Miguel Mayta, obrero de planta en La Papelera S. A.

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Quisiera contar una historia personal que sucedió hace cinco años. Un día, después de trabajar, tuve un accidente cuando conducía mi moto, del que salí muy lastimado. El apoyo que recibí de mis compañeros en los siguientes meses fue enorme.

Esa vez acababa de encontrarme con una amiga de colegio que no veía desde que había salido bachiller, hacía siete años. Empezamos a enamorar, y estaba con mucha ilusión de verla todos los días. El 14 de junio del 2014 salí de la fábrica pensando en ello. Me puse mi casco y encendí la moto. Mis amigos me dijeron que con esa pinta podía ir al Dakar.

A los diez minutos de salir, me pasó el accidente, que ocurrió en la carretera hacia Villa Adela. Yo estaba conduciendo la moto por el lado derecho cuando, por la izquierda, veo una camioneta que circulaba en sentido contrario. El conductor se durmió. El vehículo invadió mi carril, pegó contra el rompemuelle y me golpeó de lleno. Hasta alcancé a ver la cara del chofer, durmiendo. Mi manubrio se enganchó al retrovisor. Fue lo último que recordé.

Cuando desperté, vi a mis amigos de trabajo de La Papelera alrededor mío. También vi al licenciado Argollo, y a don Brunito que ya se jubiló. Todos ellos me decían: “Miguel, Miguel te vas a sanar”. Los médicos, por otro lado, decían con pena: “Ya ha llegado a su límite, tan joven”. Mis piernas estaban rotas y mi brazo también, colgando sin que lo pueda recoger. Había pasado por una cirugía cuando todavía estaba inconsciente.

Don Rudy, que era el jefe del sindicato, le había contado mi caso a don Conrad. Él envió un mensaje, diciendo: “Que se recupere, porque yo también soy un motoquero y los accidentes pasan. Como ha salido del trabajo sano, así va a volver, sano”.

“NO VAS A VOLVER A CAMINAR”

Los doctores me decían: “No vas a volver a caminar nunca más, ya está tu fecha de vencimiento”. Yo me veía y me decía que nadie me va a querer así, todo destrozado. Mi columna estaba bien, pero  mis brazos, las piernas y dos costillas estaban rotas.

Cuando me pasó el accidente y estaba tendido en el suelo, recuerdo haber visto a una persona mayor con una gabardina negra que me decía “¡Vámonos!” Pero yo no quería irme. Le dije que había personas que confiaban en mí, que tenía que volver. Mi enamorada me esperaba, el miércoles íbamos a encontrarnos para salir.

Además, yo no tenía a nadie. Mi papá y mi mamá fallecieron, yo soy el séptimo hijo. Mis hermanos mayores se fueron a Chile, y yo me quedé a cargo de mis dos hermanitos menores. Si algo me pasaba, ¿quién los iba a cuidar? Por eso también no me quería ir.

RECUPERACIÓN

Sobre mi recuperación, lo que más recuerdo es que venía el minibús de La Papelera a recogerme de mi casa para llevarme al hospital. Entraba don Ricardo Robles y me alzaba como si fuera un quintal de algo, porque yo no podía caminar. Después esperaban que me atiendan y me llevaban de vuelta. También me enviaban comida y refrigerios.

En esas circunstancias ha nacido algo dentro de mí, porque yo decía: “Me van a despedir, qué voy a hacer, quién va a cuidar a mis hermanitos”. Pero no, la empresa me enviaba comida y me daba transporte. Entonces me prometí no defraudarlos. Agarré y dije: “Si los doctores dicen que no puedo caminar, yo voy a demostrar lo contrario”.

Me levanté por mis jefes y mis compañeros,  que tanta confianza depositaron en mí. Aunque me caía rendido o pensaba que ya no daba más, lo seguiría intentando. La palabra “imposible” la borré de mi memoria. Pensé: “Yo voy a poder” y me paré, y caminé, a pesar de que la gente se hacía la burla al verme agarrar el bastón.

Por mis jefes y compañeros me he levantado para demostrarles que estaba mejorando cada día más. Todos ellos me han dado las palabras de apoyo, de aliento, al decirme “no te rindas, no seas un cobarde, estás ganando experiencia en la vida, eres joven”. No quería defraudarlos. Ya tenía cinco años de trabajar en la empresa.

Empecé a realizar mis tratamientos de fisioterapia y a salir cada vez más de mi casa. La empresa me seguía pagando el sueldo. Don Teodoro Cachaca, que es mi compañero de trabajo, había recolectado fondos de varias personas dentro de la empresa: de la administración, de los ingenieros y de mis compañeros de planta. Al ver ese apoyo que me daban, tenía más ganas de vivir, de no quedar botado. Así que me levanté y seguí trabajando.

Volví después de ocho meses. Doy muchas gracias a todos por haberme ayudado en ese tiempo. El agradecimiento es tan grande que en una palabra no cabe, siempre van a contar conmigo, hasta las últimas.

Esa es la experiencia que tengo.

Me casé con mi enamorada, que era mi compañera de curso, la que me estaba esperando el día en que me accidenté. Se llama Ana Fabiola Choque. Tengo, gracias a Dios, a mi hijita, mi preciosa hija, que tiene dos años.

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La siguiente historia corresponde a la señora Cristina Palenque, jefe de Contabilidad, con 31 años de antigüedad, actualmente jubilada. Por favor siga este enlace.

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“Historias de vida”, escritas por Marcos Grisi, están disponibles en Facebook, Twitter, Instagram, Pinterest y LinkedIn.  

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Escrito por

Cada historia que escucho es como si fuera mi propia historia. Y en cierta forma, es la tuya también. Al leerlas, espero que lo sientas así.

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