Desde que empecé a jugar tenis competitivo, siempre me esforcé por salir primero. Era un jugador dedicado y disciplinado en los entrenamientos, pero no tan talentoso como otros. Eso sí, tenía la fuerza de voluntad por ser mejor cada día.
En este relato contaré mi experiencia como jugador de tenis en una universidad de los Estados Unidos. Espero que esta historia sirva de guía o de referencia a algunos chicos que quieren estudiar allá y que no saben qué es lo que les espera. A veces es bueno escuchar a quienes ya recorrieron ese camino.
Siempre he pensado que la fuerza de voluntad y el deseo de cumplir los sueños son más fuertes que cualquier miedo que tengas.
CAMPEONATOS
Mi primer título fue de campeón nacional en dobles, lo obtuve cuando tenía 10 años. Y, desde entonces, a medida que crecía, iba consiguiendo los títulos tanto en singles como en dobles para las categorías 12, 14, 16 y 18 años.
Con el paso de los años, aumentaba mi convencimiento de que mi futuro iba a estar ligado al tenis. Sabía que debía ir a una universidad en los Estados Unidos a estudiar, porque allá hay más oportunidades para deportistas como yo, pero no tenía idea por dónde empezar. Además, no hablaba casi nada de inglés, y no me esforzaba mucho académicamente por mejorar.
Al año siguiente de salir bachiller, y aún con 17 años, entré a estudiar Administración de Empresas a la Universidad Católica Boliviana, en La Paz. Iba a clases muy desmotivado y frustrado, porque sabía que ese no era el lugar donde debería estar. Me decían que soñar con una beca de tenis en los Estados Unidos era completamente irrealista, pero no me importaba, seguía soñando.
EL ENCUENTRO
Todo empezó por una casualidad. Seis meses después de salir bachiller, y ya estando en la universidad, el Sucre Tenis Club organizó un campeonato nacional de tenis con premios en dinero, que se realizó el 16 de julio. Ese es el día en que se celebra el aniversario de la ciudad de La Paz.
En el torneo me tocó jugar cuartos de final contra el número uno de Bolivia de categoría escalafón, un cochabambino de 22 años, Hrvoje Eterovic, más conocido como Chichi. Él acababa de graduarse de una universidad norteamericana donde estaba becado, ya había jugado la Copa Davis y tenía una muy buena trayectoria de victorias. Era mi jugador boliviano favorito, así que el partido significaba algo especial para mí.
Fue un partido muy reñido. Llegamos al tercer set y yo ganaba 5-4, 40-15, match point. Le pegamos durísimo a las bolas, pero me empató. Al final perdí ese set por 7-6.
Al llegar a la banca, tiré la raqueta de rabia. Hrvoje se acercó y me dijo: “Por qué estas así, si has jugado muy bien. Recién estás empezando, yo acabo de terminar la universidad y tengo un montón de torneos ganados”. Le respondí que mi enojo no era por el partido, sino que estaba frustrado porque quería estudiar en los Estados Unidos con una beca de tenis, pero no hablaba inglés y ni siquiera sabía por dónde empezar.
“Ah, eso quieres hacer”, me dijo. “Tal vez yo te pueda ayudar”. Ahí acabó la conversación. Esto sucedió, como dije antes, el 16 de julio.
ENTRADA A LA UNIVERSIDAD
A finales de ese mismo mes, recibí un sobre de Lander University, la universidad donde estudió Chichi, en Carolina del Sur, con unos documentos que eran una postulación a una beca de tenis. ¡No lo podía creer! Me puse en contacto con él. Me dijo que se comunicó con su coach y se enteró de que todavía no habían cerrado las listas para el equipo de tenis, así que les dio referencias mías. Le agradecí muchísimo que haya hecho esto por mí.
Envié los documentos, y el 8 de agosto recibí la aceptación de la universidad para que entre sin dar ningún examen. Mi padre me advirtió de ser realista: no sabía nada de inglés y debía estar preparado para cualquier cosa. El miedo al fracaso me invadió completamente, pero la voluntad de cumplir mi sueño era mucho más fuerte.
Insistí bastante hasta convencer a mis padres de hacer el esfuerzo económico que iba a resultar el viaje. Saqué la visa y partí a finales de agosto. Tenía un enorme reto por delante y lo quería cumplir pese a todas las adversidades: una nueva cultura, nuevas formas de competir en tenis, vivir solo y, sobre todo, aprender un nuevo idioma.
Entré a la universidad sin tomar el TOEFL ni el SAT, que son obligatorios para estudiantes extranjeros. Tuve el apoyo y la gestión del coach de tenis, Joe Cabri, quien por su necesidad de contar con nuevos tenistas en su equipo, logró que eximieran a algunos jugadores de estos requisitos solo por un año. Los exámenes deberían ser completados una vez venciéramos el primer año de estudios.
LAS CONDICIONES
Una vez llegado a Carolina del Sur, me explicaron las condiciones con claridad. La primera era que, mientras esté a prueba en el equipo de tenis y el coach Cabri esté contento conmigo, solo podían darme media beca en la universidad. Si fallaba en el rendimiento deportivo, perdía la beca.
La segunda condición era que en el primer semestre tenía que pasar cinco materias obligatorias, de las cuales tres eran válidas para la universidad (Math 101, Stats 201 y History 101) y dos eran de inglés para extranjeros (Reading 100 y Writing 100). Si me aplazaba en cualquiera de estas materias, me quitaban la beca de tenis y tenía que regresar a Bolivia.
A todo esto había otro problema adicional, que era completar el resto de los costos que la media beca no cubría. Pedí a mi padre por favor que los pueda pagar, quien lo hizo con mucho amor. Además, para ganar algo más de plata, conseguí ser el cuidador de las canchas de la universidad, encordaba raquetas, y también daba clases de español, por las que me pagaban el salario mínimo.
MI PRIMER SEMESTRE
Mi primer semestre en Lander fue durísimo. Entendía poco inglés y no hablaba nada por la vergüenza de no saber el idioma. Así, relacionarme con mi nuevo entorno se hizo muy difícil. Aprobé las materias obligatorias de la universidad, pero el problema vino con los cursos en inglés, que era lo que más me costaba.
La profesora de Reading 100 me dijo de entrada que no iba a pasar su clase. Tenía mucha presión, me esforcé al máximo y así pude vencer la materia por un milagro. Con Writing 100 fue peor. Otra vez puse todo mi empeño. Cada tarde, terminando el entrenamiento, iba al laboratorio de escritura para aprender con una tutora que me asignaron. Finalmente reprobé pero, al verificar mi esfuerzo, los profesores decidieron hacerme pasar la materia.
En cuanto al tenis, también tuve dificultades. El equipo de Lander University venía de ganar el campeonato nacional el año pasado de la NAIA (National Athletic of Intercollegiate Association) y todos los que jugaron se acababan de graduar, excepto el sueco Fredrik Andersson, a quien solo le faltaba un semestre.
Fue por esa razón que el coach reclutó nuevos jugadores. Junto a mí entraron ese semestre dos suecos, Niclas Nilsson y Anders Persson; un yugoslavo, Ogña Pavlovic; un alemán, Markus Hermanutz; un noruego, Pax Garth; un inglés, Martin Reeves; un finlandés, Tommy Vilhunen; y tres estadounidenses, Scott Batterson, JD Bradley y Chris Cabri.
Éramos muchos y solo había lugar para seis jugadores en el equipo. Además, teníamos que cumplir con el altísimo nivel que el coach exigía. Los suecos eran muy buenos, era imposible ganarles. Se aseguraron los primeros puestos de entrada. Y con los otros fue también muy peleado.
Al final me aseguré el puesto seis, lo cual me daba la posibilidad de acceder a la media beca de tenis. Pero fue muy estresante, si bajaba al puesto siete me quitaban la beca y detrás de mí tenía a cinco buenos jugadores deseosos de ingresar. Al ser el equipo número uno del país, era realmente competitivo mantenerse dentro de él.
Al final, pude pasar bien ese semestre, tan crítico para mi futuro.
BECA DE ESTUDIOS
En el segundo semestre me enfrenté a otro problema. No era sostenible mi estadía en la universidad con solo media beca de tenis, necesitaba tener beca completa o financiar mis estudios de otra forma. Así fue que me animé a postular a una media beca de estudio. Con ambas, podía cubrir todos mis gastos.
Las condiciones para la media beca de estudio eran durísimas. El programa se llamaba President Scholarship, y solo se daba a los estudiantes que mantienen un GPA (Grade Point Average) de 3.5 sobre 4.0. Eso equivale a que la nota promedio debería ser de casi 90 sobre 100 puntos. ¡Y yo acababa de pasar apenas las pruebas de inglés! Pero era lo que necesitaba y me inscribí al programa. En todo el proceso recibí el apoyo del coach, porque ya no había más cupos para tener becas completas de tenis.
A partir de ese momento, mi vida se hizo bastante complicada. Tenía que mantener mi puesto en el equipo de tenis, obtener 90 puntos sobre 100 en todas las materias y además trabajar para mis gastos extras. ¡No tenía tiempo! Iba a clases en la mañana, almorzaba, iba al entrenamiento de dos a seis de la tarde, al volver tomaba una ducha y empezaba a estudiar. Lo hice sobre la base de pura disciplina.
Una de las formas para mantenerme con un GPA alto era buscando clases donde sabía que no estaban inscritos los mejores estudiantes. La razón es que los profesores solo dan una o dos A por clase y yo necesitaba tener muchas As. Buscaba horarios no muy normales, como las ocho de la mañana o más temprano, cuando la mayor parte de la gente se inscribía de diez en adelante. Muchos amigos y amigas me ayudaron a estudiar, a medida que mi inglés se perfeccionaba cada vez más.
MI PUESTO DENTRO DEL EQUIPO DE TENIS
Los cuatro años que integré el equipo de tenis los hice como raqueta número seis. Había dos razones para ello. Primero, que mis compañeros suecos eran imposibles de ganar, y los otros eran muy buenos también; y segundo, que por razones estratégicas en los campeonatos, el coach prefería mantenerme en ese puesto para ganar puntos seguros.
Al año siguiente que llegué vinieron dos australianos, Lee Holyoak y Brett Simpson y dos finlandeses más, Alex Lindholm y Pertti Vainikainen. Pertti tenía un juego muy consistente, mientras que Alex era un exprofesional de tenis que jugaba Copa Davis por su país. Vino también otro sueco, Henrik Svensson, y otros dos estadounidenses: Kevin Arias, quien era el número uno de la academia Nick Bollettieri y además hermano del profesional Jimmy Arias, y Colby Correa.
Por último, entró otro profesional de tenis que se quedó como número uno del equipo, el francés Mike Feldbausch, a quien jamás pude hacerle más de tres games. Todos venían a través mío porque yo era el filtro para que entren a la universidad.
A lo largo de los siguientes años vinieron muchos otros jugadores. Por ejemplo, probó en el equipo el mejor jugador de Bangladesh a quien gané 6-0 6-0. También vino otro excelente jugador de la academia Bollettieri, un francés ubicado entre los mejores de su país, a quien tampoco le di el chance de entrar. Nunca dejaba que nadie me quite el puesto, porque sabía que mis becas, de tenis y de estudios, dependían de eso.
Cada partido era de vida o muerte. El coach me llamaba y me decía: “Ricardo, challenge match!” y ya sabía lo que se venía. Si me ganaban, entraban al equipo y yo me quedaba fuera de la universidad.
Algunos se quedaron solo un semestre, otros se lesionaron o simplemente dejaron el equipo. Por ejemplo, un yugoslavo que era mi compañero de cuarto y la raqueta cinco, se fue a Virginia Tech como raqueta número uno. Cuando alguien dejaba el equipo, yo ascendía al puesto cuatro o cinco, pero si venía otro nuevo que me ganaba, yo volvía a ser raqueta seis. Pero de ahí no podía dejar que nadie más me gane.
También me mantuvo en el equipo el hecho de ser jugador Copa Davis por Bolivia. Durante los cuatro años de la universidad, representé al país en los años 1990, 1991, 1992 y 1993. Cabri negociaba con sus patrocinadores la dotación de uniformes y raquetas basado en tener dos jugadores Copa Davis en su equipo, uno de Finlandia y otro de Bolivia.
DIFERENCIAS DE JUEGO
Una de las dificultades que tuve con el entrenador era que yo tenía un estilo de juego diferente. Crecí y me formé como jugador de cancha de arcilla. Es más, al haber jugado en la altura de La Paz, nunca desarrollé habilidades para un juego de costa. Yo jugaba frecuentemente con slice de revés, y mi saque tenía mucho efecto. Esos golpes no eran muy adecuados para cancha dura.
Me costó mucho cambiar el estilo de juego. Tuve que hacer variaciones en mi saque, golpear la pelota en forma diferente, ejercitarme en desplazamiento en la nueva superficie y volver a aprender a pegar el revés. En la altura, empujas la pelota, no la golpeas. Oía a mi coach gritarme: “Ricardo, hit the ball harder!” Además, utilizaba una mano para pegar el backhand, mientras que los otros pegaban con dos manos.
Digamos que no era el preferido del entrenador y muchas veces me hizo la vida difícil. Pero no le di el gusto y defendí mi puesto con muchísima voluntad. En los cuatro años, nunca me lesioné y di todo de mí en cada competencia.
LANDER UNIVERSITY EN LAS COMPETENCIAS
Lander University estaba considerada, según los críticos, como una de las diez mejores universidades de tenis en los Estados Unidos. Teníamos un equipo espectacular. Era increíble que una pequeña universidad de Greenwood, en Carolina del Sur, sea campeona del país.
Cada año, de los cuatro que estuve compitiendo allí, ganamos los campeonatos de distrito y la conferencia regional. También en ese tiempo participamos en los llamados Nationals, de los cuales salimos tres veces campeones. El senado de Carolina del Sur nos premió también en tres ocasiones como destacados deportistas. Éramos muy reconocidos dentro de la misma universidad, y la verdad que la pasábamos bien.
Nuestro nivel era tan alto, que el número dos de 18 años de Australia, Lee Holyoak, estaba en el equipo de Lander, cuando el número tres era Patrick Rafter. Holyoak optó por el tenis universitario, mientras que Rafter ingresó al circuito profesional de tenis. Rafter después ganó el US Open en dos oportunidades y fue n.° 1 en el ranking ATP en 1999.
Algo que aclarar acá. En Lander University jugábamos dentro de la NAIA (National Athletic of Intercollegiate Association) que era una asociación para universidades chicas y con pocos deportes. Encima de la NAIA está la NCAA (National Collegiate Athletics Association) división I, II y III que es una asociación para universidades más grandes, con mayor número de estudiantes y deportes. En nuestra categoría éramos los mejores, y en el cuarto año que estuve allá nos ascendieron para jugar en la NCAA división II.
CÓMO SON LOS CAMPEONATOS UNIVERSITARIOS
Mi universidad estaba, a nivel regional, en la Peach Belt Athletic Conference, que se compone de Carolina del Norte, Carolina del Sur, Georgia y Florida. Siempre viajábamos entre esos cuatro estados. Salíamos los jueves en la noche, competíamos viernes y sábados, y volvíamos los domingos. Como yo pasaba algunas clases los viernes, tenía que pedir permiso, y si había trabajos o tareas que entregar, los hacía en el van o en los hoteles.
Si la universidad ganaba la Peach Belt Conference, iba directo al campeonato nacional, que se jugaban en Kansas o en Oklahoma, estados ubicados en medio del país. Había unas doce a quince conferencias que llegaban allá. En ese campeonato, el sistema de juego era de simple eliminación.
En esos enfrentamientos se jugaban seis singles y tres dobles, cada partido valía un punto. Con cinco puntos ganados, se pasaba a la siguiente ronda. Como éramos seis jugadores, cada uno estaba obligado a jugar un partido en singles y después un partido en dobles, es decir, dos partidos por día. Para salir campeón nacional tenías que jugar cinco días seguidos y, obviamente, ganar cada día.
En los cuatro años de universidad, solo perdí dos partidos de single en los campeonatos nacionales, porque jugaba raqueta seis contra raqueta seis. Y pasaba que las raquetas uno, dos, tres y cuatro eran de muy alto nivel, mientras que las raquetas cinco y seis no lo eran tanto. Entonces, ahí es cuando entraba yo a ganar mis partidos y dar puntos seguros a mi equipo. Esa era la estrategia del coach.
Yo podía haber terminado mis años de college jugando de raqueta tres, cuatro o cinco, pero el coach por decisión prefería mantenerme de número seis. Un ejemplo de mi nivel de tenis fue un torneo de singles en el que participé, que se llama el South Carolina Indors Championship, en el que competían las universidades del área.
Ese torneo lo gané yo. Muchos entrenadores comentaron a mi coach que era imposible que yo sea la raqueta seis de la universidad porque había ganado a las raquetas uno y dos de otras universidades. Una explicación era el alto nivel de tenis de Lander, pero al final sabíamos que es el coach quien decide la posición de sus jugadores.
LOS PREMIOS DE LA UNIVERSIDAD
Anualmente había cuatro premios que entregaban a los miembros del equipo deportivo: al mejor estudiante, al mejor amigo, al MVP (most valuable player) y el Coach’s Award. Mis resultados académicos y tenísticos no me alcanzaron nunca para tener estos premios. Pero el último año fue diferente.
En la cena de la premiación de atletas de mi último año de estudios (es decir, la última cena en la que iba a estar presente), el coach entregó a uno de los suecos el premio como mejor jugador y a uno de los australianos el reconocimiento como mejor estudiante. Cuando tocó nombrar al mejor amigo, increíblemente me nombraron a mí. Para explicar por qué, tengo que contar primero cómo se conformaba el equipo de tenis.
En ese último año, los seis primeros puestos del equipo lo componíamos dos suecos, dos australianos, un finlandés y yo. Todos coincidieron en que yo hacía el equilibro en el grupo, porque a pesar de que el finlandés siempre andaba con los suecos, yo jugaba dobles con él, mientras que en la fuerte competencia que había entre los suecos y los australianos, yo apoyaba a los australianos. Me llevaba bien con todos, y por eso me eligieron como el mejor amigo.
Cuando tocó dar el último trofeo y el más preciado, el Coach’s Award, Joe Cabri tomó la palabra y dijo algo que me conmovió. Recuerdo que usó estas palabras: “Durante cuatro años, este pequeño jugador (mido casi 1.80 pero mis compañeros eran de 1.90 o dos metros) ha formado parte del equipo, ha venido a absolutamente todos los entrenamientos, siempre con una sonrisa en el rostro, de dos a seis de la tarde, sin importar el clima o las presiones que tenía. Lo he complicado de mil maneras (y hay varias historias de cómo me ha hecho la vida difícil), pero ha persistido. Por estos motivos doy el Coach’s Award a Ricardo Aguirre”.
Ha sido uno de los momentos más emocionantes de mi carrera en la universidad. Después de cuatro años el coach reconoció que yo era uno de sus jugadores más importantes.
DESPUÉS DE LA UNIVERSIDAD
Me gradué de la universidad en diciembre de 1993, tenía 22 años. Mi GPA era suficientemente alto para estar en el President’s List y gané con mi equipo tres veces seguidas los campeonatos nacionales, de los cuales dos fueron en NAIA y uno en NCAA División II, además de otros tantos torneos individuales.
Creo que ningún otro boliviano becado tuvo tanto éxito en el tenis universitario. Realmente me siento muy orgulloso de haberlo logrado a pura fuerza de voluntad.
Todavía tengo contacto con todos mis antiguos compañeros de equipo. Sé dónde están, qué hacen y conozco a sus familias. Los europeos jugaron tenis en clubes de Europa, otros se quedaron en los Estados Unidos, la gran mayoría terminaron sus maestrías. Ellos tienen vidas exitosas, a su manera. Creo que todos aprendimos los beneficios del tenis en cuanto al trabajo de equipo y la disciplina.
MENSAJE FINAL
Quise compartir mi experiencia como jugador de tenis en mi universidad para mostrar que, al final, lo único que cuenta y que todos tenemos es la fuerza de voluntad para hacer las cosas. Puedes encontrarte con situaciones difíciles y con gente que te va a decir que no se puede, pero debes saber que lo más valioso está dentro de ti, es el deseo íntimo e intenso de triunfar en lo que te propusiste.
Eso sí, tienes que ser perseverante y muy disciplinado. A veces tendrás que tomar decisiones difíciles sacrificando algunas cosas, sobre todo en la parte social, pero es el precio que debe pagar cualquier atleta. Cuida tu estado físico, mantén tu mente ocupada y tu espíritu sano, y de vez en cuando date algunos gustos.
Persevera, no te rindas, sigue adelante, contra todo lo que se presente, sigue adelante. Olvídate de tus miedos y concéntrate en tus deseos. Administra la voluntad para cumplir tus sueños. Se puede hacer.
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Ricardo fue el presidente más joven en la historia de la Asociación Paceña de Tenis y hoy es el presidente de la Federación Boliviana de Tenis, cargo que ocupará hasta el año 2020.
Es también coleccionista. Su muestra reúne actualmente el mayor conjunto de artículos de tenis en Latinoamérica con más de 1.100 raquetas, 250 latas de pelotas y muchos otros objetos relacionados a este deporte.
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Nota del editor: Esta historia se basa en una entrevista y posteriores revisiones con Ricardo realizadas entre agosto y octubre de 2017. La redacción y edición son de Marcos Grisi Reyes Ortiz.
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Gracias, Marcos, por registrar la historia de Ricardo. Es inspiradora. Atte. Fabián Aguirre
Conozco a Ricardo y a Marcos cuando desarrollaron sus actividades profesionales en La Paz en los 90s. Fue un honor compartir con ellos. Asimismo, la historia de la vida universitaria de Ricardo fue muy reconfortante y ejemplar para leer. Muchas gracias por compartirla.
Notable historia de esfuerzo y perseverancia amigo Ricardo, mis más sinceras felicitaciones y admiración por tus logros. Un abrazo, Enrique Norambuena
ME ENCANTO LA NOTA. HE HABLADO CON RICARDO. UN EJEMPLO, FELICITACIONES. RAUL FABRIS, MENDOZA, ARGENTIAN
Gracias querida Ivette
excelente trabajo, que linda historia…!!!
Querido Ricky, disfruté tu historia plenamente, te felicito por ser tan determinado, disciplinado y perseverante en tu sueño, cosechando enseñanzas que con seguridad te rinden grandes satisfacciones día a día en lo que hagas.
Sigue adelante….
Increíblemente motivadora para cualquier persona que tenga un sueño, para mostrarle a cualquier joven deportista en nuestro país, cuando uno lo puede soñar, lo puede lograr.
MUCHAS PERO MUCHAS FELICIDADES EJEMPLO VIVO QUE LA PERSEVERANCIA Y CONSTANCIA, ADEMAS DE PENSAR PROSPECTIVAMENTE ES LA LLAVE DEL EXITO.