Alfonso Ugarte: de Bolivia a la India con el movimiento Hare Krishna

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Nací el año 1947 en la ciudad de La Paz, soy el menor de cinco hermanos y el único varón. Vivíamos en la calle Federico Zuazo, a una cuadra del Paseo del Prado, cerca del edificio principal de la Universidad Mayor de San Andrés.

Las primeras memorias que tengo son de mi niñez en el barrio. Recuerdo a mi niñera corriendo detrás de mí mientras yo bajaba a toda velocidad, por la calle Batallón Colorados, en mi carrito a pedales. También me acuerdo de la revolución de 1952, cuando las balas rebotaban en las paredes como si fueran pelotas de ping-pong.

Mi familia tenía una posición económica acomodada, ya que mi padre era comerciante. Mi madre siempre cocinaba para alimentar a los aparapitas (cargadores de los mercados) y a las viejitas en situación de pobreza que se acercaban a la casa. Ella era muy piadosa, me llevaba a misa y me enseñaba sobre la religión católica. Gracias a su ejemplo es que me he preocupado constantemente por el problema del hambre. Me di cuenta de cómo en La Paz la gente pasaba mucha necesidad y estaba muy mal nutrida.

La década de los cincuenta fue muy agitada en la vida del país, con el MNR en el poder. Había mucha persecución política e inestabilidad económica, así que mis padres decidieron irse a Chile. Cuando regresamos a Bolivia después de un tiempo, estudié dos años en el colegio Saint Andrews, y luego me fui a Buenos Aires donde acabé mis estudios en un internado inglés.

UNIVERSIDAD

A los dieciocho años me fui a estudiar a la Universidad de Loughborough, en la región central de Inglaterra, al norte de Londres. Empecé estudiando física, porque ya desde esa época tenía un interés en saber la base científica de nuestra existencia. Recuerdo que hacía muchas preguntas que no me podían contestar, así que me cambié (o me cambiaron) a ingeniería industrial, carrera de la cual me gradué en 1971 a mis veinticuatro años.

PRIMERA EXPERIENCIA RELIGIOSA

Al volver a Bolivia, me fui a vivir a Santa Cruz, donde abrí un negocio con un socio para aserrar madera y exportarla. Coordinamos con la gente de una misión inglesa, quienes eran expertos en aserraderos y también los proveedores de la maquinaria. Ellos nos dijeron: “Estas sierras pueden cortar acero y cualquier tipo de madera, por más dura que sea”. Entonces derribábamos todo tipo de árboles, sin discriminación.

Fue entonces cuando viví una extraña experiencia en el aserradero que teníamos en Warnes, por el año 1974. Recuerdo que me había levantado muy temprano para mirar cómo los camiones descargaban los troncos, era mi manera de arrancar el día. El sol de la mañana estaba saliendo y me senté sobre una pila de madera recién cortada.

De pronto escuché como si alguien llorara. Miré alrededor y no había nadie, hasta que me di cuenta de que eran los mismos árboles sobre los que estaba sentado los que estaban llorando. Fue un shock, sentí que estaba haciendo daño a la naturaleza. Sin embargo, en ese momento no podía hacer mucho porque tenía un negocio en funcionamiento.

Hice una oración sincera al Creador. Antes de esta experiencia, mis oraciones siempre estaban dirigidas a mi beneficio, pidiendo que las cosas salgan a mi manera, es decir “hágase mi voluntad, no la Tuya”. A partir de ese momento cambié radicalmente y oré: “hágase Tu voluntad”. Fue un cambio repentino e inexplicable.

A partir de ese día pasaron eventos muy extraños que forzaron el cierre del negocio. Teníamos 5000 troncas de madera de nogal listas para vender, que estaban siendo transportadas en camión desde la concesión que teníamos por San José de Chiquitos. Las lluvias se adelantaron, el río creció y los camiones no pudieron pasar para llegar a su destino.

Entretanto, mi socio se metió a otro negocio paralelo de venta de pepitas de algodón, que es un poco riesgoso porque el producto se puede fermentar bastante rápido. No le fue bien. Cuando finalmente la madera llegó a Buenos Aires — en tránsito a otros destinos — él, sin avisarme, vendió nuestro producto ahí mismo para cubrir sus pérdidas. La mercancía no se embarcó y los clientes en el exterior nunca recibieron lo prometido. Mientras tanto, yo tenía que pagar a todos mis proveedores en Santa Cruz, incluidos los camiones.

Fue una serie de situaciones que me obligaron a cerrar. A pesar de todo, extrañamente, yo me sentía muy tranquilo, como si me hubieran quitado una carga de encima. Visto desde afuera, la gente decía: “A este pobre señor le ha caído todo encima”. Sin embargo, para mí fue, en cierta manera, una liberación el dejar esa preocupación por los negocios. Cambié mi vida y me fui a vivir a La Paz.

1974-1977

Llegué a La Paz en 1974, tenía veintisiete años. Estaba en el gobierno el general Hugo Banzer. Me presenté al servicio militar y me ofrecieron trabajar en Cofadena (Corporación de las Fuerzas Armadas para el Desarrollo Nacional) como ingeniero. Hice una serie de proyectos en diferentes partes de Bolivia y después trabajé en el Ministerio de Planeamiento.

En esa época conocí a mi primera esposa, que era boliviana nacida en Estados Unidos. Nos casamos. Ella pertenecía a una familia de muchos recursos y con mucho poder económico y político.

Postulé a una beca de la OEA y del Consejo Británico para realizar un postgrado en ciencias políticas en la Universidad de Cambridge, Inglaterra. Me otorgaron la beca y así, en 1975, mi esposa y yo nos fuimos como estudiantes a ese país. En septiembre de ese año, estando nosotros allá, nació mi primer hijo.

En la universidad en general, y en mi facultad de ciencias políticas en especial, había un ambiente intelectual y cultural muy intenso y muchas veces polarizado. Empecé a militar en la izquierda. En los ámbitos intelectuales, había una presión muy fuerte que alentaba a formar parte de la revolución socialista en algún lugar del mundo. Por último, si las cosas no resultaban, me decían, podía volver a Cambridge y seguir una carrera como ayudante de cátedra.

Mi tutor de Sociología me ofreció ese camino, el de la revolución, pero yo decidí no aceptar la oferta. Si hacía algo, le dije, lo haría independientemente, no quería estar colgado a ninguna red.

RETORNO A BOLIVIA Y COMPLICACIONES CONYUGALES

Volvimos a Bolivia el año 1977 y nuestro matrimonio empezó a complicarse. Mientras estábamos en Cambridge la pasábamos bien como pareja, porque los dos éramos estudiantes, con una vida simple pero a la vez con conexiones de alto nivel ideológico. En La Paz, sin embargo, el ambiente social y económico era muy diferente.

En enero de 1978 nació mi segundo hijo. Mi trabajo y los frecuentes compromisos sociales de mi esposa nos alejaban del cuidado de los niños. Nuestra vida como núcleo familiar fue afectada. Adicionalmente, el factor de enfrentamiento político entre la izquierda y la derecha que marcó esa época también alteró la relación de pareja.

La familia de mi esposa tenía mucha relación con la derecha, una posición muy natural considerando que ellos eran dueños de varias empresas. Por otro lado, yo me inclinaba fuertemente hacia la izquierda política y, a la vez, me relacionaba con amigos de tendencias socialistas. Era un conflicto muy grande entre los dos mundos.

En ese entonces trabajaba como consultor externo, de manera que unas veces tenía mucho trabajo y otras entraba en períodos de inactividad. Para llenar los vacíos, y como la gastronomía era mi hobby, abrí dos restaurantes. Uno de ellos estaba sobre la avenida Mariscal Santa Cruz, un poco más arriba de la oficina de correos, y el otro en Obrajes. A ellos iban mis amigos, y también varios líderes políticos de la izquierda, con quienes conversaba frecuentemente.

En esa época había mucha inestabilidad política en Bolivia, y se estaba preparando un golpe de Estado. Alguien de la familia de mi esposa me invitó a ocupar el cargo de ministro de Economía en el nuevo gobierno militar. No quise saber de involucrarme en ningún lado porque conocía personalmente a la gente de izquierda que iba a ser reprimida. Además, ya tenía suficientes problemas en mi matrimonio como para complicarme con intrigas políticas.

En diciembre de 1979 mi crisis personal se profundizó. Antes de la navidad, me separé definitivamente de mi esposa. Fue todo muy rápido y brusco. Acordamos que me quedaría con mi hijo mayor, y ella con el menor. Ese fue el peor fin de año que haya pasado en mi vida.

EL BHAGAVAD GITA

En esos días rezaba continuamente, pedía a Dios que me ilumine y me dé inteligencia para obrar. Recuerdo que el 6 de enero de 1980, día de Reyes, me encontraba en un mercado de La Paz, parado en medio de todo el gentío, orando. La gente caminaba a mi alrededor, yo casi no los notaba, tan inmerso estaba en mi propio conflicto personal e ideológico.

Entonces se aproximó a mí un hombre que se identificó como un Hare Krishna, y me ofreció un ejemplar de un libro cuya portada mostraba caballos y guerreros. Me interesó la tapa porque me gustaban mucho las novelas épicas, como la Ilíada y la Odisea. Lo compré, me fui a la casa y empecé a leerlo. Ahí fue cuando se abrió ante mí un mundo completamente nuevo.

Bhagavad Gita 2

El libro era el Bhagavad Gita, uno de los libros sagrados dentro de la religión hindú, el equivalente a lo que es la Biblia para los católicos. A medida que más leía, iba entrando a un mundo completamente nuevo y desconocido, pero con respuestas y guías al período de crisis que estaba atravesando.

En un resumen muy breve, cuento de qué se trata el Bhagavad Gita. En el libro se describe cómo dos ejércitos están a punto de iniciar una batalla. Los reyes eran parientes entre sí y uno de ellos, Arjuna, tiene muchas dudas sobre si seguir con la guerra. Él pide consejos al conductor de su carruaje, que no es otro que el Señor Krishna, la séptima encarnación del dios Vishnú.

La conversación es una revelación de la ciencia espiritual con instrucciones aplicables a cualquier instancia. El Señor Krishna da explicaciones precisas sobre la espiritualidad, las ciencias políticas, la sociología y la economía. Inclusive da direcciones acerca del éxito en los negocios y la vida en general.

El texto tiene una extensión de 700 versos que toma unas cuantas horas leer de corrido, pero meses o años entender su significado. No los voy a discutir acá porque me extendería demasiado, solo basta decir que es la mejor guía a la ciencia de la espiritualidad que jamás haya encontrado.

Para mí fue muy significativo haber recibido el Bhagavad Gita el mismo día de Reyes. Según las escrituras, ellos vinieron desde muy lejos, del oriente, con el fin de saludar la llegada de un hombre que venía a redimir el Occidente. En mi caso, con este libro, yo estaba también recibiendo sabiduría y espiritualidad de esa parte del mundo.

Los nombres de los Reyes Magos (como se los llama) son evidentemente del oriente. Melchor, por ejemplo, es un nombre común en el sur de la India, así se denomina a Balarama, hermano de Krishna. Gaspar, por otro lado, es también muy usado, pero en el norte, cerca de la frontera con Afganistán. Balthasar proviene de la zona de Punjab, en el centro, cerca de Pakistán.

INICIO DE MI CONVERSIÓN

En el libro había un sello con la dirección donde estaba el templo de los Hare Krishna, en la calle Chacaltaya. El lugar me sonaba conocido. Cuando llegué, me di cuenta de que era la misma casa en la que había vivido con mis padres muchos años antes. Era una casualidad increíble.

La casa estaba decorada al estilo oriental, ya que mi tío abuelo había regalado a mi madre unos muebles que compró en la China y que ella dejó cuando nos trasladamos. Años después, los devotos de Krishna vieron el lugar y dijeron: “Esto es ideal para un templo”, y la alquilaron.

Entré a la casa y escuché la primera clase. Vi cómo los devotos estaban muy felices cantando y bailando al ritmo de címbalos y tambores. Había bolivianos, peruanos y un español, quien era el presidente del templo. Fue él, un hombre muy inteligente y culto, quien me guio en los estudios. Me ayudó a entender las causas de la crisis de mi matrimonio y de otros sufrimientos y dilemas que tenía en ese momento.

IDAS Y VENIDAS CON MIS HIJOS

A partir de marzo de 1980, y a causa de mi relación con los Hare Krishnas, el rompimiento y conflicto con mi esposa fue aún mayor. Comencé un período de muchas actividades fuera de Bolivia, a veces con mis dos hijos, con uno solo o sin ninguno.  Yo los quería conmigo y su madre, con ella. No entraré en detalles que no van al caso.

Cerré los restaurantes y dejé mis actividades como consultor. A partir de ese momento me dediqué a ser enteramente devoto del Señor Krishna. Me fui a Chile a vivir en un templo, una granja bien bonita en Puente Alto, cerca de Santiago. Después me trasladé a Argentina, donde trabajé como ingeniero en una empresa petrolera en Buenos Aires, que estaba construyendo el gasoducto Tartagal, desde Tucumán hasta la Pampa.

Posteriormente me trasladé a Suecia con uno de mis hijos. Allí me invitaron a formar parte del equipo de traductores de los libros de Krishna. Ya existía la versión en inglés del texto original en sánscrito, pero se necesitaba la traducción a diecisiete idiomas más, entre ellos sueco, noruego, danés, alemán, polaco, húngaro y checo. Yo sabía mucho de programación de sistemas en esa época y ayudé a elaborar programas de desktop publishing. Era el año 1982, cuando recién estaban saliendo las primeras PC personales.

Mi hijo mayor vivía conmigo y estudiaba en un colegio privado de los devotos de Krishna, junto con chicos de varias nacionalidades. Llegó una instrucción del gobierno sueco de ese entonces, que imponía que a partir de una fecha todos los niños en edad escolar debían ir a colegios públicos. Tuvimos que tomar una decisión con los otros padres: mantenerlos en Suecia o llevarlos a otro lugar.

Decidimos enviarlos a la India, a un internado nuevo para devotos de Krishna en Vrindavan, que queda a unos 100 kilómetros al sur de Nueva Delhi. Es una ciudad muy linda, muy espiritual, con muchos templos. Allí nació el Sr. Krishna hace 5000 años y se lo considera como un lugar sagrado. Mi hijo, junto a seis o siete chicos más, se trasladó allá. Al poco tiempo, yo me uní a ellos.

VIAJE A LA INDIA

Me trasladé a la India por el año 1983 para estar cerca de mi hijo. Me quedé a vivir ahí, primero en un templo en Delhi, luego en Vrindavan. Desde el momento en que entré al servicio del Señor Krishna, mi vida se volvió una aventura increíble. Nunca pensé llegar a ese lugar del mundo.

En Vrindavan aprendí que no somos los controladores de nuestro destino. En alguna medida podemos influir en el futuro, pero cuando te rindes a Dios, Él te pone donde debes estar para aprender lo que tienes que aprender. Ya no es un tema de elección personal, sino de permitir que las cosas vengan desde arriba. A eso nosotros lo llamamos «proceso descendente».

En las calles de la ciudad oyes cantar todo el tiempo los nombres de Krishna y Radha, su consorte. Hay muchas actividades en el día, obras de teatro y tours que te enseñan los lugares donde Él estuvo y qué hizo. Sientes que estás avanzando espiritualmente.

Fue aquí donde experimenté mucho éxtasis y bienaventuranza. Me sentí en otro plano,  feliz, con el alma colmada de dicha. Sí, es cierto: el alma existe, y se regocija.

Mi hijo mayor asistía a un colegio monástico (Gurukula), donde había alrededor de otros doscientos niños Hare Krishna de todo el mundo. Muchos de ellos no podían volver a sus hogares en verano, así que yo los llevaba al norte de la India, cerca de los Himalayas, escapando de los calores intensos de Vrindavan. Teníamos un autobús confortable, el cual adaptamos para poder acampar y cocinar cómodamente en esos viajes.

Yo trabajaba en ese colegio y tenía a mi cargo directo cuarenta y ocho niños, incluido mi hijo mayor. Me di cuenta de que la atención que das a los chicos en general se distorsiona un poco cuando tienes un familiar directo entre ellos, a quien inevitablemente le das un trato preferente.

Luego de un tiempo llegó mi exesposa y acordamos que nuestro hijo vuelva a Bolivia para entrar a un colegio regular en La Paz, junto con su hermano menor. A pesar de que sufrí mucho con esta separación, sentí que Dios quería que yo extendiera mi cariño por igual a otros niños.

Algunos meses después, me enviaron a Mumbai con otros tres devotos para hacernos cargo de un templo que tenía un orfanato con 200 niños. Este quedaba en  Chowpatty, un barrio de esa gran ciudad.

MIS MAESTROS Y MI NOMBRE ESPIRITUAL

En mi vida devocional tuve tres maestros. Cada uno de ellos escogió, a su turno, un nombre espiritual para mí.

Mi primer maestro se llamaba Gopal Krishna Goswami, lo conocí en India en 1983 y estuve bajo su guía hasta 1985. Él fue quien me inició y me dio el nombre de “Chaitanya Deva Das” que significa “sirviente del Señor Chaitanya” (el avatar dorado que apareció en Navadwip, Bengal, en 1486).

Con Gopal practiqué el mantra Gayatri en Vrindavan, el cual empecé a meditar tres veces por día para fortalecer mi camino de dedicación.

Historias de vida - Alfonso Ugarte
Gopal Krishna Goswami.

Mi segundo maestro se llamaba Kirtanananda Das, lo conocí en Mayapur, India. Estuve con él desde 1985 hasta 2002. Me llamó Chaitanya Charitamrita Das, que significa “el dulce néctar de la historia de la vida y enseñanzas del Señor Chaitanya”.

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Kirtanananda Das.

Después de ser mi guía en la India, Malasia, Bolivia y los EE UU, me indicó que siga a Bhaktivedanta Narayana Goswami Maharajá, mi tercer maestro, a quien conocí en Yulan, NY, Estados Unidos. Bhaktivedanta fue quien me dio mi nombre espiritual actual, Krishna Das, que significa “servidor de Krishna”.

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Bhaktivedanta Narayana Goswami Maharajá.

Estuve con él desde 2002 hasta su muerte en el año 2010. Bajo su guía pude ampliar mi conocimiento del Gayatri mantra, el cual repito tres veces por día. De esta manera afianzo ese vínculo, al que llamamos “Diksha”.

Bhaktivedanta ya no está físicamente con nosotros, pero su alma espiritual sigue presente. Es mi guía interno y su misión es conducirme por el mundo material. 

MALASIA Y SINGAPUR

En 1986, bajo la tutela de Kirtanananda, me fui a Malasia donde abrimos un centro de rehabilitación para drogadictos. Esa región del mundo tiene muchos problemas con la heroína. También estuve un tiempo en Singapur, por el año 1988.

En Malasia me encontré con un tema de intolerancia religiosa que nos complicó un poco, ya que se trata de un país mayormente musulmán. Me mandaban a un profesor del Corán, quien insistía en que no podíamos rehabilitar drogadictos sin predicar su conversión al Islam.

Cuando me enviaban a alguien para convertirme, les decía: “Mira, yo estoy en el camino. Islam quiere decir rendido y yo ya estoy rendido. Más bien, por qué tú no vienes a trabajar con nosotros y ayudas a estos pobres drogadictos. Ahí puedes predicar el Corán”.

Les mostraba lo que decía el Corán: “Si tú no alimentas al hambriento, visitas al enfermo, ayudas a los que están injustamente encarcelados y tratas de liberarlos, no te puedes considerar musulmán”. Viendo la obra que nosotros hacíamos se tranquilizaban y nos llevábamos bien. Es difícil trabajar en países musulmanes, porque las personas religiosas allá son muy cerradas.

EL HOGAR PARA NIÑOS EN BOLIVIA

El año 1989 volví a La Paz, para estar más cerca de mis hijos.

Junto con otros devotos de Krishna, abrí una casa para albergar a niños de la calle. Fue entonces que nos enfrentamos a un problema: también habían niñas en la misma situación. “¿No podemos ir nosotras?”, nos preguntaban. Mezclar en el albergue hombres y mujeres no era posible, pero tampoco queríamos dejarlas sin protección.

El año 1991 fui a pedir ayuda a uno de los centros Krishna en los Estados Unidos. Necesitaba fondos para abrir una segunda casa que acoja a las niñas y también a alguien que pueda ayudar con la tarea. Fue así que enviaron a Leslie, una devota de Filadelfia, quien se haría cargo de las chicas.

Una vez en Bolivia, Leslie se dedicó a sacar niñas que estaban en la cárcel con sus padres, quienes cumplían pena por tráfico de drogas. Entre los dos hicimos un buen equipo, fuimos un poco como papá y mamá para los chicos y chicas que entraban al hogar. Estábamos tratando de completar el círculo de sacarlos de la calle, acogerlos y después incorporarlos a un trabajo.

Mis hijos, que estudiaban en un colegio privado en La Paz y ya tenían alrededor de catorce años, venían a ayudarme con los chicos. El hogar estaba en la Meseta de Achumani y teníamos una academia de fútbol, además de otras actividades. Siempre había mucha comida para los que llegaban.

En una época llegamos a distribuir 300 platos de comida todos los días en la ciudad de La Paz, además de proveer leche y pan en las noches a los indigentes. Contamos en un momento con tres camionetas, que las llamamos “la olla del pobre”.

Logo de la olla del pobre

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La olla del pobre. En esta foto, estoy de espaldas.

PADRE ALFONSO

Los niños en la calle y en el hogar me decían “Padre Alfonso”, como una expresión de cariño. Los sacerdotes católicos que trabajaban conmigo, el Padre Hugo y el Padre José, bien sabían que yo no era párroco de ninguna iglesia, pero aceptaban que los niños me llamen así.  Entendían que yo estaba dedicado al bienestar y a la educación de los chicos y, además, hacíamos estudio bíblico todas las mañanas.

Por otro lado, dentro de mi sucesión discipular como devoto de Krishna, se me puede considerar monje o sacerdote, y la apelación correcta sería Prabhu, pero se complicaba mucho en el uso del idioma. Para facilitar las cosas, los dos se referían a mí ante los chicos como “el Padre Alfonso”.

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Por supuesto, se puede entender que esta situación causaba mucha incomodidad a las autoridades de la iglesia.

AMBIENTE INTERRELIGIOSO

En lo que respecta a la parte religiosa o espiritual, no teníamos la intención de convertir a nadie. Creemos que la religión es algo que tiene que nacer de cada uno. Teníamos una capilla para todas las religiones, en la planta baja de la casa.

El hogar tenía tres pisos y ahí se invitaba a todo tipo de religiosos. Venían el Padre Hugo o el Padre José y daban misa. Mis sobrinos (hijos de mis hermanas mayores) eran pastores evangelistas de Ekklesia, e íbamos a sus prédicas. Abríamos las puertas al que quería venir a predicar, para que los chicos desarrollen la fe de alguna forma.

Por mi lado, yo explicaba cómo la cosmovisión andina y la existencia de la vida en toda la naturaleza son idénticas a lo que se discute en la literatura védica, solo varía el idioma. El Ramayana, por ejemplo, tiene un paralelo increíblemente idéntico a las raíces de nuestro folclore.

UNA DE LAS ÉPOCAS MÁS FELICES DE MI VIDA

En ese hogar de acogida estuve de 1989 a 1995. Fue una de las épocas más felices de mi vida, hicimos mucha obra apoyando a niños y niñas que vivían en la calle. No fue fácil, porque tuvimos que enfrentarnos a la burocracia de las instituciones estatales y a gente que no creía en nosotros. Solo puedo decir que cuando haces las cosas con amor, todo fluye.

Fue en ese período que mis relaciones personales y sentimentales con Leslie se fueron fortaleciendo. Sin embargo, mientras estábamos en Bolivia, la relación que teníamos era más de trabajo, dirigida a nuestros quehaceres.

MARCOS

Hace poco, en la plaza principal de Santa Cruz, estaba por tomar un taxi cuando alguien me llamó de atrás: “¡Padre, padre!”. Me di la vuelta y vi que un hombre muy fornido se acercaba a mí. Me dijo: “Soy el Marcos”. No lo reconocí a primera vista. Él era uno de los chiquitos que dormía bajo el monumento al soldado desconocido frente al Club de La Paz, junto con otros siete niños. Nosotros les dábamos comida y después los llevábamos al hogar, sacándoles de la droga.

Marcos se convirtió en uno de mis ayudantes más cercanos en el hogar. Él organizaba, dirigía y era uno de los chicos más disciplinados que había. Iba al colegio nocturno y allí conoció a Fany, una chica del Beni, con quien se casó. El Padre Hugo hizo la ceremonia. Marcos vive ahora en Santa Cruz, tiene siete hijos y a todos los ha criado bien.

Su primer hijo, Ezequiel, nació mientras todavía estaba viviendo en el hogar, y ahora está por graduarse en ingeniería química. El quinto hijo, que recién acaba de finalizar la secundaria, se llama José Alfonso, en honor a José Jorge y a mí. José Jorge era un amigo muy entusiasta de la “Olla del Pobre”.  Siento mucha satisfacción de saber que algo quedó de la obra que hice en ese entonces.

Actualmente estoy evaluando la posibilidad de ayudar a Marcos a hacer una obra con niños y ancianos en Santa Cruz. Poner a estos dos segmentos de población juntos produce mucho beneficio: los niños dan alegría y los ancianos, sabiduría.

VIAJE A PERÚ, ESTUDIOS DE LAS CIVILIZACIONES ANCESTRALES

Una de las áreas que siempre me interesó estudiar era la de las civilizaciones ancestrales. Mientras estaba en La Paz, no encontraba el tiempo para dedicarme a ello, porque manejaba un hogar con cuarenta niños y quince niñas, era imposible. Recién cuando se acabó mi ciclo en Bolivia, pude enfocarme en retomar esta materia.

El año 1995 viajé al Perú. Recordé que unos años antes, cuando fui a Estados Unidos, un monje muy erudito y devoto de Krishna que dio clases en Harvard me comentó la teoría de que, después del diluvio, la civilización empezó otra vez en Machu Picchu.

Según esta hipótesis, Machu Picchu era una isla en medio de un océano. El rey Styavrata llegó a este lugar gracias a la guía de Matsya, la primera encarnación del dios Vishnú, que poseía la forma de mitad pez y mitad humano. Matsya tenía un cuerno, con el cual pudo guiar la embarcación hasta el lugar de destino.

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Representación de Matsya

Los primeros habitantes hicieron allí un templo, cuyo principal altar está orientado hacia la montaña cónica frente a las ruinas, la cual es realmente mística. Esta montaña es completamente diferente al entorno y parecería ser el mismo cuerno de Matsya. Cuando las aguas bajaron aún más, recién la gente se desplazó a los valles.

La denominación Machu Picchu proviene de “Matsya Puscara”, que en idioma tibetano significa “el cuerno de Matsya”. Esto parece muy esotérico, pero tiene sólidas raíces etimológicas y arqueológicas. Cualquier estudioso que quiera compartir opiniones conmigo al respecto, me puede escribir a washingtonlakeretreat@yahoo.com.

También en ese viaje llegué a las líneas de Nazca con el fin de estudiar las conexiones con antiguas civilizaciones. Me quedé en Perú hasta finales de 1995 haciendo estudios de esa naturaleza. Después me trasladé a Nueva York para enfrentar otros proyectos con la congregación.

DESDE 1995 EN LOS ESTADOS UNIDOS

Volviendo al relato de mi vida, a finales del año 1995 me fui a los Estados Unidos buscando más libertad para vivir de acuerdo con mis creencias y convicciones. En 1997 me casé con Leslie, quien ya estaba radicando allí. Así como mi nombre espiritual es Krishna Das, el de ella es Lalita Dasi, que quiere decir “la servidora de Lalita”, una de las jóvenes que sirven a Radha, la consorte de Krishna.

Leslie y yo nos trasladamos a un edificio en Nueva York, el cual era antiguamente un almacén de plomería que se encontraba abandonado. Desde la India llegó un devoto Krishna, un ingeniero y científico admirable de la Universidad de Washington, para reconstruir el inmueble.

Tal como hicimos en otras oportunidades, nos dedicamos a distribuir comida a los indigentes en la ciudad. Dijimos: “A cuatro millas alrededor, en ningún centro tiene que haber hambre”, porque no se puede hablar de filosofía cuando la gente está todavía con necesidades básicas sin satisfacer.

Vivimos en ese edificio desde 1998 hasta el 2000. Los siete siguientes años tuvimos un centro de retiros espirituales en Yulan, NY, donde acogíamos a congregaciones de todas las religiones, entre ellos a cristianos, budistas y Hare Krishnas. También hacíamos sesiones de yoga y meditación.

Actualmente estamos viviendo en Windham, al norte de la ciudad de Nueva York, un lugar muy tranquilo y pintoresco. Tenemos un centro de reuniones en Woodstock, pueblito famoso por el festival de 1969, donde habitan muchos artistas, músicos y viejos hippies que disfrutan de nuestra prédica y comida vegetariana, la cual distribuimos gratuitamente.

MI MAMÁ

No puedo contar mi historia sin mencionar el enorme apoyo y ejemplo que me dio mi madre en toda mi vida.

Como mencioné al principio de este relato, recordaba que cuando era niño, ella hacía comida para alimentar a los aparapitas y las viejitas que se acercaban a la casa. A veces la oía decir: “No te preocupes, tú haz lo que tienes que hacer y Dios proveerá, de alguna forma va a venir”. Es verdad, la Divina Providencia existe, siempre nos da de más.

Ella perdió a su madre cuando tenía cuatro años y se quedó a cargo de una madrastra. Dedicó su vida a la Virgen de Copacabana. “Tú eres mi mamá, me vas a cuidar”, le decía. Cuando se casó, exigió a mi papá que hicieran el matrimonio en Copacabana. Siempre íbamos allá a rezar a la virgencita, quien estuvo permanentemente presente en nuestra vida familiar.

Cuando me separé de mi primera esposa y estaba en idas y venidas con mis hijos, mi madre siempre estuvo conmigo, incluso viajando a otros países para cuidar de los chicos. Nos acompañó a Chile y a Argentina.

Ella ha cumplido cien años en mayo de 2019, está viviendo desde el 2007 con nosotros en Nueva York, que es mi lugar de residencia. Actualmente tiene un poco de Alzheimer, pero espiritualmente sigue muy presente.

Cuando hace mucho frío en Nueva York, porque los inviernos son muy crudos, nos venimos a Santa Cruz a pasar el verano. Así ella puede ver a algunos de sus diecisiete nietos y bisnietos, a los que también ayudó a criar.

SOBRE MI VIDA

El camino que ha tomado mi vida, con todas sus partes, no lo cambiaría por nada, es perfecto. Es la mejor aventura que he tenido. He viajado, he rehabilitado drogadictos y sacado niños de la calle, he alimentado a miles de personas necesitadas en diversos lugares del mundo.

Cuanto más servicio haces, más contento te sientes. ¿Qué otra fuente de felicidad hay, si no es el servicio? Es el verdadero origen de la bienaventuranza.

ALGUNAS PALABRAS DE MI RELIGIÓN

Yo no siento que cambié de religión. Jesús está predicho y explicado en los puranas, a Él se lo conoce como Ksaktya Aveishya, el hijo empoderado del Dios Padre. El profeta Mahoma también es parte de esas escrituras.

Actualmente sigo todas las reglas de la fe cristiana, tal como me las enseñó mi madre cuando era niño. Un ejemplo es el mandamiento de no matarás, que lo extendí a “no dañar ni matar a ninguna criatura viviente”. Pienso que no somos misericordiosos cuando matamos animales para comer, sin pensar en el dolor que ellos tienen al morir.  

La literatura védica nos permite conocer más íntimamente a Dios y profundizar nuestra fe. Tanto los vedas como el viejo testamento y el Torah dicen que, para llegar a Él, debemos estudiar todas las escrituras. En todos los libros sagrados he podido leer la misma enseñanza: “Amarás a Dios con todo tu corazón, y al prójimo como a ti mismo”. 

KRISHNA

En este punto del relato ya podría explicar algo sobre quién es el Señor Krishna, y cómo es la parte religiosa alrededor de Él.

En las escrituras védicas, existen tres deidades principales: Brahma, que es el dios creador, Vishnú que es el dios mantenedor y Shiva, que es el dios destructor-recreador.

Vishnú se ha reencarnado en la tierra bajo diferentes formas, en diferentes eras y con diferentes misiones. Las encarnaciones (también llamados avatares) son las siguientes:

• Matsya, mitad pez y mitad hombre, quien salva al mundo de una inundación.
• Kurma, la tortuga que sostiene el cosmos.
• Varaha, el jabalí que rescata a la diosa Tierra.
• Narasimha, mitad león y mitad humano, quien destruye al rey demonio Hiranyakashipu.
• Vamana, un avatar enano, quien envía al rey demonio Bali a las profundidades del cosmos pero lo premia por su devoción.
• Parasurama, el hijo de un sabio quien con un hacha vence a los Kshatriyas que se habían desviado de su deber como protectores del pueblo.

• Rama, quien también es considerado el Ser Supremo, y no un avatar de Vishnú. Es la figura principal de la leyenda épica Ramayana que data de 1,7 millones de años atrás.
• Krishna, quien también es considerado el origen de todos los otros avatares y la suprema personalidad de Dios. Es la figura principal en el libro sagrado Bhagavad Gita, apareció hace 5000 años en su forma original.
• Buddha, la última encarnación conocida de Vishnú. Buddha nació el año 623 antes de Cristo.
• Kalki, que vendrá al mundo en un caballo blanco para terminar con el período de Kali Yuga. Es el equivalente al apocalipsis en la tradición judeo-cristiana.

Tanto Rama, como Krishna y Buddha tienen sus propios seguidores, que suman millones de personas en el mundo.

CANTAR EL MAHA MANTRA

Para terminar este relato, tengo que mencionar la forma como cantamos el Maha Mantra, que es uno de los principales cantos o rezos que tenemos en nuestra religión.

Maha quiere decir “el más grande” y mantra quiere decir “aquello que libera la mente”. Tiene la siguiente letra:

Hare Krishna
Hare Krishna
Krishna Krishna
Hare Hare

Hare Rama
Hare Rama
Rama Rama
Hare Hare

Cuando se pronuncia este mantra, una y otra vez, Krishna baila en la lengua. Al cantar esto en voz alta, el ambiente se purifica. La gente se tranquiliza, se pone muy contenta, es mágico. Calma a todos quienes están alrededor.

Todos los días yo canto al Maha Mantra siguiendo las cuentas de un rosario, que lo llamamos japa, el cual tiene 108 cuentas. Recito la japa dieciséis veces, es decir que el Maha Mantra se repite 1728 veces cada día. Se toma un tiempo de hora y media para esta meditación, que se puede hacer en una sesión (en la mañana temprano es lo mejor) o en dos sesiones.

Audio y video del Maha Mantra:

Este es el canto con instrumentos, en un centro de yoga en Barcelona:

El festival de colores en el Spanish Fork Hari Krishna temple en Utah:

En Vrindavan, el Sandipani Muni School. Aquí viví con mi hijo mayor.

Otra forma de cantar el Maha Mantra…

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Nota del editor: Esta historia se basa en una entrevista y posteriores revisiones con Alfonso realizadas entre mayo y julio de 2019. La redacción y edición son de Marcos Grisi Reyes Ortiz.

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Escrito por

Cada historia que escucho es como si fuera mi propia historia. Y en cierta forma, es la tuya también. Al leerlas, espero que lo sientas así.

5 comentarios en “Alfonso Ugarte: de Bolivia a la India con el movimiento Hare Krishna

  1. Simplemente algo magnifico, tuve la suerte, la bendición de acariciar brevemente y tan solo con la punta de mis dedos esta fragante sensación Krishna en la ciudad de la paz. No ha pasado dia que no piense en volver a vivirlo, jamás me sentí mas feliz y completo en toda mi vida.

  2. Me encantó esta historia, el vivir para los otros deber ser la sensación mas linda que para un ser humano, no creo que sea fácil pero nada bueno el la vida lo es. Felicidades al Sr. Alfonso Ugarte por la desición de vida que tomó y por compartirla con nosotros a través de Marcos Grisi.

  3. Fabulosas historias Marcos! Verdaderos descubrimientos llenos de vida y sensibilidad. Te felicito muy sinceramente!

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