de ellos trajo algo para la evolución de la humanidad. Gracias a eso, soy como soy ahora. Gracias a que mis padres creyeron en ellos, es que yo puedo creer ahora. Eso también es progresivo y continuado.
LA ORGANIZACIÓN DE LA FE BAHÁ´Í EN EL MUNDO
Una cosa interesante de la fe Bahá’í, es que no tiene clero, no hay superiores, todos somos iguales y tenemos la misma obligación de llevar el mensaje de Dios. Personalmente creo que, cuando el hombre mete sus manos en los asuntos o escritos de Dios, corrompe el mensaje y ahí comienza la declinación de la religión.
Bahá’u’lláh dejó claramente establecido que, cuando se acabase su linaje, los asuntos de la fe Bahá’í serían administrados por la Casa Universal de Justicia. Así es como funciona ahora. Esta casa se encuentra en Israel y tiene a su cargo la difusión de las enseñanzas de la fe, para que el mensaje de Bahá’u’lláh llegue a cada rincón del mundo. También cuida que lo que se profesa en una ciudad sea lo mismo que se profesa en Reikiavik o en Pekín. Siempre es el mismo mensaje, sin distorsiones, todo ello para evitar que la fe comience a dividirse en sectas.
No recibimos dinero ni donaciones de nadie que no sea Bahá’í. Bahá’u’lláh dijo que nos tiene que costar a nosotros construir nuestros templos.
LOS TEMPLOS BAHÁ’ÍS EN EL MUNDO
Para terminar, podemos hablar de la belleza de los Templos Bahá´ís, que se encuentran en todo el mundo, uno por continente. En América, los tenemos en Illinois (USA), en San Miguelito (Panamá) y en Santiago (Chile); en las Islas del Pacífico, se encuentra el de Samoa; en Oceanía, está el de Australia; en Europa, el de Alemania; en África, el de Uganda; en Asia, el de Delhi, India, que tiene el diseño de la flor de loto. Como ya dije antes, cualquiera que quiera, puede entrar y adorar a Dios, de acuerdo a sus creencias.
Esta foto corresponde a la Casa de Adoración de la India y se encuentra en Delhi, fue inaugurada en 1986. Tiene la forma de la flor de loto y tiene 9 entradas.
La siguiente foto es del Templo Bahá´í de Chile, la Casa de Adoración de Sudamérica y el último templo en ser construido. Se inauguró en octubre de 2016. Tiene forma de la flor del tulipán.
Y finalmente, este es el mausoleo del Bab, que se encuentra en la cúspide del Monte Carmelo en Haifa, Israel. Ahí mismo se encuentra la Casa Universal de Justicia y por ello, es un lugar sagrado para los bahá’ís. Se lo conoce como el Centro Mundial Bahá’í.
Para saber más de la fe Bahá’í, puedes hacer click en el siguiente enlace: http://www.bahai.org/es/
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Nota del editor: Esta historia se basa en una entrevista y posteriores revisiones con Gabriela Gonzáles entre octubre y diciembre de 2017. La redacción y edición son de Marcos Grisi Reyes Ortiz.
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