Médicos y enfermeras en el tratamiento de la bebé milagro

Tiempo de lectura: 20 minutos

El Dr. Nelson Via Reque contó, en enero de 2019, uno de los casos más extraños que le tocó vivir en su práctica médica. A continuación se encuentra el testimonio de los médicos y enfermeras que lo acompañaron en esas semanas críticas.

El caso sucedió el año 1997. Una bebé prematura de cinco meses, con tan solo 15 cm de largo y 500 g de peso, nació sin signos vitales. Una hora después, revivió en la sala de parto. Ese relato, de solo diez minutos de lectura, puede verse en este enlace. Sugiero leerlo antes de continuar.

A los días de haberse difundido la historia por este medio, un canal local de televisión hizo una entrevista a la mamá, Edmee Hewitt, a su hija, Mariana Zamorano, ya convertida en una señorita universitaria, y al doctor Nelson Via Reque. En esa entrevista, se volvieron a repasar las circunstancias tan extrañas del nacimiento y tratamiento de Mariana.

Unas semanas después, el 22 de febrero del 2019, los padres de Mariana, Rodrigo Zamorano y Edmee Hewitt, invitaron a una cena a los doctores y enfermeras que estuvieron involucrados en ese acontecimiento, para agradecerles por todo lo que hicieron. Faltaron algunos miembros del equipo, entre ellos los doctores terapistas Ronald Pedraza y Freddy Ovando, y las enfermeras Mercedes Rivera, Teresa Flores y Norma Céspedes.

Después de la cena, cada uno de los presentes empezó a recordar las anécdotas de esa época. Aquí se las compartimos.

OSVALDO GALVIZ (terapista neonatal)

Historias de vida - bebé milagro

He visto a Mariana desde la noche en que nació hasta su último día en la clínica. Mi principal función como terapista fue proveer la alimentación parenteral, es decir, darle vía intravenosa los preparados que contenían su alimentación, medicamentos o cualquier otra sustancia que necesitara su organismo. La mamá no podía brindar leche, así que la subsistencia de la bebé dependía de lo que yo le daba.

LAS VÍAS VENOSAS

El problema más grande que tenía era encontrar las vías venosas para aplicar su alimentación. Ya no me acuerdo cuántas punciones (inyectar las agujas) le hice en las vías periféricas como los brazos; llegó un momento en que ya no había dónde más ponerle. La bebé tenía solo 15 cm de largo y sus venas eran muy chiquitas.

Tuvimos que arriesgarnos a hacer una punción en vía central, lo cual era muy delicado, especialmente para nosotros que éramos médicos jóvenes. El Dr. Via Reque instruyó que venga el mejor especialista de la ciudad para hacer este procedimiento. Tardamos un poco en encontrarlo, porque era muy requerido en las clínicas.

Cuando finalmente llegó, yo estaba nervioso. Por mi lado, ya había hecho técnicas como esta en otro hospital, pero nunca al nivel del experto y con nacidos tan chiquitos. Así que entramos a Neonatología de la clínica y entre los dos empezamos el tratamiento. La situación era un poco apremiante porque Mariana no había recibido su alimentación en las últimas horas.

El doctor finalmente hizo el procedimiento, ¡pero no pudo encontrar la vena! El tiempo estaba en contra nuestra, no teníamos muchas posibilidades de seguir probando. Me pidió que lo haga yo. Lo hice ¡y en treinta segundos agarré la vena! “Había sido bueno usted”, me dijo. Fijamos la manguerita para la alimentación ahí mismo.

Las próximas veces que teníamos que hacer un procedimiento como este en la clínica, me pedían a mí que lo haga, por el éxito que tuve con Mariana.

MUESTRAS DE SANGRE

Sacar muestras de sangre a una bebé tan chiquita era otra proeza. A veces teníamos que sacar sangre varias veces al día para llevar al laboratorio. Actualmente hay monitores que miden la oxigenación y el pH sin necesidad de sacar muestras, pero en ese entonces solo podíamos cuantificarlo con sangre fresca.

Había dos problemas. El primero era que Mariana no podía formar su propia sangre todavía, así que había que reponer inmediatamente cualquier muestra que se le sacara. El segundo problema era que ella solo tenía 40 ml de sangre en su organismo, ya que la relación es de 80 ml por cada kilo de peso, y ella pesaba 500 gramos.

Debíamos ser muy cuidadosos en no sacarle mucho. Con 0,2 o 0,3 ml parecía suficiente; a veces sí lo era y otras veces no. La frustración era sacarle y que no sirva, que no alcance, o que se coagule en el camino, por lo que otra vez teníamos que hacer todo el procedimiento. Hubo días en que se le sacaron hasta 10 ml de muestras.

EL OXÍGENO

Otro de los temas que nos preocupaba mucho era la exposición al oxígeno. Los tubos de oxígeno que se usaban en las clínicas en ese entonces tenían una concentración del 100%, que es diferente al aire normal que respiramos. El aire del medio ambiente tiene aproximadamente 21% de oxígeno y 79% de nitrógeno.

El oxígeno concentrado puede ser fatal para los prematuros. Con mucho oxígeno se pueden dañar los ojos, los pulmones, el cerebro, los oídos, los riñones, hasta puede dejar lesiones permanentes. La PCI (Parálisis Cerebral Infantil) se puede dar por sobredosis de oxígeno. No teníamos en ese entonces cómo modificar el volumen de los tubos.

Mariana tuvo tanta exposición al oxígeno puro que podía haber tenido muchos daños irreversibles. Afortunadamente, no le pasó nada.

MEDICAMENTOS

Teníamos que tomar decisiones sobre cuántos medicamentos ponerle, porque podíamos producir fallas hepáticas (en el hígado) irreversibles. Era una opción de acuerdo al riesgo-beneficio implicado: si no le poníamos, la paciente podía morirse y, si le poníamos, tendríamos que luchar a futuro contra un posible daño hepático.

A veces debíamos tomar decisiones a altas horas de la noche. El médico principal no estaba disponible y las enfermeras no querían que la toquemos, pero lo teníamos que hacer. Eran decisiones que tomábamos los terapistas basados en la literatura que teníamos a mano.

Llegó un momento en que la pregunta: “¿Ahora, qué hacemos?” era demasiado frecuente. La salud de Mariana era un tobogán constante, tenía crisis casi cada día. Nos pusimos un período de espera al que llamamos “período ventana”, dejando las cosas sin tocar. Esperábamos los resultados de los cultivos, a veces no había mucho más que hacer.

Las intubaciones por la garganta eran otro lío, el laringoscopio apenas entraba. Yo agarraba el tubo con dos deditos y apuntaba. Nos daba pena la glotis, que normalmente sufre mucho por la intubación. Los pacientes que han tenido muchos de estos procedimientos son roncos o tienen la voz dañada, pero ella no tiene nada de eso.

CRISIS QUE VIENEN Y SE VAN

Mariana tuvo paros cardíacos. Para reanimarla usábamos los dedos, porque su tórax era muy chiquito: diez reanimaciones con un dedo, veinte con dos dedos, no podías hacer treinta, daba miedo quebrarla.

Hubo también una infección que no se le pasaba con ningún medicamento disponible en la ciudad. De alguna manera, la familia se las arregló para traer un antibiótico nuevo que acababa de salir en Chile y afortunadamente sí funcionó. Esa droga era una novedad en otros países.

A veces parecía que todo iba bien y nosotros estábamos contentos. Al día siguiente su salud decaía; a los días, otra vez mejoraba. Era agotador, pero no podíamos darnos por vencidos. Poco a poco, con el pasar de las semanas, la veíamos más gordita, más cachetoncita. Su piel se hacía más dura: cuando la apretábamos, no se marcaba.

¿Y LAS PALABRAS DE ALIENTO?

Creo que quienes más turnos nocturnos hemos hecho entre los doctores fuimos Ronald Pedraza y yo, tal vez por ser los más jóvenes del equipo. Había situaciones donde no había quién se quede en las noches. Le decía: “Choco, ¿te quedas tú o me quedo yo?”. A veces no volvía a mi casa por quedarme.

El Dr. Via Reque, quien era el jefe de Neonatología de la clínica y nuestro jefe directo, supervisaba el caso personalmente. Queríamos que él dijera algunas palabras motivadoras, alentadoras, algo así como: “¡Pobrecitos ustedes que se han quedado toda la noche!”. Pero se limitaba a decir: “Tranquilo, lo que va a pasar, va a pasar. Sigámosle, estamos bien”.

MAPU

En el tratamiento de Marianita había días en que no sabíamos por qué su metabolismo respondía de una u otra manera. No había explicaciones lógicas. A ese efecto le llamábamos MAPU. También teníamos que añadirle otra M, de milagro, porque solo así lo podíamos explicar. Y una M más, de misterio.

Actualmente yo trabajo en el departamento de Neonatología de un hospital. A las madres les cuento la experiencia que he tenido con el caso de Mariana, para infundirles un poco de fe. Les digo que tienen que confiar en el de arriba y también un poco en nosotros los médicos; aunque al final es Él quien nos va a guiar.

KATTY CALZADILLA (enfermera)

Historias de vida - bebé milagro

Estuve justo en el turno de la tarde el día en que Mariana nació, fui la primera en intubarle. Me tocó también contar la historia clínica de los 65 días que estuvo en el ventilador, ya que permanecí todo ese tiempo ahí.

Hubo muchas crisis, hasta tuvo paro cardíaco y la reanimamos. Cuando ya estábamos saliendo adelante con un tratamiento, otra vez volvíamos hacia atrás, era como empezar de nuevo. Entre todas sufríamos.

Cada vez que Mariana tenía un cumplesemana o un cumplemés, le dábamos un regalito. Era para darle ánimos a la niña y también para darnos ánimos a nosotras mismas. Le traíamos hasta postales de la Madre Teresa de Calcuta, que pegábamos en la servocuna.

Cuando se la dio de alta de terapia intensiva, la pasamos al frente a un cuartito que tenía su cuna. Ahí su mamá la cargaba en una silla como bebé canguro, así ella se calentaba. Lo importante era que gane peso, porque solo recibía leche y antibióticos.

Me acuerdo que muchas noches la mamá estaba completamente agotada, con sueño. “Vámonos” le decía. “No, todavía, un rato más” me respondía. Se iban tarde a su casa, a veces a la una de la mañana. Sebastián, su hermanito mayor que solo tenía tres años, a veces también se quedaba, porque quería estar con su mamá y quería mirar a su hermanita. Cuando él se dormía, lo acomodábamos en algún lugar hasta que la mamá se vaya.

MARIA ELSA PAZCOE (enfermera)

Historias de vida - bebé milagro

Yo vi a Mariana al poco rato que nació, cuando dieron la voz de alarma de que una bebé que había nacido sin signos vitales estaba viva. En esa época yo no trabajaba en Neonatología, sino en piso. Mercedes, la enfermera de Neonato, quien fue la primera que atendió a Mariana, me llamó para que la ayude.

Ella me dijo: “ven, pero no me hagas muchas preguntas, haz lo que te digo”, porque Mercedes era así, directa. Ahí laminamos algodón y la envolvimos. “Pero la estamos envolviendo como si fuera una momia”, le dije. “No importa”, me respondió, “lo importante es que la criatura se caliente”. La colaboré un rato y después me fui otra vez a mi piso.

Esa noche bajé varias veces porque me daba pena ver a la bebecita tan chiquita, tan delgadita. Se veían sus venas y sus arterias, era toda transparente, como si fuera una radiografía en vivo. “Bueno, Mercedes, si vive, se tiene que llamar Milagro”, le dije. Y desde esa noche se llamó Milagro, porque todavía no tenía nombre.

En los días y semanas siguientes, yo casi no entraba a Neonato, porque ahí estaban las otras enfermeras, sino que apoyaba a la señora Edmee, la mamá, acompañándola en los momentos difíciles. Lo importante era que ella transmita fuerza y esperanza a su hija. Nosotros creemos que cualquier cosa que la mamá siente, el bebé lo presiente.

Yo vi cómo la señora Edmee le daba ánimos a Marianita. Le decía: “gorda, ya pues gorda, tienes que ponerte bien”. Y a veces la bebé se ponía bien así, más rosadita. Edmee me miraba y me decía: “Me merezco un beso, ¿no?”. Y nos reíamos.

¡Qué ganas de vivir tenía! Movía sus manitos y piecitos en la servocuna.

MARLENE JUSTINIANO (enfermera)

Historias de vida - bebé milagro

Cuando nació Mariana, yo tampoco trabajaba en Neonatología, sino que estaba en piso. Lo que me unió al grupo fue que mi hijo nació cinco semanas antes y, cuando volví de mi baja médica, automáticamente me convertí en donante de leche para Mariana.

Yo hacía turno de noche y el doctor Via Reque me decía: “Tú estás dando leche, no te vas si no me dejas leche”. Al final, me sacaba leche a las nueve de la mañana, a mediodía, a las tres y a las seis de la tarde. Incluso alguna vez ella tomó leche de mi pecho.

No sabemos cuántas mamás han aportado leche. Cuando nacía un bebé en la clínica, pedíamos aporte de leche. Los doctores, que trabajaban en otros hospitales de la ciudad, también traían leche, porque a veces sobraba allá.

Todos los días era una lucha, le dábamos ánimos. “Vamos, vamos, Milagro” le decíamos, “tienes que salir”.

MARIA ORTIZ (enfermera)

Historias de vida - bebé milagro

Yo no trabajaba en Neonatología, pero cuando pasaba por ahí, me moría de curiosidad por ver a la bebé tan pequeña. Me acuerdo que Mercedes le tejía vestidos y, cuando se los ponía, parecía una barbie. A Mercedes le gustaba tejer.

Dios dio inteligencia a los médicos para sanar a la niña. Y los padres tuvieron la entereza y fortaleza, siempre luchando, para que su hija viva. Esa actitud motivaba a todos también.

Aquí está uno de los vestidos que tejía Mercedes:

Historias de vida - bebé milagro

NELSON VIA REQUE (jefe de Neonatología y pediatra principal)

Foto Nene ancheada

Antes del caso de Mariana, teníamos bebés prematuros de muy bajo peso y nosotros, los pediatras, los atendíamos solo con una incubadora, un tubo de oxígeno y nada más. Eso he hecho en Montero durante diez años y aquí en Santa Cruz también en diferentes clínicas. No existía bomba, no existía monitor, no había respirador, ni gasometría. Para poner bicarbonato, teníamos que ver el color del dedo. Para poner oxígeno veíamos el color de las uñas.

La bendición más grande para mí fue que, por esa época, apareciera el servicio de terapia intensiva neonatal. Antes tenía que pelearla solito, con la enfermera, el tubo de oxígeno y nada más, incluso en las noches. A los terapeutas ahora podías decirles: “Toma, querido, les toca, atiéndanla ustedes con estas instrucciones, vuelvo mañana”.

He conocido mil clases de familias. Quiero destacar que los padres Zamorano Hewitt nunca fueron negativos ante los tratamientos que yo proponía o explicaba. Su actitud siempre fue positiva, no decían: “por qué ha hecho esto, por qué no lo otro”. En muchos casos, la familia sale a preguntar afuera, a sus parientes y al día siguiente vienen con: “Doctor, y esto por qué no le han hecho y esto por qué le han puesto…”. Eso nunca sucedió acá.

Cuando iniciamos el tratamiento, le dije a la mamá: “Edmee, esto va a ser como cruzar el mar, pero en un botecito y con dos palos de remo, nada más. No sé cuánto vamos a tardar, no sé si vamos a llegar, o si en medio camino nos va a agarrar una tormenta y nos vamos a ahogar. Van a haber días de sol en que vamos a ir bien y algunos días nublados con tormenta en que vamos a pasarla mal”.

Y así todos los días le iba diciendo: “Ahora hay sol, ahora está nublado, ahora hay tormenta”. Una mañana noté que tenía cataratas en ambos ojos. Esa catarata, inexplicablemente, se curó solita, sin necesidad de oculista. Es un ejemplo de las tantas crisis que tuvimos.

Cada noche iba a la clínica. Había veces en que llegaba feliz a casa porque estaba bien y noches que me iba hecho pomada porque se estaba muriendo. Antes de dormir, rezaba: “ojalá mañana la encuentre”. Iba al día siguiente ¡y la encontraba rosada, feliz! Unos días más tarde, otra vez se moría y después, otra vez estaba bien.

Hasta que por fin llegó el día en que se la dio de alta. Salió con un kilo cuatrocientos de peso. Habilitamos una terapia intensiva en su casa para que la sigamos viendo, a la que fui varias veces a verificar que su salud continuara mejorando.

Lo que sigue siendo inexplicable e increíble es que Mariana debería haber tenido mil daños de todo tipo, pero no tiene prácticamente nada.

Después de que los médicos y enfermeras terminaran de contar sus recuerdos, vino el turno de la familia Zamorano Hewitt. Esto es lo que mencionaron en la reunión:

Historias de vida - bebé milagro
De izquierda a derecha: Edmee, Sebastián, Mariana y Rodrigo.

EDMEE HEWITT (mamá)

Yo salía afuera para calmarme. Me prometí ser fuerte porque me dijeron que todo lo que siente la madre, lo siente el bebé también.

Había noches en las que Mariana parecía mejorar y nos decían que pronto la podríamos sacar; nos íbamos a casa a dormir tranquilos. Cuando llegábamos al día siguiente, otra vez la encontrábamos intubada y débil. Preguntábamos qué había pasado y nos decían: “no sabemos exactamente, tuvo una crisis y había que intubarla”.

Los médicos y las enfermeras siempre fueron muy realistas, en ningún momento nos dieron ilusiones y eso nos ayudó a estar pisando tierra.

Cuando Mariana tenía 9 meses, fuimos a Chile para que le hagan todos los exámenes. Yo presentía que podría ser sorda, pero no estaba segura. Su examen de audición fue el último que tomamos, y ahí recién se comprobó que sí tenía la audición dañada.

Sobre el examen de vista, llegamos a la clínica para que le hagan un examen llamado fondo de ojo. Cuando bajamos a la pieza, empezaron a circular los médicos chilenos preguntando por la milagro boliviana. Era extraño, porque no sabían los antecedentes del tratamiento que ella tuvo en Santa Cruz.

Lo que concluyó el equipo de la clínica fue que, además de tener los nervios ópticos retorcidos, Mariana tuvo retinopatía del prematuro, es decir, desprendimiento de la retina. Ambas cosas eran suficientes para perder la vista. Lo que no se explican es que la retina haya vuelto a su lugar y que el nervio óptico no se haya dañado. Había cicatrices, pero todo estaba funcionando bien. Los médicos chilenos estaban impresionados.

RODRIGO ZAMORANO (papá)

Escuchar a las enfermeras y a los doctores contar su experiencia es sorprendente, porque hay cosas que no sabíamos, o que, si me las explicaron en esos momentos, no las entendí. Darme cuenta ahora de todo lo que han pasado ellos para que Mariana esté acá con nosotros, me llena de admiración.

MARIANA ZAMORANO HEWITT (bebé milagro)

Mariana está actualmente en el segundo año de universidad, estudiando psicopedagogía. Le pregunté por qué quiso estudiar esa carrera. Me contestó lo siguiente:

“He crecido viendo a personas especiales, con discapacidad. Entonces, es como que a mí me gustó, me llamó la atención, me sentí como parte de ellos. Y eso me motiva a enseñar lo que he aprendido”.

EL SENTIMIENTO DE DOCTORES Y ENFERMERAS

Al final de la reunión, la conversación giró en torno al involucramiento personal y sentimental que tiene el personal médico con sus pacientes.

Una de las enfermeras comentó:

Hay veces en que nos acostumbramos mucho a un paciente y lo extrañamos cuando se va. Les decimos a las madres, especialmente a las primerizas: “cualquier cosita llámenos, para orientarle”. A los niños ya no los vemos como pacientes, sino como hijos. Con Mariana el apego fue mayor, porque hemos luchando con ella por muchas semanas y nos poníamos mal cuando ella decaía. 

El doctor Galvis añadió:

En el momento en que estamos frente a la familia tenemos que ser fuertes para poder guiar, porque no podemos dejarnos llevar por sentimientos personales en ese momento. Debemos tomar las cosas de manera seria, para mantener la línea del tratamiento y cumplir con nuestro trabajo de la forma más profesional posible.

Entonces, no es que no tengamos sentimientos, como a veces puede parecer. Cuando estamos solos, lagrimeamos, lloramos, nos enojamos, nos cansamos. También somos padres, madres, hermanos e hijos. El sufrimiento incluso es mayor, porque tenemos una responsabilidad añadida, de dar soluciones a un tratamiento.

Hay pacientes que pasan rápido y se van. Pero cuando un paciente se queda para un tratamiento más largo, te marca y se puede convertir en alguien que genera sentimientos en el médico o en la enfermera.

SESIÓN DE FOTOS

Antes de despedirnos, hicimos una sesión de fotos en la sala de la casa. En la siguiente foto, también se encuentran Lourdes Monasterios, la fonoaudióloga que tuvo un papel muy importante en el desarrollo del habla de Mariana, y Chichi Barroso, uno de los músicos de Santa Cruz que compusieron un CD para ella.

Enfermeras
Parados, de izquierda a derecha: Sebastián Zamorano (hermano mayor), Edmee Hewitt (mamá), Rosa Marlene Justiniando (enfermera), Luz Leiva (enfermera), María Elsa Pazcoe (enfermera), María Ortiz (enfermera), Lourdes Monasterios (fonoaudióloga), Matilde Calzadilla (enfermera), Rodrigo Zamorano (papá).  Sentados: Osvaldo Galviz (terapista neonatal), Nelson Via Reque (pediatra principal), Mariana Maea Milagro Zamorano Hewitt (la bebé milagro), Chichi Barroso (músico).
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El equipo de enfermeras con Mariana.

BAÚL DE LOS RECUERDOS

En el primer cumpleaños de Mariana, la familia Zamorano Hewitt hizo un agasajo a todos los doctores y enfermeras que hicieron posible el éxito de su tratamiento. A continuación están las fotos que se tomaron en esa ocasión, y la carta de agradecimiento entregada por la mamá a nombre de Mariana y la familia.

Doctores y bebe
Los doctores Freddy Ovando, Ronald Pedraza y Nelson Via Reque, en el primer cumpleaños de Mariana.
Enfermeras
Las enfermeras Katty Calzadilla, Mercedes Rivera y Teresa Flores en el primer cumpleaños de Mariana.
Carta de agradecimiento
Carta de agradecimiento.

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Nota del editor: Esta historia se basa en testimonios expresados por médicos y enfermeras en febrero de 2019, con revisiones hasta abril de ese año. La redacción y edición son de Marcos Grisi Reyes Ortiz.

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Escrito por

Cada historia que escucho es como si fuera mi propia historia. Y en cierta forma, es la tuya también. Al leerlas, espero que lo sientas así.

6 comentarios en “Médicos y enfermeras en el tratamiento de la bebé milagro

  1. El Dr. Viareque es un buen medico, curó de asma a mi hija a los 5 años, le hizo un tratamiento de año y medio , nos dio confianza al ver que no era interesado en el dinero , yo era estudiante de Derecho y el comprendió nuestra situacion economica( otros medicos nos ofrecian vacunas carisimas) . Mi hija tiene 24 años y está sana gracias a Dios.

  2. Que gran historia, me da vergüenza admitir, pero me impresionó que la historia sea de aquí, de Santa Cruz Bolivia… es un gran ejemplo de la fuerza de la vida, el gran labor del personal médico, enefermeras y del amor más grande del mundo, el de mamá y papá❤

  3. Conmovida y contenta de leer un desenlace feliz, muy honrada de que Dios me permita taner al dr Nelson Vía reque como pediatra de mis hijas davinia y danitza
    DIOS lo bendiga y le de larga vida estimado Dr.

  4. Muchas gracias a todo el profesional medico por la dedicación… yo tambien tuve un bebe prematuro y gracias a ellos y principalmente a Dios, esta aqui con migo… de verdad muchas gracias…

  5. Gracias a todo el personal de salud, ellos, con su esfuerzo y dedicación hacen posible los milagros de Dios

  6. Que emoción leer como sucedió todo. Conozco la historia, conozco a la familia. Gracias al trabajo conjunto Dios, Familia, Médicos y enfermeras es que Mariana está aqui.
    Ojalá Mucho a tengan la suerte de contar con un equipo tan maravilloso.

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