Christian Schilling (✝): la tercera generación en Droguería Inti

Tiempo de lectura: 23 minutos

Era marzo de 1964. Mis padres, recién casados, embarcaron en Génova en el vapor Rossini rumbo a Buenos Aires, con destino final La Paz, Bolivia. Unos meses antes, mi padre había terminado su doctorado en Farmacia y Bioquímica.

Él regresaba a Bolivia para integrarse a la empresa que mi abuelo había fundado treinta años antes, la Droguería Inti. Su hermano mayor, Ernesto, ya estaba trabajando ahí.

En el viaje mis padres no estaban solos: yo los acompañaba, bien calientito, en la barriga de mi mamá. Nací en La Paz, el 20 de septiembre de 1964.

Por generaciones la vida familiar siempre estuvo vinculada a la actividad de la empresa. El hecho de que la casa de mi abuelo estuviera al lado de la fábrica, tenía su parte curiosa.

Cuando nosotros, sus nietos, íbamos a visitarlo los fines de semana, él hacía funcionar los calderos de la fábrica que generaban vapor y agua caliente y –mediante ductos especiales que hizo instalar–, traía el agua directamente hasta su piscina. Cuando estaba listo, nos llamaba: “¡ya está el agua caliente, con veintisiete grados!”. Era muy divertido.

Otra anécdota que recuerdo sucedió en el golpe de Estado de Banzer el año 1971. Los aviones de combate volaban sobre la ciudad, había baleadura en el cerro Laikakota –muy cerca de nuestras casas–, y los hospitales ya no tenían sueros para atender a los heridos. En Inti fabricábamos esos sueros. Un día de esos, en pleno conflicto, mi papá salió de la casa con una olla en la cabeza por si acaso, llegó a la fábrica, entró y sacó sueros. No sé después cómo llegaron los sueros a los hospitales.

A continuación les presento la historia de la familia, empezando por mi abuelo.

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Nota del editor: Esta es la primera de doce historias personales, que cuentan en su conjunto el recorrido empresarial de la Droguería Inti. Empezamos con el Sr. Christian Schilling, gerente general  y miembro de la tercera generación de la familia Schilling.

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MI ABUELO ERNESTO SCHILLING HUHN

Mi abuelo Ernesto nació el año 1902 en Hamburgo, Alemania. En la Primera Guerra Mundial, con solo dieciséis años, lo reclutaron cuando el conflicto ya estaba terminando y lo enviaron a la frontera. No sé si llegó a pelear.

Al terminar la guerra, hizo una formación técnica comercial, como se estila en Alemania, en la especialidad de Farmacia y entró posteriormente a trabajar a una empresa de drogas medicinales. En esa época, Alemania estaba en una crisis económica muy profunda, con una hiperinflación como nunca se había visto y mucho desempleo. La gente buscaba emigrar al exterior, especialmente hacia las Américas, lejos de Europa.

A mi abuelo se le presentó una oportunidad cuando se enteró de que uno de los clientes de la empresa donde trabajaba, un señor de apellido Albrecht que vivía en Bolivia, buscaba gente calificada para su negocio de importación de medicamentos. Intercambiaron correspondencia y el Sr. Albrecht le confirmó la disponibilidad del puesto. Mi abuelo le reconfirmó su interés y, unos días después, en 1925, se embarcó rumbo a Bolivia, sin saber lo que le esperaba. Tenía veintidós años.

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Estas eran las maletas con las que viajaba mi abuelo. En la del medio se pueden ver sus iniciales: E.S., Ernest Schilling.

En ese entonces ya había conocido a mi abuela, pero todavía no estaban casados y no la trajo al viaje. Tres años después, cuando mi abuelo ya estaba establecido en su empleo con el señor Albrecht y ya conocía la ciudad, trajo a mi abuela para vivir. Se casaron el año 1928.

Droguería Albrecht
La droguería Albrecht fue el primer trabajo de mi abuelo cuando llegó a Bolivia.

Cinco años después, el señor Albrecht falleció. Sin embargo, mi abuelo siguió trabajando en el negocio, me imagino porque era uno de los técnicos que más sabía; además, era alemán y podía entenderse con los proveedores de ese país.

Historias de vida - Christian Schilling
Mi abuelo de joven, en su puesto de trabajo.

Aparentemente, con el tiempo, la relación con la viuda no tuvo la misma fluidez que con el señor Albrecht; no se llevaban muy bien. Así que, en 1936, después de más de diez años trabajando como empleado, mi abuelo decidió independizarse y formar su propio negocio. Lo llamó Droguería Hamburgo. Seguramente llegaron a un tipo de acuerdo con la Sra. Albrecht y él empezó su nuevo negocio con algunas líneas con las que ya trabajaba ese laboratorio. Tal es el caso de Merck, la empresa farmacéutica más antigua del mundo, una muy buena representación con la que seguimos al día de hoy.

Tarjeta de presentación Droguería Hamburgo
Tarjeta de presentación de mi abuelo.

En la nueva droguería trabajaban tres personas: mi abuelo, mi abuela y un farmacéutico, don Alfredo Rea Nogales. Por la misma época, el año 1936, nació mi tío Ernesto y, dos años después, mi papá, Dieter.

El negocio empezaba a levantarse cuando vino la Segunda Guerra Mundial. Bolivia declara la guerra a Alemania por presiones de Estados Unidos, al ser Bolivia un proveedor importante de estaño. A partir de ese momento, los alemanes que vivían aquí tuvieron que desaparecer. Algunos se escondieron en los Yungas y se volvieron bolivianos. A otros se los llevaron a campos de concentración en Texas y, al terminar la guerra, volvieron. Y otros, pocos, se autoexiliaron en Argentina. Ese fue el caso de mi abuelo.

Lo que sé de esa historia es que un amigo en la policía le dijo a mi abuelo que se vaya inmediatamente, antes de que lo arresten. Así, en 1940, de la noche a la mañana, se fueron de aquí a la Argentina, con sus dos hijos chicos: Ernesto de cuatro años y Dieter de dos.

En Argentina los alemanes eran “tolerados”, pero tampoco podían trabajar abierta y formalmente. Entonces mi abuelo, que era muy hábil con sus manos, hacía casas de muñecas, juguetes de madera para niños y otras manualidades que vendía. Con eso sobrevivieron los años de la guerra.

Un tema que tuvo que resolver mi abuelo a la salida de Bolivia fue a quién dejar el negocio. Decidió dejarlo a don Alfredo Rea Nogales, con quien estuvo siempre en contacto. Debido a la guerra, no podía haber empresas en Bolivia con nombre alemán, razón del cambio de Droguería Hamburgo a Droguería Inti, en la gestión de don Alfredo.

Cuando mi abuelo volvió a Bolivia, el 21 de julio de 1946 (el mismo día que estaba siendo ejecutado Gualberto Villarroel en la Plaza Murillo), el negocio no estaba muy bien y la situación política del país tampoco. Tuvo que empezar básicamente de cero otra vez, ahora con don Alfredo como socio en la empresa. Esta relación de accionistas duró más de treinta años.

CRECIMIENTO DEL NEGOCIO

En los siguientes años, la Droguería Inti fue creciendo poco a poco. Mi abuelo aprovechó algunos contactos que hizo en Argentina durante su autoexilio para traer nuevas marcas de representación a Bolivia. Uno de esos contactos importantes fue el señor Alberto Roemmers, también de origen alemán, que tenía establecida una importante industria farmacéutica en Argentina, Laboratorios Roemmers.

La licencia que obtuvo mi abuelo para fabricar estos productos en Bolivia fue, para Roemmers, el primer paso fuera de Argentina y ayudó a desarrollar ambas empresas. Más tarde, se sumaron otras licencias como Braun y Nordmark de Alemania.

Ya para entonces la empresa contaba con dos edificios propios. El principal estaba en la calle Socabaya, en el centro de la ciudad, y la fábrica estaba en Miraflores. En ese barrio mi abuelo poco a poco se fue comprando los terrenos de alrededor para ampliarla y ahí fue donde se hizo su casa, pegada a la fábrica.

Historias de vida - Christian Schilling
La fábrica en Miraflores.
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Foto actual donde funcionaban las oficinas de Inti, sobre la calle Socabaya. Es el edificio blanco. Abajo estaba la tienda con sus vitrinas y, a la izquierda, la entrada para los almacenes y el personal.

MI PAPÁ Y MI TÍO SE INTEGRAN A LA EMPRESA

Mientras mi abuelo perseveraba con el negocio, mi papá y mi tío terminaron sus estudios en el colegio Alemán de La Paz. Saliendo bachilleres, los dos se fueron a estudiar a Alemania la carrera de Farmacia, me parece en una mezcla de lo que deseaba mi abuelo para el negocio y la misma inquietud de ellos.

Mi tío Ernesto, que era el mayor, fue el primero en volver, el año 1960 o 1961. Mi padre se quedó un tiempo más, ya que hizo su doctorado en Farmacia y Química Orgánica. Volvió casado el año 1964. Mi tío en ese momento estaba manejando la parte técnica de la planta, pero cuando llegó mi papá, con una especialidad en Farmacia, le dieron este cargo en la fábrica de Miraflores y mi tío se fue a las oficinas en la calle Socabaya para encargarse de la dirección comercial.

Los tres formaban un buen equipo de trabajo: mi abuelo de gerente general, mi tío Ernesto en la parte comercial y relaciones exteriores y mi papá en la parte técnica de la empresa. El negocio creció así en forma estable en los siguientes años, se consiguieron nuevas licencias para manufactura e importación y la red de distribución comercial se fortaleció.

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De izquierda a derecha: Dieter, Ernesto papá, Ernesto hijo.

Sobre cómo se llevaban entre los hermanos, cada uno tenía perfiles diferentes y no tenían la misma visión de negocio. Tenían sus discusiones, ya sea sobre temas de medir inversiones, proyectar la empresa, disciplina del personal, estructuras empresariales y qué se yo, pero el resultado creo que fue muy bueno porque ambas visiones sumaban para el bien general.

APORTES PARA EL DESARROLLO

En los años en que mi abuelo, mi padre y mi tío estuvieron a cargo de la empresa, muchas personas han prestado invaluable aporte al crecimiento del negocio. Algunos lo hicieron como accionistas y otros también como colaboradores. Quisiera mencionarlos porque sin ellos, Inti tal vez no sería lo que es ahora:

–Los señores Heinz Abendroth y Emilio Olmos, quienes fueron socios fundadores y acompañaron a la empresa por varios años.

–El señor Heinz Throm, socio, a quien mi abuelo conoció cuando vivía en Argentina en los años 40. El Sr. Throm, según cuenta su hija Gisela, trabajaba en una farmacia en Buenos Aires. Luego aceptó la oferta de mi abuelo para venir a La Paz y trabajar en Inti. Ya acá, los dos estaban a cargo del laboratorio en Miraflores, mientras que don Alfredo Rea Nogales estaba en las oficinas del centro. Hasta 1961, el Sr. Throm trabajó en la empresa y, después, fundó Plastoform, que produjo para Inti los envases de algunos de sus medicamentos.

–El Dr. Alfredo Rea Nogales, quien se quedó a cargo del negocio cuando mi abuelo estaba en la Argentina. En agradecimiento, mi abuelo lo hizo socio y estuvieron muchos años juntos, trabajando en actividades comerciales y administrativas. Don Alfredo salió de la empresa cuando vendió sus acciones.

A todos ellos les debo mi reconocimiento por el aporte que hicieron en el crecimiento de Droguería Inti.

LOS ÚLTIMOS AÑOS DE MI ABUELO

Algo de lo que más recuerdo de mi abuelo es que siempre pasaba por la fábrica antes de irse a la oficina, incluso cuando ya tenía más de ochenta años. En la tarde, después del almuerzo, tomaba su siesta con oxígeno en su sillón y, al despertar, cruzaba su jardín y entraba por una puerta lateral directo a la fábrica. Visitaba todos los santos días las instalaciones, acompañado de mi papá. Y después a las cuatro de la tarde se iba a sus oficinas en la calle Socabaya.

Había un tema que lo inquietaba en un momento de su vida y era la propiedad de las acciones. En las épocas de crecimiento de la empresa se necesitaba inyección de capital y entraron varias personas como accionistas. La consecuencia es que la propiedad de la familia estaba algo diluida.

Así que, en la década de los 60 y 70, resolvió tomar decisiones que solo le correspondían a él. Habló y negoció con cada uno de los accionistas y, poco a poco, recompró la totalidad de las acciones de sus socios, incluidas las de don Alfredo Rea Nogales, quien lo acompañó en el directorio por más de treinta años. Entre los accionistas había también algunos familiares políticos, que de la misma manera le vendieron sus acciones.

Ya con el 100% de las acciones otra vez en su poder, mi abuelo decidió ceder a sus hijos, a partes iguales, la totalidad de las mismas. En ese entonces mi abuelo estaba mayor y ha debido pensar que era lo correcto, lo que se debía hacer.

Así, mi abuelo se quedó en sus últimos años sin acciones de su empresa, pero con sus hijos completamente a cargo del negocio. Me imagino que puedes tomar ese tipo de decisiones cuando sabes que hay una estructura detrás que funciona y que, en tu ausencia, seguirá funcionando. Es como una garantía económica que te permite vivir.

Con todas las cosas en orden en su vida y con sus hijos y la empresa encaminada, mi abuelo murió el año 1986, casi a los ochenta y cuatro años.

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Mi abuelo, Ernesto Schilling Huhn.

LOS HERMANOS SE HACEN CARGO

A la muerte de mi abuelo, mi papá trasladó su lugar de trabajo de la fábrica a las oficinas de la calle Socabaya para hacerse cargo de la gerencia general, mientras mi tío se quedó como presidente del directorio. Eso lo hicieron a manera de distribuirse cargos. El manejo de la empresa, en el día a día, era de mi papá, aunque se habían repartido un poco las responsabilidades: uno manejaba producción y marketing y el otro manejaba personal y finanzas.

A veces se notaba la ausencia de mi abuelo, quien proveía el equilibrio entre las dos visiones diferentes del negocio de sus hijos. Por otro lado, la empresa no estaba en muy buenos términos, acababa de terminar la época de la hiperinflación, que había dejado muchas secuelas en la salud financiera y en la capacidad productiva del país. Se debía tomar decisiones difíciles.

Uno de los temas importantes fue el desarrollo de la planta de sueros en El Alto, que ocupaba un terreno de 12 000 metros. Cuentan que cuando compraron el terreno, en 1981, mi abuelo ya protestaba. Decía: “¡tan grande, para qué vas a comprar tan grande!”. Hoy en día estaríamos felices si hubieran comprado 15 000 metros, por ejemplo. Eso era porque mi papá tenía la ambición de crecimiento, de modernizar, ampliar, de pensar en grande.

La cultura de la empresa no cambió, siguió siendo muy vertical. Mi papá estaba metido en todos los procesos, a detalle. No había nada que sucediera en la empresa que mi papá no estuviera enterado y que no contara con su autorización. No sé si mi abuelo era así también, no trabajé con él; además, en sus tiempos, la organización era mucho más pequeña.

Las épocas de los 80 y principio de los 90 no fueron muy fáciles, ni económica ni políticamente. El sindicato recobró fuerza, pedían cada vez más aumentos y más beneficios. Llegó un momento en que mi papá agarró las llaves y les dijo, “¡háganse cargo!”. Ahí dieron un paso atrás. Creo que llegaron a hacer huelga de brazos caídos y otras situaciones así que no me tocó ver. Tanto mi tío como mi papá han pasado por esas épocas difíciles.

EMPECÉ A TRABAJAR EN INTI

Cuando salí bachiller, el año 1982, lo único que quería era irme lejos de casa. No me interesaba ni remotamente trabajar en la empresa, así que alisté mis valijas y me fui a Alemania a estudiar Administración de Empresas en la universidad de Göttingen. En ese tiempo no había Internet, no había la fluidez actual en las comunicaciones, las llamadas por teléfono eran una vez al año, eran carísimas. Yo estaba feliz de haberme ido.

Pasaron ocho años y la nostalgia por volver fue creciendo cada vez más. Ya me había casado y tenía dos hijas. Antes de establecernos más en Alemania, decidimos con mi esposa movernos de allí. Nos fuimos a vivir a Colombia y, un tiempo después, llegamos de vuelta a Bolivia.

Una vez acá, como es natural, empecé a trabajar en la empresa de la familia. Mi primer día de trabajo fue el 1 de diciembre de 1995 en el área comercial, sin una responsabilidad concreta. A partir de ese día, poco a poco fui tomando más funciones.

En el año 1997 se jubiló don Herman Ostertag, quien fue el gerente comercial por muchos años. Ante esa vacancia, tomé el puesto.

Recuerdo que trabajar con mi papá fue un poco complicado. No le gustaba mucho discutir, todo tenía que ser a su manera. Pero al final nos entendimos y trabajamos bien, siempre siguiendo la línea que nos dejó mi abuelo y que la continuó mi padre: disciplina en el trabajo, transparencia, calidad, cumplir con los trabajadores, cumplir con proveedores e innovar, siempre innovar.

EL ALEJAMIENTO DE MI TÍO Y EL FALLECIMIENTO DE MI PADRE

En el año 1999, durante el gobierno de Banzer, ofrecieron a mi tío ser embajador de Bolivia en Alemania. Aceptó y llegó a un acuerdo con mi papá, quien le compró una parte importante de su paquete accionario. Renunció a la presidencia del directorio y dejó sus funciones del día a día en la empresa. Eso sí, sigue siendo accionista y participa de algunas decisiones que se deben tomar.

En el año 2001 mis padres se divorciaron. Mi padre, antes de casarse nuevamente, nos repartió a mí y a mis hermanos la totalidad de sus acciones, tal como hizo mi abuelo, unos veinte años antes. Para el año 2004 mi papá ya no tenía acciones en la empresa.

El 2006 le diagnosticaron tardíamente un cáncer de próstata. Pasó tres años feos, con tratamientos y con la enfermedad que no paraba. Llegó un momento en que ya no podía manejar auto y tampoco mantener conversaciones largas. No podía caminar, porque se caía. En fin, fue bastante duro para él y para toda la familia. Murió el 1 noviembre del 2009, hace ya nueve años.

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Mi papá, Dieter Schilling.

MI NUEVO ROL EN LA EMPRESA

Cuando murió mi papá yo tenía cuarenta y cuatro años, y hacía trece años que trabajaba en Inti. Ninguno de mis hermanos mostró interés en la empresa, así que naturalmente me tocó a mí hacerme cargo, ahora en el puesto de la gerencia general.

Gracias al trabajo que hicieron mi abuelo, mi papá, mi tío y el gran equipo de colaboradores que los acompañaron, pude heredar el manejo de una compañía muy bien posicionada en el mercado, con buenas representaciones y licencias de producción, pero a la vez con muchos retos por delante.

Uno de los retos que tuve fue cambiar un poco la cultura corporativa, tan vertical bajo mi abuelo y mi padre. En la empresa se acostumbraba a delegar hacia arriba, que no iba con mi forma de ver las cosas. Delegar hacia arriba significa que yo como empleado no me arriesgo a tomar una decisión, que la tome mi jefe. Cambiar eso en las cabezas de las personas para que ellos sean responsables de lo que hacen, ha sido complicado.

Me alegro por cada persona que me contradice, en buena onda y con razonamiento. No me gusta que me digan sí a todo y que no piensen. Muchas veces yo puedo cambiar de opinión porque me han presentado algo válido. Trato de no ejercer mi poder de gerente general y hago lo posible por consensuar las decisiones que se tengan que tomar, porque al final se trabaja en equipo.

Por otro lado, también aliento a que tomen decisiones, que no dependan de mí, que me presenten proyectos ya estudiados y analizados. No los quiero frenar, más bien les doy alas. Obviamente, si alguien tomó una decisión y ha ocultado algo, puede cambiar la situación. En general, pienso que nos hemos manejado bien y como grupo humano nos hemos fortalecido.

En cuanto a la empresa, me parece que en los últimos años ha crecido en forma sostenible, se ha consolidado y se ha profesionalizado.

EL PROGRAMA SOBRE LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER

Uno de los temas que me parecía que teníamos que mejorar era la Responsabilidad Social Empresarial (RSE). Las iniciativas que tomábamos eran muy de tipo altruista, como donaciones o acciones parecidas, que no tienen un impacto sostenible en el tiempo ni en la calidad de vida de las personas.

Una alternativa muy interesante se presentó cuando la agencia de cooperación internacional de Alemania (o GIZ por sus siglas en alemán) trajo a Bolivia un consultor experto en violencia contra la mujer, que ya había hecho trabajos en Perú y otros países. Los estudios de este experto indican que hay un impacto económico en las empresas cuando existe violencia contra la mujer. Este impacto se expresa en ausencias intempestivas, atenciones médicas, asistencia a juicios y desmotivación en el trabajo.

Me interesó el tema y fui a la presentación junto con ejecutivos de otras treinta empresas, en un evento organizado por la Cámara Alemana. Personalmente, me parece una atrocidad la violencia contra las mujeres y me encantó la idea de implementar un programa sostenible de concientización y prevención.

Uno de los de los primeros pasos que dimos fue constatar, mediante encuestas anónimas, el impacto de la violencia contra las mujeres dentro de nuestra empresa. Teníamos como referencia algunas cifras globales, pero quisimos saber las cifras concretas de lo que pasaba aquí adentro.

El resultado fue que más del 60% de nuestro personal había sido parte alguna vez de un suceso de violencia familiar. Lo triste es que esta cifra no solo ocurre en Inti, sino que está en todos lados, a todo nivel, en todo el mundo.

INICIAMOS EL PROYECTO

El programa contra la violencia hacia las mujeres ha sido el primer proyecto de RSE que contó con metas, indicadores y con resultados muy tangibles en el corto plazo. Todo fue llevado de la mano de la GIZ y de sus consultores especializados. Se hicieron capacitaciones a nivel nacional, tanto a hombres como a mujeres, se emprendió una campaña interna de cero tolerancia a la violencia contra la mujer y se dio apoyo psicológico a las mujeres que sufrían por maltrato.

Por supuesto que han aparecido problemas en el camino. A medida que avanzaba el proyecto, muchas mujeres iban presentando sus casos de violencia. Hemos tenido el caso de una chica, en la planta de El Alto, que ha muerto porque su pareja la ha golpeado. También hay casos de varones golpeados por sus parejas mujeres.

Algo que nos llamó la atención es que la mayoría de las mujeres no quiere que se denuncie la agresión. Hay que animarlas para que lo hagan y se les da ayuda psicológica. Muchas veces hay hijos de por medio. Es una cultura machista regida por el miedo.

Lo interesante es que ciertos estudios han revelado que los agresores temen más a sus jefes que a la policía. Ellos piensan que a la policía y a los fiscales les pueden charlar, y ya, pero no así al empleador.

Una de las iniciativas que se dieron en la implementación del proyecto fue la idea de la cajita en forma de medicamento llamado Valórate. Fue una muy buena idea que surgió del mismo personal de la empresa. Alguien dijo: “saquemos algo como un medicamento, una cura” y así nació Valórate.

CAJITA-INTI

Y como en todo medicamento, dentro de la caja viene la posología, que es la que se muestra en la siguiente imagen. Aumenta el tamaño de la imagen para que puedas leer el contenido.

Posología Valorate

LA REACCIÓN DE LOS COLEGAS EN OTRAS EMPRESAS

Los colegas empresarios dicen: “Interesante lo que estás haciendo”, pero no hacen nada más. Puedo afirmar que el problema que hemos identificado en Inti de la violencia contra las mujeres lo tiene cada empresa del país, muy posiblemente en las mismas proporciones, sin importar si están en el campo, en la ciudad, si es de industria o de servicios.

Por nuestro lado, hemos hecho unos talleres de capacitación para otras empresas, quienes han enviado a su gente de recursos humanos para tomar nota. Aún no hemos visto muchas acciones concretas de los colegas. Por experiencia propia, este programa ha funcionado en Inti porque yo me metí personalmente al proyecto, lo asumí como propio y puse mi tiempo y mi esfuerzo para que salga adelante. Si es que esto no sale desde arriba, con el compromiso de la alta gerencia, no va a funcionar.

Y todos nosotros, como empleadores, podemos hacer una diferencia.

Christian Schilling Foto 3

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Nota del editor: La siguiente historia corresponde al Sr. Ernesto Schilling, miembro de la segunda generación de la familia Schilling. Por favor siga este enlace.

Si desea ver todos los relatos de Droguería Inti, por favor siga este enlace.

La redacción y edición de los relatos son de Marcos Grisi Reyes Ortiz.

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“Historias de vida”, escritas por Marcos Grisi, están disponibles en Facebook, Twitter, Instagram, Pinterest y LinkedIn.  

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Escrito por

Cada historia que escucho es como si fuera mi propia historia. Y en cierta forma, es la tuya también. Al leerlas, espero que lo sientas así.

6 comentarios en “Christian Schilling (✝): la tercera generación en Droguería Inti

  1. Excelente nota y muy propicia para el momento, así conocemos la verdadera obra de los Schilling y sobre todo a nuestro valorado y amado Christian

  2. Ejemplar la incursión de la familia Schilling en Bolivia concretamente en la ciudad de La Paz, es por eso que es muy sentida la partida de este notable ciudadano Ernesto Schilling Paz en su tumba!!!

  3. Muy linda historia de una gran empresa Bolivia q sigue apoyando y construyendo este país!! Muchas felicidades a la familia q con su tercera generación llevan adelante el emprendimiento del abuelo!!!

  4. Muy interesante tanto la historia de vida como el desempeño de trabajo en nuestro medio….. muchas felicidades

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