Drina Krsul: coleccionista de pasiones

Tiempo de lectura: 17 minutos

Yo creo que las pasiones son un camino. No son el fin, no es lo único que tú haces, sino es aquello en lo que te metes, te zambulles. Es algo en lo que pones amor, cariño, dedicación y a lo que diriges tus pensamientos.

Puedo definirme como una coleccionista de pasiones. Hay muchas cosas a las que me sumerjo y me encantan, las amo, las voy reuniendo, se van quedando. Algunas más intensamente que otras: unas son del momento, otras son del pasado, pero siguen en mi vida de una forma u otra. Algunas, incluso, van corriendo en paralelo y otras empiezan y terminan para dar lugar a una nueva.

Con las pasiones puedes tener una etapa de enamoramiento; es cuando, al inicio, concentras las reflexiones, ideas, energía y horas de sueño a esa persona o actividad. Y después, en algún momento, esa intensidad puede bajar, pero la historia de cómo has ejecutado o transitado por esa pasión hace que esta deje una huella: se queda como parte de tu vida, se vuelve parte de tu ADN.

Pienso que al permitirnos sentir y vivir nuestras pasiones vamos también construyendo una vida propia. Estas emociones se van fusionando dentro de la persona en un proceso contínuo, no importa la edad que se tenga.

Contaré ahora acerca de las cosas que me apasionan. Algunas tienen muchos años de madurez, otras son más recientes. No son todas, quedarán para otro momento temas que también me motivan, como mi trabajo o mi profesión como ingeniera.

MI ÁRBOL DE NAVIDAD

Hay una pasión que tengo, que puede ser muy trivial, pero la tengo. Desde que nacieron mis hijos empecé a coleccionar objetos de Navidad… y a utilizarlos para recrear un pueblo en pequeña escala. Cada año con mis hijos hacíamos adornos, los íbamos colgando, la colección ha ido creciendo y creciendo y ahora llegó un punto en el que tengo un pueblo que ocupa prácticamente todo el living de mi casa.

El árbol mismo tiene bolas de todas partes, de todo tipo, algunas son plásticas compradas en Disney World y otras son recuerdos de algunos viajes hermosos. Hoy por hoy, no hay viaje que yo haga en el cual no busque algo para sumar a la decoración de fin de año.

Cuando llega la época de Navidad, tardo un par de semanas en armar el pueblo y el árbol. No te podría decir que es una colección de cosas, sino una acumulación de pequeños y hermosos objetos que me traen recuerdos de algo o de alguien y, además, me transportan a otras navidades. Cuando lo armo, voy cocinando, pongo música (que además es música navideña), tomo mi vino y vuelve entonces esa sensación de amor, de familia.

Otra cosa interesante de este pueblo en pequeño es que trae al presente esos viajes donde, en cada lugar que visité, compré algo. Tengo, por ejemplo, un juego de safari de un viaje a Kenia, hay una pista de esquí metida por ahí de cuando fui a Nueva Zelanda, hay tótems de algún viaje a Canadá. Se puede encontrar de todo. Es decir, es como un reflejo de mi vida, de una forma u otra, y evidentemente es una pasión. Ya van veintitrés o veinticuatro años que armo este árbol-pueblo de Navidad.

KABBALAH

Yo llegué a Kabbalah en un momento de mi vida en el que estaba buscando algo de paz. Había salido de mi divorcio e intentaba encontrar mi centro; sentía que mis emociones surgían un poco desbordadas.

En ese entonces traté de aliviar ese vaivén emocional con la meditación, que aprendí de manera informal a través de un par de amigos que me dijeron cómo hacerlo. Uno de ellos me recomendó ir donde una persona que también hacía Reiki, que me serviría también para armonizar mis centros emocionales.

Esta persona resulta que también daba cursos de Kabbalah. Tomé un par de ellos y me impresionó; me encantaron sus fundamentos, porque la filosofía que tiene es muy dulce, muy real.

¿Qué quiero decir con real? En algún momento tuve cuestionamientos profundos religiosos, no podía entender cómo era posible que un Dios omnipotente y bueno pueda castigar, no me cuadraba. Con Kabbalah me di cuenta de que si crees en un espíritu o en una fuerza creadora, ya sea que lo llames Universo o Dios —yo tiendo a llamarlo más Universo—, este es bueno. Lo que tú haces, no es bueno ni malo, es parte de tu proceso de aprendizaje.

Kabbalah es una filosofía y una forma de vida. Tiene una serie de reglas éticas que generan responsabilidad sobre tus actos individuales. Además, asumes que eres una persona que tiene que aportar al mundo, que todo lo que tú haces tiene una consecuencia.

Por supuesto, te puede doler, te puede ir mal, te puedes lastimar a ti mismo, pero no es malo. No es que te estén castigando, es parte del proceso de aprendizaje. No existe el concepto de castigo.

Nosotros somos responsables de nuestras vidas. Todos hemos tenido problemas, pero debemos aprender a vivir con ellos. La felicidad al final es un camino, es una elección.

Tú defines qué hacer con lo que tienes: ¿te hundes?, ¿te vas o te quedas? ¿Me tiro en la cama, lloro y culpo a todo el mundo? ¿O aprendo, modifico, saco lo mejor? En general, tenemos elección sobre qué hacer con lo que nos pasa.

Una de las cosas que se discute mucho en Kabbalah es la diferencia entre moral y ética. Moral es aquello que te dice la sociedad, mientras que la ética es eso que viene de ti mismo, cuando tú sabes si algo está bien o está mal. Es decir, la moral es lo que nos enseñaron, son las leyes del país o las leyes de convivencia, mientras que la ética es lo que está en el fondo de cada ser.

Por ejemplo, cuando tú vas a lastimar a una persona y te duele hacerlo, eso es ética. Puede ser que al lastimarlo no infrinjas ninguna ley, o que alguien te diga: “¡Uy, qué barbaridad!”. Pero si lo hiciste y sabes que lo que hiciste está mal, eso es ética. Entonces, yo creo que la gran mayoría de las personas tenemos una ética básica y que todos somos profundamente buenos.

La pasión por Kabbalah en mí no ha disminuido. Se ha vuelto parte intrínseca de quien soy. Sigo viviendo todos los preceptos y utilizando para eso las herramientas que he aprendido, apegada a las cosas que yo creo que son correctas. Se me quedaron conceptos como, por ejemplo, que no hay bueno ni hay malo. Los principios de Kabbalah están conmigo siempre. Son parte de mi vida ahora y van a ser parte de mi vida siempre.

Es posible que lo que dice Kabbalah ya haya estado en mí antes en algún nivel inconsciente, porque no ha cambiado quien soy ni ha cambiado mi esencia.

EL GOLF

Esta es otra de mis pasiones, que es más reciente. Desde que soy niña iba al club de golf en La Paz, pero nunca para jugar, sino más para compartir en familia. Sin embargo, siempre estuvo ahí la idea de que algún día me vería a mí misma jugando golf, disfrutando de lo que veía que otras personas hacían en el club.

Entonces, en un momento de mi vida en el que decidí trabajar a medio tiempo para cuidar a mis hijos, empecé a tomar clases. ¡Y me enamoré del golf! Me enamoré del juego. Tal vez tiene algo que ver con que siempre fui deportista. Me gustaba el vólley, el ráquet y como que otro deporte más me vino naturalmente.

Ahí me di cuenta de que el golf es el más difícil de todos. Y la razón es que eres tú, solamente tú. No hay un contrincante al frente o un equipo en quien apoyarte. Cuando algo no te sale bien, eres el único responsable. Eso lo convierte en un deporte muy frustrante. Claro, cuando las cosas te salen bien, es hermoso.

Lo sorprendente del golf es que es un deporte al revés. Es decir, para hacerlo bien tienes que estar tranquilo, tienes que aprender a calmarte. Cuanto más suave le pegas, más lejos va la bola. Y cuando fuerzas el movimiento, la pelota no va lejos.

El golf como deporte se complementa con la caminata que lo acompaña. Cuando haces los dieciocho hoyos caminas unos siete kilómetros, rodeado además de árboles, pasto cortadito y mucha naturaleza. Es una mezcla gratificante, un conjunto entre lo que es el juego en sí y disfrutar la naturaleza que lo rodea.

Por otro lado, no se trata de un deporte de alto impacto ni de exigencia física, no lesiona las rodillas, por ejemplo. Por eso puedes ver personas mayores jugando. Obviamente sí hay algunos riesgos, como que te lastimes el brazo o la espalda porque estás haciendo un mal movimiento o lo estás forzando.

Por lo general, se puede ver a personas mayores que lo practican por ese bajo riesgo muscular y que le dan suave a la bola pero con puntería. Así, muchas veces pueden conseguir mejores resultados que aquellos jóvenes que lo hacen fuerte y fuera de línea.

En el golf puedes ir solo —como una actividad meditativa—, y golpear la bola a tu ritmo. Por otro lado, cuando sales en grupo se facilita el hacer conexiones profundas con otras personas porque vas hablando, los vas conociendo, chacoteas, te diviertes.

Tengo un grupo de amigos que son la alegría de mi vida en muchísimas cosas. Me encanta estar con ellos, contamos el mismo chiste doscientas veces y me sigo riendo. Como todo grupo, hay de todo: los que se enojan, los estudiosos, los ansiosos, los tranquis…, pero nos une el disfrutar y compartir alrededor del golf.

¿Qué tiene este deporte para mí? Antes decir que me desenvuelvo en muchas facetas: estudio, trabajo, juego golf, comparto con mis hijos, pareja, en fin, cada faceta es distinta. Cuando trabajo soy seria, soy dura, soy enfocada, soy efectiva y me va bien. Pero el golf me permite transitar a un otro yo: uno relajado, divertido… es mi lado light, es el lado en que no siento presión. No quiere decir que no quiera bajar mi handicap, que en eso me concentro y practico, pero cuando estás con tus amigos como que te relajas.

Ha habido veces que dentro del grupo empezaron conversaciones serias. Les decía que las horas de trabajo son de lunes a viernes, de tal hora a tal hora y que no había llegado hasta ahí  para discutir cosas serias. Sábado es mi momento de disfrute, es el momento de ser yo alegre con mis amigos. No es el momento de reñir a nadie, pelearme, o escuchar quejas.

He tenido una época muy dura en mi vida donde me costaba reírme de mí misma, hasta ahora me cuesta un poco. Pero gracias al golf aprendes —porque no queda otra—, a reírte de tus errores, de los malos tiros que hiciste, se te hacen la burla. Esto del golf es una faceta de diversión y creo que por eso me aporta alegría. Y lo valoro mucho.

En los diez años que estoy jugando golf, he bajado mi handicap de 36 a 16 y eso es con esfuerzo, concentración y tiempo, mucho tiempo. Cuando empecé a jugar iba unas dos horas, día por medio entre días de semana, unas 5 horas sábado y 5 horas domingo, o sea un total de 16 horas por semana. Recientemente disminuí el ritmo, porque mis circunstancias de vida cambiaron y tengo que dedicarle más tiempo al trabajo, dependo mucho de mis clientes. Ahora juego unas 5-6 horas a la semana porque, además, he añadido el gimnasio a mi rutina.

Mi amor por el juego me llevó a ocupar un puesto en el directorio del club. Estuve en el cargo de tesorera por cuatro años.

PSICOLOGÍA

De joven, no sabía qué iba a estudiar. Una de las opciones era psicología y a mis padres les dio ataque. De ahí estudié ingeniería. También les dio ataque. Pero bueno, pasa que soy rebelde de naturaleza.

Psicología es algo que daba vueltas y creo que me nace una inclinación a esa disciplina, además de una habilidad natural con la gente. Las personas en forma espontánea hablan conmigo, me cuentan cosas. En mi trabajo actual, como consultora, por ejemplo, no solo ayudo a resolver temas empresariales, sino también temas personales. No soluciono yo, sino que ayudo a que la persona que tiene el problema lo haga por sí misma.

El feedback, las reacciones que he recibido de las personas a las que he dado algunas opiniones son generalmente de aprobación. Me dicen que encuentran claridad en mi forma de ver las cosas.

Por otro lado, siempre me ha gustado observar a la gente. Desde chica miraba a la gente caminar, me imaginaba cómo se llevaban las parejas. En los aeropuertos analizaba cómo interactuaba la gente, quién recibe a quién, quién deja a quién, si se quieren o solo cumplen con estar ahí. No podía evitar pensarlo y observarles.

Así, en algún momento decidí estudiar psicología. Volví a entrar a la universidad hace unos siete años y me encanta, estoy nuevamente enamorada. No todas las clases son buenas, algunas son un bodrio, realmente. Entré desde pregrado. Estoy tomando los cursos con la velocidad que puedo, que me permite el trabajo y mis otras actividades. A veces tomo dos clases por semestre. Ahora estoy ya casi terminando la carrera.

La gran mayoría de los cursos me aporta algo, me enseña algo, me hace analizar, me hace examinar cómo son las cosas. Me interesa saber cómo piensa la gente. Es decir, cuál es el proceso por el cual una persona llegó a la conclusión A o la conclusión B, por qué hizo lo que hizo.

Algunos profesores me han dicho que soy la única persona que decide estudiar psicología como un hobby. Porque es cierto, no tengo idea hacia dónde me va a llevar ni para qué me va a servir en términos prácticos. Aunque creo que, de alguna manera, lo aplico desde ya en mi vida. Me ayuda a ser un poco más empática con la gente.

Desde que estudio psicología empecé a ver las cosas desde ángulos completamente distintos. Estos ángulos se mezclan entre una parte lógica (gracias a mi formación de ingeniera) y una parte más humana. Hay un área intuitiva en mí que ha estado siempre, porque incluso como ingeniera me ha tocado hacer recursos humanos y eso requiere tener desarrollada el área intuitiva.

Dentro de las asignaturas de la carrera que califico como “increíbles” está el psicoanálisis. También, y aunque los profesores digan que son completamente opuestos, toda la parte de clínica sistémica. Psicología forense y neuropsicología también me cautivan. Ahora explico de qué se trata cada una.

Sobre el psicoanálisis, si hay algo que ha aportado a mi formación y concentra mi atención tiene que ver con el concepto del inconsciente. Es decir, hay muchas cosas que hacemos, pero no sabemos por qué las hacemos, simplemente salen porque salen. Estudiar este sistema me ayuda a entender muchas cosas del porqué la gente actúa de determinada manera, qué es lo que tienen guardado, por qué se enoja. A veces ni ellos mismos lo saben.

Por otro lado, las teorías de la personalidad te permiten entender algunos de los trastornos que la pueden modificar, como el pasivo compulsivo o las personas narcisistas. Te explican cómo funcionan estos conjuntos de características, cómo se constituyen.

Algo muy hermoso de esto es que me ayudó a comprender por qué los polos opuestos se atraen: la razón es que se complementan. Es una colusión. Una persona muy dominante, por ejemplo, necesita de una persona dependiente para funcionar y viceversa. La persona dependiente se siente protegida, cuidada y direccionada porque sola no se siente capaz. La colusión se da en los extremos y estas dos personas se complementan.

La psicología forense tiene que ver con cómo puedes, desde el lado de la psicología de los eventos, reconstruir lo que pasó con la personalidad de alguien. Se aplica, por ejemplo, en los casos de abuso de niños, donde el estudio de la víctima permite determinar las consecuencias psíquicas que ha sufrido y de dónde han venido. También analiza la salud mental y responsabilidad del acusado, por ejemplo.

Esta rama de la psicología es muy interesante, pero no es algo a lo que me dedicaría, me aparece como oscuro o turbio. Claro, no investigas por qué una persona es feliz, sino por qué ha hecho esta barbaridad. Podrías reconstruir también qué le pasó a un niño que ha sido abusado o a una mujer que ha sido golpeada. Puedes ver ahí qué efectos ha tenido esa experiencia traumática en la persona. Porque todo lo que te pasa te deja una huella y la psicología forense investiga acerca de ese rastro.

Otra parte hermosísima es la neuropsicología, que tiene que ver con el funcionamiento del cerebro relacionado a lo psicológico. Hay áreas del cerebro que controlan diferentes procesos mentales como la emoción, el habla o el comportamiento social, entre otras. Por ejemplo, hay neuronas que se llaman “neuronas espejo” que copian lo que hacen los demás (como el contagio de la risa).

Un caso que vimos en la universidad fue el de una chica que tenía prosopagnosia, que no puede asociar imágenes con situaciones. Esto le pasó luego de sufrir un accidente de auto. Por ejemplo, no se reconoce a sí misma en un espejo, no reconoce a su familia. Sin embargo, esta persona puede hablarte perfectamente bien y puede contarte tranquilamente lo que le pasa.

MIS HIJOS

Tengo pasión por las pasiones de mis hijos. Me encanta observarlos, en cada una de sus etapas he visto lo que hacían, cuánto se esforzaban, lo que podían, los he visto cambiar. Su libertad para desarrollarse es lo que me apasiona.

No se trata del amor de madre que es mucho más natural, sino de la pasión que tienen ellos mismos por su propia elección. Verlos crecer y que se lancen cada vez más alto, que cada uno sea lo que pueda ser. Es un poco como yo soy. No quiero estar con ellos atándolos para que estén conmigo siempre: más bien los ayudo para que vuelen.

Intento evitar que se encasillen en lo que dos o tres personas les digan acerca de lo que son o no son. No sé realmente qué quiero para mis hijos, que sean tal o cual, porque eso depende de ellos. Pero hay algo que no quiero ver y es que se apaguen. Eso sí me afectaría. En la medida en que vayan encontrando sus pasiones, yo voy enamorándome de las cosas que hacen.

Al final están haciendo su camino y me emociona ver en lo que se han convertido.

LA OBRA DE ARTE DE TU VIDA

Me imagino que, a medida que pasan los años de tu vida, vas construyendo una obra de arte contigo misma, más o menos como un alfarero hace una vasija. El punto de partida es un pedazo de arcilla en bruto y, a partir de allí, vas dándole forma de abajo hacia arriba.

Algunos de los eventos que vivas van a ir acentuando, dando una forma más profunda a las curvas, y otros les van a dar unas líneas más suaves. Esta obra va a tener diferentes colores, texturas, dimensiones, depende de las pasiones y vivencias que hayas tenido. Habrá cosas oscuras y cosas claras. Habrá huecos. Lo que sea, pero es tu obra. Si no has vivido intensamente, tendrás al final de tu vida una obra plana, sin adornos.

Y cuando llegues al final de tu camino, le podrás decir a tu Creador, o como sea que lo llames: “Tú me entregaste esto en bruto y esto es lo que te devuelvo, es mi obra de arte. Es mi vida”.

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Nota del editor: Esta  historia se basa en una entrevista y posteriores revisiones con Drina Krul realizadas entre septiembre y noviembre de 2017. La redacción y edición son de Marcos Grisi Reyes Ortiz.

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Escrito por

Cada historia que escucho es como si fuera mi propia historia. Y en cierta forma, es la tuya también. Al leerlas, espero que lo sientas así.

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