Ingresé a Droguería Inti en 1976, tenía 22 años y acababa de casarme. El hermano de mi papá conocía al Sr. Otto Gronemann, gerente de la agencia de Inti en ese entonces, y me recomendó para que me tomaran.
Justo en esa época Inti estaba ampliando sus operaciones en Santa Cruz y necesitaban más personal. Me pusieron a prueba en el puesto de registro de inventario (llamado cardex en ese entonces); debía llevar el control de entradas y salidas de cada producto en su respectiva tarjeta (o cardex). Era un trabajito bastante manual.
Cuando el gerente vio que puse el cardex al día y que no tenía fallas, decidió ponerme en el puesto de cajera, porque la persona que estaba en ese cargo estaba siendo retirada. Una de mis labores como cajera era llevar los libros de compra/venta, que eran enormes. El que yo llenaba tenía la tapa dura y sobresalía de mi escritorio, cada hoja tenía 80 cm de ancho y 40 cm de alto y tenía muchas columnas. Ahí registraba cada factura que emitíamos o que recibíamos.
Estuve en el puesto de cajera durante 20 años.
“LLÁMAME PAPÁ ERNESTO”
En el primer año de trabajo conocí a los dueños de la empresa: Ernesto Schilling padre, Ernesto Schilling hijo y el Dr. Dieter Schilling. Tanto Ernesto padre como Ernesto hijo venían seguido a la sucursal, hacían viajes por todo el país. Una vez el papá, que ya tenía más de 70 años y tenía su espacio en la oficina, me dijo: “Mi hijo, Ernesto, y yo, Ernesto, entonces yo soy papá Ernesto”. Así que, para mí, no para todos, para mí, era papá Ernesto. A él le encantaba que yo le llame así. Al hijo le decía don Ernesto.
Su esposa, la Sra. Luisa, también venía a la oficina. Mientras papá Ernesto se reunía con el gerente, ella se ponía a charlar conmigo y me daba consejos sobre cómo se trata a un marido. Ellos me tomaron mucho cariño, o pena, no sé. Yo era muy delgadita entonces, decían que parecía una chica de trece años, fueron como mis segundos padres.
VINO MI HERMANA A TRABAJAR
Cuando estaba trabajando en cajas, me preguntaron si conocía a alguien que le interese trabajar en la empresa, porque necesitaban ayuda en la parte de facturación. “Alguien, una hermana, una amiga, pero que trabaje como usted”, me dijo el Sr. Gronemann, el gerente de la sucursal.
Pensé en mi hermana Rosario, quien estaba trabajando en otra distribuidora de remedios y que quería cambiar de trabajo. Yo sabía que había una norma en la empresa donde prohibía que trabajen juntos hermanos, familiares o marido y mujer. De todas maneras, les dije que, si ellos aceptaban que ingrese, ella podría venir.
La entrevistaron y les agradó. Consultaron al papá Ernesto, quien daba la última palabra. Él dijo que por ser hermana de Celia, “su hija Celia” dizque, y si rinde, no hay problema, la pueden aceptar. Así, ella empezó a trabajar de facturadora, con mucha responsabilidad y dedicación. Con el tiempo, poco a poco fue ascendiendo en la compañía.
Charo trabajó en Inti más de 40 años. Ella se jubiló en abril, hace unos ocho meses.
NUESTROS GERENTES
El Sr. Gronemann estuvo con nosotros unos quince años hasta su fallecimiento. Recuerdo que él era muy correcto, muy buena gente, parecido al papá Ernesto; ellos eran muy amigos. Él no tenía preferencia por nadie, le daba la razón al que la tenía. Él también me tenía cariño y confianza.

A su muerte, llegó a reemplazarlo el Sr. Gunter Von Landwuest, quien vino a trabajar desde Sucre. Con el Sr. Von Landwuest ocurrió un suceso que nunca voy a olvidar. Fue por el año 1990, cuando el Dr. Dieter Schilling ya estaba de gerente general. Nosotros estábamos en el centro de la ciudad, en un local de alquiler cerca de la plaza principal sobre la calle Bolívar. Éramos como 50 personas y el espacio nos quedaba chico, así que conseguimos otro local más grande sobre el tercer anillo, entre la Av. Alemania y la Av. Beni, esta vez en instalaciones propias.
Vinieron los camiones para el traslado. Cargamos cajones, muebles, maquinaria, inventario, papelería y todo lo que supone un traslado completo. Llegamos al nuevo local y acomodamos las cosas. Lo extraño era que el gerente no apareció en toda la mañana. Nos quedamos ahí esperando, esperando, pero no llegó. Llamamos a su casa (no había celulares) y nada. Resultó que le había dado un infarto a las 6 de la mañana de ese día y murió. Era joven, solo tenía 46 años. Estuvo 5 años con nosotros.

Luego del Sr. Von Landwuest, estuvo en el cargo la señora Silvana Jiménez, quien duró cuatro años en el puesto.
Después de ella vino el Sr. Martin Touchard, quien estuvo en el puesto solo por un año. En su gestión, el año 1998, nos trasladamos a la planta del parque industrial, donde estamos ahora. Este lugar era de unos chinos, estaba feo y descuidado y él lo hizo reformar.
Desde el año 1999 está aquí el Sr. Erwin Hoffmann, él entró joven, con 29 años. Trabajaba en La Paz y se postuló para la sucursal de Santa Cruz, es una persona muy capaz en lo que hace.

LA PROMOCIÓN DE MI HERMANA
Cuando estábamos ya unos años en la empresa, el Sr. Gronemann venía cada vez menos debido a su enfermedad. Casualmente, al mismo tiempo, la persona a cargo de la administración que era mayor se estaba jubilando. Era urgente rellenar ese puesto para que el área no se descuide.
Yo no podía ocupar ese puesto porque tenía hijos pequeños y los horarios eran muy exigentes, había que venir a veces los fines de semana y fuera de horario en las noches. Mi hermana Charo, por otro lado, no tenía hijos y estaba soltera, así que le ofrecieron el trabajo a ella. Fue una buena elección porque Charo siempre fue muy dedicada a su trabajo, era muy cumplidora y responsable, se quedaba hasta tarde para terminar. Si había que venir a abrirle la puerta a alguien en cualquier día u horario, ella venía.
Charo ocupó el puesto de jefe administrativa hasta que se jubiló. Era la segunda a cargo de la sucursal. Resultó mi jefa, a pesar de que yo entré primero.

LO QUE DIJO PAPÁ ERNESTO DE NOSOTRAS ANTES DE MORIR
Papá Ernesto murió 10 años después de mi ingreso, en 1986. Lo recuerdo bien porque murió el día de mi cumpleaños, el 14 de septiembre. Yo no fui a La Paz al entierro, tenía que seguir trabajando aquí. Pero a los días vino don Ernesto, su hijo, para algunas reuniones y yo fui a darle el pésame personalmente, ahí en el Hotel Los Tajibos.
A don Ernesto le agradó verme y me contó algo que le había dicho su papá antes de morir. Les dijo: “Yo sé que en el reglamento interno de la empresa no permitimos familiares ni hermanos. Pero en la oficina de Santa Cruz están estas dos chicas que trabajan muy bien, Celia y Charito. Quiero pedirles que las conserven a ellas a no ser que hagan algo malo”. Cuando me contó, se me caían las lágrimas, eso es cariño de verdad.
Don Ernesto me contó que los dos le respondieron: “Papá, estamos de acuerdo, vamos a seguir, no cambia nada”. Yo creo que ellos estuvieron de acuerdo porque también reconocieron que trabajábamos bien. Entre nosotras nos entendíamos, no somos de esas hermanas que se pelean. Si Charo tenía que decirme algo me lo decía, igual que a cualquiera.
Sé que hemos sido una excepción dentro de la empresa. Por todo ello, me siento muy privilegiada y agradecida con la familia Schilling.
El tema de familiares está ahora más abierto en la empresa, incluso pueden trabajar en la misma sección, pero no puede ser uno el jefe del otro.

OTROS TRABAJOS
Después de trabajar tantos años en caja, fui designada al área de facturación. Esto es lo que hago ahora, pero ya es más fácil, porque con los smartphones que tienen los visitadores (que ahora son también vendedores) los datos llegan directo a mi máquina y los proceso en menos tiempo.
Una vez me ofrecieron el puesto de visitadora médica, a pesar de que yo no tenía experiencia en ello. La idea era dar oportunidades a las mujeres para que también hagan este trabajo, porque hasta entonces los visitadores eran solo hombres. Me dijeron que podía aprender rápido y que con mi carácter y mi manera de ser me podía ir muy bien con los médicos.
Rechacé el puesto porque no me gusta estar mucho en la calle, con lluvia, sol y viento. Por otro lado, para vender, debes ser amable y sonreír y algunas personas lo toman en otro sentido. Quizás si hubiera aceptado ya estaría de coordinadora. Pero no, prefiero el trabajo de oficina.
CUANDO MURIÓ EL DR. DIETER
El Dr. Dieter murió aquí en Santa Cruz, en la clínica Incor. Fue el primero de noviembre del 2009 y el 2 pude estar con Christian, quien vino desde La Paz con el Sr. Ohnes. Siempre me acuerdo del Dr. Dieter, desde acá le doy mis oraciones. Ya pasaron nueve años desde entonces.
Me acuerdo de que los acompañé a la funeraria y de ahí hasta el aeropuerto, porque se lo llevaron para enterrarlo en el cementerio alemán de La Paz. Me tomé un cafecito con ellos hasta que embarcaron. Ha sido un momento de mucha tristeza, solo quería darles mi apoyo y acompañarlos hasta donde pudiera.

MI FAMILIA
Ya estoy casada 45 años con mi esposo. Cuando nos casamos éramos muy jovencitos, yo acababa de salir del colegio. Varios pensaron que no íbamos a durar más de tres meses y, bueno, aquí seguimos.
Mi primera hija nació 6 años después de casarme, mi segundo hijo, un año después y el tercero, tres años después. El menor tiene ahora 27 años y está todavía conmigo terminando de estudiar. Los otros dos ya están casados, uno de ellos vive en Estados Unidos. Tengo cuatro nietos.
He tenido algunos momentos complicados en mi vida, como cuando mi esposo se enfermó del corazón y tuvo que cambiar su actividad laboral, hace 12 años. Fueron momentos difíciles y estamos todavía en ello. Él ya está jubilado y solamente soy yo la que trabaja.
PLANES PARA JUBILARME
Cuando el Dr. Dieter estaba vivo todavía, el año 2006, hice un trámite ante la AFP para jubilarme con un descuento. Fui a La Paz para comunicarle que tenía esa posibilidad y preguntarle si podía seguir trabando. Él sabía las dificultades que tenía y me dijo: “Mi hijita, usted va a trabajar hasta cuando usted quiera o hasta cuando pueda, yo no le voy a poner fecha nunca”.
Esas palabras del doctor me llenaron y se me han grabado. Yo quiero mucho a la empresa y quisiera quedarme aquí todavía unos años más. A mí me gusta mi trabajo, sigo muy activa, muchos me dicen que no parezco de la edad que tengo. Soy la primera que llega, yo abro la oficina, mañana y tarde. Además, mi memoria para los números sigue intacta.
Muchas gracias a la familia Inti por ser mi hogar todos estos años, me siento feliz aquí.

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Nota del editor: El siguiente relato corresponde al Sr. Federico Ohnes, gerente de adquisiciones (jubilado). Por favor siga este enlace.
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“Historias de vida”, escritas por Marcos Grisi, están disponibles en Facebook, Twitter, Instagram, Pinterest y LinkedIn.
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muy bonita su historia sra Celia…tambien conoci a Don Ernesto…por quien guardo un sincero
carino